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Adiós al Capitán Duque, el eterno padre de los ‘polillas’ de Valdemoro

Graciela Díaz Cuervo Viernes, 07 de Febrero de 2025 Tiempo de lectura:
Francisco en la carrera que lleva su nombre en 2022.Francisco en la carrera que lleva su nombre en 2022.

Francisco Duque, maestro e instructor durante más de tres décadas en el Colegio de Guardias Jóvenes Duque de Ahumada, falleció el pasado 12 de enero a los 86 años. Con su muerte, Valdemoro pierde a un vecino ejemplar cuyo nombre quedará por siempre ligado al del municipio gracias a la calle y carrera que lo recuerdan.

“Mi primo Pedro siempre le decía que, cada vez que se encontraba con alguien de la Guardia Civil, la alegría era inmensa cuando les comentaba que era sobrino del Capitán Duque”. Tal era la importancia de Francisco Duque Reboto (Badajoz, 1938) en la Benemérita que presentarse como familiar suyo le abría puertas hasta al mismísimo Pedro Duque, primer astronauta español en viajar al espacio y ministro de Ciencia e Innovación desde junio de 2018 hasta febrero de 2020. 

 

El Capitán Duque, ilustre figura de Valdemoro por sus años como maestro e instructor en el Colegio de Guardias Jóvenes Duque de Ahumada, falleció el pasado 12 de enero a los 86 años de edad en el Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles tras batallar, como sólo él podía hacerlo, contra el cáncer. “Tuvo tres meses muy malos, pero es que, hasta que la enfermedad le obligó a quedarse en la cama, subía todos los días al colegio para ir al gimnasio y darse una vuelta por la pista”, relata su hija, Sonia Duque, desde una cafetería situada a pocos metros de la vivienda de la calle Estrella de Elola en la Francisco vivió sus últimos años. 

 

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La noticia de su muerte no sólo conmocionó a la población de Valdemoro, sino también a todas las asociaciones y personas vinculadas a la Guardia Civil por lo que su figura significaba en el seno de la Benemérita. La sala y la entrada del tanatorio municipal se llenaron para despedirlo y, el lunes 13 de diciembre, la localidad le dio su último adiós con una ceremonia en el lugar al que dedicó la mayor parte de su vida: el Colegio de Guardias Jóvenes. “Escuchar las cornetas, los tambores, a los alumnos cantando el ‘Adiós, polilla’... era imposible no echarse a llorar. Fue algo precioso. Mi hija subió a leer un escrito que le había dedicado y mi hermano, que también es guardia civil, quiso dar las gracias en nombre de la familia”, rememora Sonia, tratando de poner en palabras lo que para ella y para su hermano mayor, llamado también Francisco, significó ese acto. “Desde allí, al finalizar todo, nos escoltaron hasta el cementerio”. 

 

Raro es el valdemoreño al que la vida no puso en el camino de Francisco por uno u otro motivo. Quien no tuvo la oportunidad de tenerlo como maestro o de escuchar alguna de sus hazañas deportivas, se pudo sentar con él en el banco que ocupó durante los últimos años en la calle Estrella de Elola, situado frente a su portal. “Se bajaba con mi madre cuando ella ya tenía un alzheimer bastante avanzado. Todo el mundo se paraba a hablar con él. Estos días he leído en las redes sociales a varias personas compartiendo anécdotas que les había contado desde ese banco”, explica la orgullosa primogénita del Capitán Duque, con una sonrisa nostálgica en el rostro. “Entretenía al barrio”.  

 

Más de tres décadas de profesor

 

Originario de Badajoz, Francisco encontró su sitio en Valdemoro. En la localidad, donde empezó a trabajar a principios de los años setenta, cuando apenas tenía unos 8.000 habitantes, halló un puesto de trabajo que siempre le hizo feliz, formó una preciosa familia de cuatro miembros y se ganó el cariño de todos sus alumnos por ser una persona cuya implicación iba más allá del límite establecido por las aulas y que daba todo por lograr que ninguno se quedase sin vestir el uniforme de la Guardia Civil. “Nadie me ha hablado nunca mal de él. De hecho, he recibido una gran cantidad de mensajes estos días de personas que lo tuvieron como profesor y que lo veían como a un segundo padre”, apunta su hija menor, indicando que su preocupación por el futuro de sus alumnos era tal que, en su día, preparaba de forma a altruista a los jóvenes para las pruebas de ingreso a la Benemérita, por cuyos valores fundamentales y principios siempre sintió una devoción inexplicable. 

 

Antes de llegar a Valdemoro y de ingresar en la Guardia Civil, Francisco cumplió con el servicio militar y trabajó en los grandes almacenes de Galerías Preciados como dependiente y modelo. Su futuro profesional cambió de la noche a la mañana cuando un día recibió la visita de un primo que se estaba preparando para ingresar en el cuerpo. Se enamoró del tricornio y del traje y tuvo claro que, tarde o temprano, ese terminaría siendo su uniforme. “Mi abuelo le decía que a dónde iba, que iba a cobrar menos que en Galerías, pero aun así se preparó las pruebas y entró en El Escorial”.

 

Su trayectoria profesional en la Benemérita no se entiende sin aludir a su crecimiento deportivo. Tras ingresar en el cuerpo, en 1959 se convirtió en un excelente jinete dentro del escuadrón de caballería, donde consiguió hacer una gran carrera gracias a una envidiable condición física que le condujo a participar en los rodajes de ‘55 días en Pekín’ (1963) y ‘La caída del Imperio Romano’ (1964), dos grandes superproducciones de la época en las que necesitaban especialistas que supiesen montar a caballo. “Fue algo anecdótico, pero él siempre decía que tuvo la oportunidad de compartir caravana con Sophia Loren, pero la rechazó”, comenta su heredera, puntualizando que en aquella época realizó un curso de Educación Física en Toledo que fue determinante para su aterrizaje en Valdemoro en 1972. 

 

En el Colegio de Guardias Jóvenes necesitaban a una persona para dar clases de equitación y un coronel que lo conocía, Ángel Pérez Macías, le hizo llegar la oferta. Aunque no sabía muy bien dónde estaba Valdemoro, dijo que sí y se empezó a levantar todos los días a las seis y media de la mañana para realizar el camino en coche desde Madrid hasta el pueblo del sur de la región. “Estábamos instalados en la capital. Estuvo así varios años hasta que nos mudamos ya de forma definitiva, en gran parte, por el miedo a ETA. Tenía que venir hasta aquí vestido de guardia civil y no es que lo tuviesen controlado, pero había mucho miedo. No había móviles y mi madre vivía inquieta hasta que él la llamaba al llegar”, detalla Sonia sobre una época que ella apenas recuerda, pues tan sólo era un bebé. “Yo llevo viviendo en Valdemoro desde que tenía dos años”. 

 

En su tiempo como instructor, pasaron por sus manos miles de ‘polillas’ que hoy ejercen como guardias civiles en distintos puntos de España. En ellos residen las lecciones que Francisco transmitió durante más de treinta años, tanto teóricas como prácticas, dando ejemplo de todo lo que pretendía enseñar a sus alumnos. “Si tenían que hacer tandas corriendo, él hacía todas en cabeza, marcando el ritmo. Su compromiso era total y llevaba por bandera el lema de ‘zapatilla y libro’ porque, para él, el secreto del éxito estaba en estudiar y entrenar”. 

 

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En 1994, en lugar de jubilarse, pasó a la reserva activa y continuó desempeñando las mismas tareas a excepción del mando de compañía, hasta que a los 65 años le obligaron a soltar las riendas y descansar, al menos en lo puramente profesional. 

 

Una calle y una carrera con su nombre

 

Francisco Duque quedó para siempre vinculado a Valdemoro en 2018, cuando la corporación municipal, encabezada en aquel entonces por el equipo de gobierno del socialista Serafín Faraldos, tomó la unánime decisión de dar su nombre a la calle que linda con el Colegio Nuestra Señora del Rosario. El Capitán Duque logró un hito que suele ocurrir pocas veces: poner de acuerdo a todos los grupos municipales para reconocer su labor y su dedicación al municipio. 

 

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Esta unión entre las distintas fuerzas políticas de Valdemoro se volvió a dar el pasado 13 de enero, cuando todos los representantes municipales quisieron estar presentes en su despedida. “Me pareció muy bonito que viniesen todos y que no asistiesen únicamente los concejales del Gobierno”, reconoce la hija del Capitán Duque, muy agradecida con los mensajes de pésame y las muestras de cariño que le llegaron de los ediles. 

 

Con su nombre también bautizaron a la carrera solidaria que organiza cada año el Colegio de Guardias Jóvenes y que celebrará en primavera su 17ª edición. Lo que al principio era un pequeño cross que buscaba fomentar el deporte entre los ‘polillas’ y homenajear a Francisco se convirtió, al involucrarse el Ayuntamiento, en una prueba solidaria abierta al público general que en 2024 destinó lo recaudado con la inscripción de sus más de 1.400 participantes al colectivo local integrado por padres de menores con Trastorno del Espectro Autista (TEA).

 

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En la edición de este año faltará su corredor más especial, al que los organizadores recordarán como merece una persona que siempre se caracterizó por ‘hacer pueblo’ y que participó en la carrera hasta que el cuerpo y sus hijos se lo permitieron. “Fue uno más hasta los 83. Mi hermano y yo llegó un momento en el que le pedimos por favor que no corriese porque teníamos miedo a que se cayese, que al final ya tenía una edad”, manifiesta entre risas Sonia, consciente de que su padre incumplió más de una vez esta obligación. “Sé que todos los días se daba una vuelta por la pista del colegio y corría en las rectas. El deporte le hacía estar vivo y por eso no dejó de practicarlo hasta el final”. 

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