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José Luis Gutierrez

Luisa Roldán

Viernes, 08 de Marzo de 2024 Tiempo de lectura:

Hoy se celebra el Día Internacional de la Mujer. Por eso, a mi nieta le han pedido en la escuela que escoja a una mujer notable, entre una lista de veinte o treinta, para hacer una breve presentación oral en clase resaltando los valores del personaje elegido. Como en muchas otras tareas, dado que lleva menos de un año viviendo en nuestro país, también en esta me ofrecí para ayudarle. Inicialmente, mi pasión por la escultura me llevó a sugerirle a Camille Claudel, pero alguien se nos había adelantado; luego pensé en Frida Kahlo nuevamente sin éxito, porque ya estaba asignada a otro estudiante. Entonces descubrí que entre las opciones había otra escultora, llamada Luisa Roldán, de quien he de reconocer que apenas sabía nada, lo que me avergüenza, porque ahora sé que fue una escultora admirable, y no hay muchas en la historia del arte.

 

En Internet rápidamente averigüé que Luisa Roldán, había vivido entre 1652 y 1706 en Sevilla, Cádiz y Madrid, llegando a ser la escultora española más importante de esa época. Pero no lo tuvo fácil. Para empezar, siendo muy joven, cuando ya destacaba como aprendiz en el taller de imaginería de su padre, se enamoró de otro aprendiz de escultor con quien decidió casarse a pesar de que su padre se oponía a ello tajantemente. Su determinación hizo que su progenitor y maestro la repudiara, dejando de hablarle de durante muchos años, y privándola de cualquier tipo de ayuda para establecer un taller de escultura con su marido del que poder vivir.

 

Trabajó principalmente haciendo imágenes religiosas de madera policromada, magistralmente resueltas en el aspecto técnico, pero a la vez de gran realismo y capacidad expresiva. Con mucho esfuerzo, supongo que venciendo muchas envidias y reticencias propias de una sociedad patriarcal, logró que se reconociese su valor llegando a ser nombrada Escultora de Cámara con el rey Carlos II y posteriormente con Felipe V, un título difícil de conseguir para un hombre, pero hasta entonces inaudito para una mujer. A pesar de ese título, Luisa y su familia tuvieron que padecer muchas penalidades económicas porque sus clientes, incluidos los reyes, pagaban mal y tarde. Pero además, tuvo que sufrir la injusticia de que sus mejores esculturas fuesen firmadas por su marido o por su padre, quien cuando Luisa alcanzó ese reconocimiento real, comenzó a hablar con ella de nuevo. Afortunadamente, en la actualidad los expertos han determinado con toda seguridad que esas esculturas, que inicialmente habían sido atribuidas a alguno de sus varones, fueron realizadas por Luisa Roldán.

 

Hace menos de un mes visité la Galería de las Colecciones Reales, un nuevo espacio museístico, arquitectónicamente sorprendente por su relativa invisibilidad, ubicado en Madrid, en las inmediaciones del Palacio Real y de la Catedral de la Almudena, donde me encontré inesperadamente con una de las mejores esculturas de Luisa Roldán: El arcángel San Miguel venciendo al demonio, una obra fechada en 1692. Para mí fue el descubrimiento más emocionante de esa visita. La escultura, realizada en madera de cedro policromada, representaba a San Miguel pisando con su pie izquierdo al maligno, al que no obstante sujetaba con unas cadenas que agarraba con su mano izquierda, al tiempo que alzaba una espada de fuego con su brazo derecho en una actitud amenazante ante la cara de pavor del diablo. Había leído que se rumoreaba que Luisa había utilizado su propio rostro como modelo para definir las facciones del arcángel, y que por contra, se había servido de los rasgos de su marido para crear la cara suplicante del demonio. Esto me hace pensar que posiblemente Luisa se sintió humillada y menospreciada por los dos hombres más importantes de su vida: su padre y su marido, y este inocente gesto, aunque vacuo, pudo haber sido una sutil venganza de la tiranía que los hombres ejercieron sobre ella, materializada en la imagen de su marido.

 

Sin duda mi nieta vivirá en una sociedad más justa que la de Luisa, pero no debe pensar que ya está todo hecho en este sentido. Las mujeres tendrán que seguir luchando para defender sus derechos y alcanzar la meta de la plena igualdad con los hombres. Creo que mi nieta no debe olvidar la injusticia que sufrió Luisa Roldán, y la de muchas otras mujeres que, como ella, fueron infravaloradas por el hecho de ser mujer.

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