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La Escuela Comarcal Arzobispo Morcillo de Valdemoro sopla las velas de su sesenta cumpleaños

Graciela Díaz Cuervo Ver comentarios 1 Jueves, 07 de Marzo de 2024 Tiempo de lectura:
Entrada de la ECAM en la calle Estrella de Elola.Entrada de la ECAM en la calle Estrella de Elola.

El centro escolar de Cáritas cumple seis décadas apostando por la vocación social e integradora de la educación. Una exposición en el Centro Juan Prado repasa su historia.

“No hay jóvenes malos, hay jóvenes que no saben que pueden ser buenos y alguien tiene que decírselo”. Esa tarea, en el sur de la Comunidad de Madrid, la cumplen desde hace sesenta años los profesores de la Escuela Comarcal Arzobispo Morcillo (ECAM). El centro educativo de Valdemoro lleva como bandera esta máxima de su patrón, Juan Bosco, desde su puesta en marcha en octubre de 1963 por iniciativa de un grupo de párrocos, alcaldes e industriales que buscaban dar respuesta a las necesidades de mano de obra cualificada en la zona.

 

La escuela se estableció en la ubicación que aún conserva en la actualidad: los amplios solares de la calle Estrella de Elola donde López de Lerena (1734-1792) fundó las escuelas para niños que estuvieron abiertas hasta mediados del siglo XX. Allí comenzaron a estudiar unos primeros cuarenta alumnos, que acudían a diario a las dos aulas y al taller de ajuste y torno con el que contaba un centro que se constituyó como filial en Valdemoro del Colegio Loyola, regentado por la Compañía de Jesús.

 

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La labor de acompañamiento socioeducativo interesó a Cáritas, que asumió la titularidad pocos meses después, motivando que el entonces arzobispo de Madrid, Casimiro Morcillo, bendijera la escuela y le pusiera su nombre. Dos años después de su fundación, en 1965, el Ministerio de Educación reconoció a la ECAM como centro de formación profesional y un año más tarde, en 1966, Rafael Martín (El Fresno, 1943) empezó a ejercer como profesor en sus aulas tras llegar a Valdemoro de rebote. “Me iba a incorporar en Ávila, pero me terminaron mandando a Madrid. Al llegar me dijeron que no tenían una vacante para mí y trabajé de secretario de inspección. Al año me dieron una plaza de alfabetización en un municipio del sur que sólo conocía por el dicho de estar entre Pinto y Valdemoro”, explica el ya retirado maestro, que entró a trabajar en la escuela al enterarse por un sacerdote de que estaban buscando a alguien. “Me uní a los dos profesores que empezaron en 1963, Joaquín y Juan Ángel. Teníamos entonces tres unidades de lo que en ese momento se conocía como Adaptación Profesional, donde preparábamos a los alumnos para que obtuviesen el graduado escolar y pudiesen entrar en las oficialías de electricidad, delineación, forja o contornos”.  

 

Valdemoro era entonces una localidad de apenas 3.000 habitantes, sin agua corriente, sin alumbrado y donde las calles estaban aún por asfaltar. “No había prácticamente aceras. Sólo estaba empedrada la calle Estrella de Elola. En el exterior casi no había luminarias. Los vecinos de mi zona llegamos a un acuerdo con el Ayuntamiento en ese momento para que ellos pagasen el suministro y nosotros la instalación de las farolas”, recuerda Martín, proyectando una imagen del municipio prácticamente inimaginable hoy en día, cuando ya ha superado el umbral de los 81.000 vecinos empadronados.

 

El centro de formación profesional fue creciendo al tiempo al que lo hacía el pueblo transformado en ciudad. Se procedió a la compra de los terrenos colindantes gracias a un donativo conseguido por la reina Sofía, después de su visita a las instalaciones como princesa en 1967, y las especialidades ofertadas fueron creciendo al contar con más espacio y medios. “Fue un gran adelanto para la zona sur, que vivía sobre todo de la agricultura. Antes de que acabasen automoción, los talleres ya estaban pidiendo alumnos. Y al poco de incorporarse, ya les daban puestos de responsabilidad porque salían muy bien formados”, afirma unos de los pocos docentes con los que Valdemoro contaba en aquella época.

 

En la ECAM estuvo hasta 1985, cuando concursó y consiguió la plaza en el colegio Vicente Aleixandre, donde cumplió durante doce años con las obligaciones de director, antes de que el inspector le pidiese que pusiese en marcha, en el año 2000, el nuevo centro escolar Pedro Antonio de Alarcón. “Formar parte de ese proyecto fue un premio a mis 46 años dedicados a la educación. Allí estuve otra temporada en la dirección hasta que me jubilé con 63 años en 2007”, recuerda un valdemoreño de corazón que a su llegada encontró en la escuela comarcal una familia. “Mira que trabajábamos, que teníamos ocho horas de clase diarias con más de cincuenta alumnos de aquí, de Ciempozuelos, de Pinto, de San Martín… pero comíamos todos juntos, me los llevaba los sábados a jugar partidos de baloncesto por ahí y se formó algo muy especial que me costó dejar atrás”.

 

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De alumno a profesor

 

José Antonio Ruiz (Valdemoro, 1967) acompaña a Rafael Martín en el grupo conformado por aquellos vecinos de Valdemoro para los que la ECAM ha sido algo más que una simple escuela. A ella llegó en la década de los ochenta cuando apenas tenía 14 años, con la única intención de continuar sus estudios tras finalizar la EGB, desconocedor de que gran parte de su vida se desarrollaría entre esas paredes. Cursó los dos años de FP1 y los tres de FP2, obteniendo el título de técnico eléctrico, y justo en el verano en el que terminó su formación en las aulas de la calle Estrella de Elola, la Comunidad de Madrid sacó una plaza de profesor para reforzar los cursos que tenían más de veinte alumnos.

 

Corría el año 1986, Ruiz tenía 19 años y daba un peso adelante para empezar una carrera como maestro que prosigue en la actualidad, tras casi 40 años frente a la pizarra. “Al principio tuve mucho apoyo aquí por parte del director Manuel Ibáñez y de los compañeros Carlos Alonso y Luis Miguel San José. Me trataron como a un hijo y me lo facilitaron todo”, expresa un docente que es historia viva de la escuela. “Comencé enseñando electricidad y, en estas cuatro décadas en plantilla, he dado un poco de todo”.

 

Su pasado como estudiante del centro le ha servido curso a curso para empatizar sin gran dificultad con sus alumnos, al recordar las travesuras que él mismo hacía cuando tenía su edad. “Cuando les tengo que regañar se me vienen a la cabeza todos mis despistes o las veces que no prestaba atención. Igual me pongo más en su lugar, o los entiendo mejor, que cualquier otro profesor”, señala Ruiz, añadiendo que, en su opinión, el comportamiento de la juventud no ha cambiado tanto en estos años. “Me dan mucha pena cuando dicen que está perdida, porque no es así. Quizás lo que ha cambiado más es la relación que los padres tienen con los centros”.

 

Presente y futuro

 

En la actualidad, la ECAM cuenta con tres perfiles de alumnos: los 720 que cursan los tres niveles de formación profesional, los 80 que acuden a los cuatro certificados de profesionalidad del Servicio Estatal Público de Empleo (SEPE) y aquellos que la Dirección de Área deriva directamente de los institutos a las Aulas de Compensación Educativa (ACE). “Son estudiantes que tienen un desfase curricular mayor a dos años, que ven al centro educativo como enemigo, o que tienen medidas judiciales. Tenemos dos: una de Comercio y Marketing y otra de Electricidad y Electrónica”, detalla el director del centro, César Rodríguez (Valladolid, 1972), para quien es un éxito que al menos la mitad de estos jóvenes lleguen a matricularse en una FP básica.

 

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El economista empezó su periplo en la escuela acompañando a una profesora en una clase de Contabilidad y Finanzas. Las ganas que percibió en los alumnos lo convencieron para involucrarse más de lleno en el proyecto educativo, sacarse el Certificado de Aptitud Pedagógica (CAP) y entrar como fijo en la plantilla de las instalaciones. En 2008, le nombraron jefe del departamento de Administración y Marketing al ver que tenía iniciativa y, de ahí en adelante, todo fue escalar. Ascendió al puesto de jefe de estudios, donde ya tuvo conocimiento de primera mano de las problemáticas de los estudiantes y de sus familias, y la triste noticia del fallecimiento de la directora Alicia Bárcenas en mayo de 2022, después de que le diagnosticaran un cáncer, lo hizo coger las riendas y convertirse en la cara visible de la institución. “Cáritas nos pidió a mí y a Mariano, que ahora es subdirector, que diésemos un paso adelante. El curso pasado fui un poco con la L. El legado de Alicia fue muy importante. Tenía un gran equipo y consiguió darle una vuelta al centro orientándolo hacia la excelencia desde que asumió el puesto en 2007”.

 

Prueba de su buen funcionamiento es el hecho de que sus indicadores de empleabilidad se encuentren entre los más altos de la Comunidad de Madrid, que posea convenios con más de 400 empresas y que lleve dos años siendo el segundo centro de formación profesional en movilidades Erasmus+ de la región. “Hacen parte de sus prácticas en un país europeo. Creo que llevamos cerca de ocho años con el programa, aunque el paréntesis de pandemia siempre está ahí. Da mucho trabajo, pero para los alumnos es una gran oportunidad al poder trabajar en Francia o en Italia”, indica Rodríguez acerca de un proyecto que también hace gala de la vocación social e integradora que caracteriza a la escuela. “Muchos centros llevan a la élite, pero nosotros intentamos que disfruten de la experiencia los más pequeños, los de Formación Profesional Básica, para que sirva de motivación”.

 

Más allá de las aulas, el colegio valdemoreño cuenta con un plan pastoral que intenta enriquecer a los alumnos desde los valores, organiza jornadas de voluntariado con personas vulnerables, envía a parte de sus estudiantes a realizar el Camino de Santiago cada curso —este año, el grupo de 42 participantes parte el 14 de marzo— y apuesta por un proyecto TIC que busca formar a alumnos que han salido como fracasados de sus centros de Primaria y Secundaria, para que vuelvan a ellos a impartir un curso a los más pequeños sobre el buen uso de las tecnologías. “El cambio que se produce en ellos es muy importante”, declara el líder de una directiva a la que más que red les gusta ser trampolín para los jóvenes que llegan a sus pasillos. 

 

Una apreciación que comparte tanto con Rafael como con José Antonio es que la formación profesional se encuentra en pleno auge. Los tres formadores coinciden en que la población ha empezado a apreciar estos grados y parece haberles quitado la etiqueta de ser la única opción para aquellos que no valen para cursar una carrera universitaria. “Creo que hay un descubrimiento por parte de la sociedad. Siempre ha funcionado y las empresas nunca han dejado de ver el valor añadido que dan, pero es cierto que apreciamos una mayor demanda, que se nota en dos detalles: nuestras aulas están llenas y la oferta de los otros centros educativos cada vez es mayor”, asegura el docente, puntualizando que su bolsa de empleo está casi siempre vacía, porque las empresas demandan enseguida los currículums de sus graduados. “Lo que se necesita ahora es que las compañías apuesten tanto por el sur como por el norte de la región, porque parece que nuestra zona está relegada a la logística”.

 

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Seis décadas en las paredes del Juan Prado

 

Lo vecinos que quieran conocer mejor la historia de la Escuela Comarcal Arzobispo Morcillo pueden visitar, hasta el 20 de marzo, la exposición gratuita que acoge el Centro Cultural Juan Prado por su sesenta cumpleaños. Dividida en seis partes, cada una dedicada a una década, realiza un repaso cronológico por los principales hitos de la institución a través de fotografías, paneles, materiales y documentación como las calificaciones de varios alumnos que han pasado por ella, entre ellos el padre del olímpico Jesús España. “Los profesores se han implicado muchísimo recopilando toda la información. El que pase por allí va a compartir nuestros recuerdos y apreciar que cuando se junta gente buena por un bien común salen cosas muy positivas”, expresa el director, quien inauguró la muestra el pasado 1 de marzo, acompañado por el alcalde, David Conde, y por varios representantes de Cáritas Diocesana de Getafe.

 

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El acto central de este aniversario, que se complementa ahora con la muestra en el Juan Prado, se celebró el 21 de febrero en las instalaciones de la ECAM y contó con la presencia del obispo de Getafe, Ginés García Beltrán, el viceconsejero de Presidencia y Administración Social de Madrid, José Antonio Sánchez Serrano, varios regidores de la comarca, antiguos alumnos y profesores y empresas colaboradoras.

 

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