La psicología es una ciencia que estudia el comportamiento y los procesos mentales de las personas, con el fin de comprenderlos, explicarlos y modificarlos si es necesario. Para ello, los psicólogos utilizan diversas técnicas y métodos, todos ellos basados en la evidencia científica y en la experiencia.
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Sin embargo, la psicología no es, en absoluto, una ciencia exacta. De hecho, hay quien considera que la psicología, además de una ciencia, también es un arte y una profesión que no puede ejercerse si no existe vocación.
Es el caso de José Luis Perrinó, un psicólogo en hortaleza que afirma que es muy importante que un psicólogo haya tenido vivencias personales relacionadas con los casos que trata; es decir, que haya vivido en primera persona o en su entorno cercano situaciones similares a las de sus pacientes.
¿Por qué? Pues porque esto habilita al profesional para tener una comprensión profunda y empática de lo que el paciente realmente siente, piensa y necesita. Y es que no debe olvidarse que los psicólogos no solo trabajan con datos: también han de hacerlo con las emociones, los sueños, los conflictos y las esperanzas de los pacientes que se confían a ellos.
Beneficios de que el psicólogo haya tenido experiencias vitales relacionadas con los casos que trata
En primer lugar, esas experiencias vitales suponen una fuente añadida de conocimiento y experiencia para el propio profesional de la psicología. En este sentido, el psicólogo integra sus propias vivencias en su propio marco de conocimiento teórico y práctico, enriqueciendo su visión de la psicología y de la realidad.
Asimismo, el psicólogo desarrolla comportamientos empáticos con su paciente, puesto que ha vivido en sus propias carnes situaciones similares. Todo esto se traduce en dos beneficios directos para el paciente:
1. Se mejora la relación terapéutica y personal
Si el psicólogo ha tenido vivencias relacionadas con los casos que trata, podrá establecer un vínculo de confianza, cercano y auténtico con el paciente. El paciente se sentirá más cómodo, seguro y motivado para participar en el proceso terapéutico y el psicólogo podrá adaptarse mejor a sus necesidades y expectativas.
2. Aumenta la eficacia de la terapia
Lo anterior conlleva un aumento de la eficacia terapéutica del tratamiento. Y es que el psicólogo con experiencias vitales similares a las de sus pacientes tiene mucha más capacidad para identificar, evaluar y tratar los problemas del paciente, así como para identificar los riesgos de posibles complicaciones o recaídas.
Este tipo de psicólogo dispone de una experiencia propia que no solo le permite elegir la técnica terapéutica más adecuada para cada caso, sino también aplicarla con más destreza y flexibilidad. Además, puede ofrecer a su paciente consejos y recursos prácticos, útiles y relevantes, basados en su propia experiencia.
Añadimos que las vivencias personales del psicólogo no son suficientes, por sí solas, para garantizar el éxito de una terapia psicológica: esas experiencias propias deben servir de apoyo al conocimiento académico y a la experiencia profesional del psicólogo. Y una cosa más, es imprescindible que el profesional evite que sus propias experiencias personales condicionen o interfieran con la terapia del paciente.


















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