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¿Qué deportistas famosos apuestan?

Miércoles, 16 de Octubre de 2024 Tiempo de lectura:

El mundo de los grandes deportes está lleno de victorias vistosas, derrotas estrepitosas y sorpresas de la vida. A menudo, tras los triunfos se esconden los dramas personales de los deportistas. Uno de esos problemas es la adicción al juego. Incluso estrellas de fama mundial caen a veces víctimas de la adicción al juego, poniendo en peligro sus carreras y reputaciones.

 

El talento y la fama no siempre protegen de la tentación. Algunos deportistas, acostumbrados a la adrenalina de la competición, buscan emociones en casas de apuestas y casinos. Para algunos es un pasatiempo inofensivo, pero para otros es un camino hacia la ruina y el colapso profesional.

 

Presentamos las historias de ocho deportistas famosos cuyas vidas estuvieron estrechamente relacionadas con las apuestas y el juego. Su experiencia demuestra lo peligrosa que puede ser esta adicción incluso para personas que han llegado a lo más alto de su profesión.

 

Keith Gillespie: de los campos de fútbol a las casas de apuestas

 

Keith Gillespie es un buen ejemplo de cómo un futbolista de talento puede perderlo todo por culpa de una adicción al juego. Al comenzar su carrera en el Manchester United, Gillespie se hizo rápidamente adicto a las apuestas deportivas. El fichaje por el Newcastle no hizo sino agravar la situación: la cantidad de apuestas creció junto con su salario.

 

El desarrollo de las apuestas en línea fue una auténtica trampa para Gillespie. La posibilidad de apostar las veinticuatro horas del día le ocasionó enormes pérdidas. En poco tiempo, el futbolista perdió entre 7 y 8 millones de libras, todos los ahorros de su carrera. Una vez en dos días Keith consiguió perder 62 mil libras.

 

La ex estrella del fútbol inglés vive ahora en un modesto piso a las afueras de Bangor. Gillespie afirma haber superado su adicción, pero su antigua riqueza ha desaparecido. La historia de Keith es un claro ejemplo de lo fácil que es perderlo todo por culpa de una pasión incontrolable por el juego.

 

Pete Rose: apuestas a costa de una carrera legendaria

 

Pete Rose es una leyenda del béisbol estadounidense cuya carrera terminó en un sonado escándalo. En 1989 se descubrió que el famoso jugador y entrenador de los Cincinnati Reds durante muchos años hizo apuestas en los partidos. Este hecho tachó todos los logros deportivos de Rose.

 

una inhabilitación de por vida. El sueño del Salón de la Fama del Béisbol seguía sin cumplirse. Más tarde, en su autobiografía, «Prisión sin celosía», Rose admitió su culpabilidad: sí apostaba en béisbol, aunque no en partidos en los que participaba su propio equipo.

 

El caso de Pete Rose demuestra cómo una adicción puede echar por tierra años de duro trabajo y logros excepcionales. Ni siquiera su condición de leyenda del deporte le protegió de un severo castigo por infringir las normas.

 

Michael Jordan: la pasión de un gran jugador de baloncesto

 

Michael Jordan no es sólo el mejor jugador de baloncesto, sino también un ávido jugador. Su pasión por el juego se manifestó en el apogeo de su carrera. Tras los Juegos Olímpicos de 1992, Jordan apostó 100 dólares a sus compañeros de equipo a que su equipaje sería el primero en aparecer en la cinta del aeropuerto.

 

Según algunos informes, durante los años de juego Michael perdió unos 20 millones de dólares en casinos y casas de apuestas. Al mismo tiempo, el propio Jordan reconoce una afición tan específica, pero no la considera un problema: su fortuna le permite gastar grandes sumas en entretenimiento.

 

La historia de Michael Jordan demuestra que ni siquiera las enormes ganancias protegen de los riesgos de la adicción al juego. Solo un carácter fuerte y la capacidad de controlarse ayudaron al gran atleta a no resbalar por la pendiente.

 

Keiji Kotomitsuki: apuestas contra el honor

 

El mundo del sumo japonés es famoso por sus estrictas tradiciones y sus elevadas normas morales. El más sonado fue el escándalo protagonizado por Keiji Kotomitsuki en 2012. Resultó que el famoso rikishi apostaba en una casa de apuestas ilegal relacionada con la Yakuza.

 

La investigación reveló que Kotomitsuki no era el único: otros 65 de los 700 rikishi profesionales admitieron su adicción al juego. Sin embargo, fue Keiji el más castigado de todos ellos. El deportista fue privado de todos sus títulos y de una pensión decente.

 

El caso de Kotomitsuki demuestra hasta qué punto Japón se toma en serio la reputación de los deportistas. Incluso una sola falta puede echar por tierra años de una carrera impecable y despojarla de todos sus privilegios.

Art Schlichter: una vida al margen de la ley

La historia de Art Schlichter es una de las más trágicas del mundo del deporte. El talentoso jugador de fútbol americano fue víctima de la adicción al juego cuando aún era estudiante. El traslado a la liga profesional no hizo sino agravar el problema: Schlichter perdió unos 700 000 dólares en un año con los Baltimore Colts.

 

Los intentos de revancha se saldaron con enormes deudas. Art incluso cooperó con el FBI haciéndose pasar por corredor de apuestas ilegal. Pero esto no le salvó de la inhabilitación en 1983. El resto de la vida de Schlichter fue una serie de delitos, penas de prisión e intentos fallidos de volver al deporte.

 

Mientras estaba en la cárcel, Art se las arregló para seguir haciendo apuestas por teléfono. Cuando fue liberado, creó una organización para ayudar a los ludópatas, pero pronto volvió a sus viejos hábitos. En total, Schlichter fue detenido 44 veces. Su historia es un claro ejemplo de cómo el juego puede destruir por completo la vida de un deportista de talento.

 

Don Gallinger: juventud, talento y un error fatal

 

Don Gallinger era una gran promesa del hockey. Debutó en la NHL a los 17 años y se convirtió en el jugador más joven de la historia de la liga. Jugando en el equipo de Boston Bruins, Gallinger ayudó al equipo a llegar a las finales de la Copa Stanley. Parecía que le esperaba una carrera brillante.

 

Pero en 1948, Don sucumbió a las súplicas de su compañero de equipo para apostar contra su club. En poco tiempo, Gallinger ganó una suma equivalente a su contrato anual. No podía parar. Seis meses después, el engaño quedó al descubierto: ambos jugadores fueron inhabilitados de por vida.

 

No fue hasta 22 años después cuando se anuló la prohibición de Gallinger, pero ya era demasiado tarde. La historia de Don demuestra lo fácil que es para un deportista de talento arruinar su carrera debido a las ganancias a corto plazo y a la incapacidad de resistirse al atractivo del dinero fácil.

 

Floyd Mayweather: cuando el dinero no es un problema

 

Floyd Mayweather es un ejemplo de cómo una enorme fortuna permite no considerar las apuestas un problema. El legendario boxeador no rehúye su pasión por el juego y realiza regularmente apuestas multimillonarias en eventos deportivos.

 

En ocasiones, el famoso boxeador gana decenas de miles de dólares, pero las apuestas fallidas también están presentes. En 2013, Mayweather apostó 5,9 millones de dólares en un partido de baloncesto de la NBA. La apuesta salió jugada y le reportó al boxeador casi 12 millones. Y en 2014, arriesgó ya 10 millones en una apuesta a la final de la NFL. A pesar de la derrota, Floyd aseguró que seguía en el plus.

 

Sin duda, ahora es mucho más fácil para Floyd hacer apuestas. Miles de juegos de azar están al alcance de la mano y accesibles directamente desde su teléfono. La magnitud del mercado queda claramente demostrada por los sitios de reseñas de casinos en línea. Si visitas el sitio web respin.com.pe, podrás ver rápidamente docenas de top casinos de Perú que ofrecen entretenimiento para todos los gustos.

 

Martin Richardson: un giro inesperado

 

La historia de Martin Richardson destaca entre la multitud. Este jugador de rugby inglés se hizo famoso no por sus derrotas, sino por su inesperado acto heroico en la casa de apuestas. Un día, cansado después de un partido, Martin entró a hacer una apuesta y presenció un robo.

 

Richardson no tuvo problemas para desarmar al atracador y lo retuvo hasta que llegó la policía. Resultó que el atracador era un drogadicto de 18 años que se había estado «ganando la vida» de forma similar. Martin recibió un premio de 250 libras por su valentía.

 

Pero la suerte ama la ironía: una semana después, durante un partido, Richardson sufrió una grave lesión en el brazo. Esta historia demuestra que incluso en el mundo del juego hay giros inesperados, y un acto de valentía puede tener tanto recompensas como consecuencias desagradables.

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