
El calvario comenzó en verano de 2022, cuando los inquilinos de los portales 6 y 8 de la calle Hospital y de los números 12 y 14 de la calle Correo comenzaron a percibir un fuerte y constante olor a gasolina.
Imagine una estación de servicio y el olor a gasolina que desprende. Recuerde las incontables ocasiones en las que ha subido las ventanillas del coche a toda prisa para que el olor no penetre en el interior o las veces que ha corrido a lavarse las manos cuando le ha caído un poco de gasolina en la mano. Ahora traslade esa sensación al salón de su casa con un hedor infinitamente más fuerte, ácido y que escuece en nariz y boca cuando se inhala. Es la tortura a la que están sometidos decenas de vecinos de la zona centro desde hace más de un año y que este redactor no pudo soportar ni cinco minutos.
Poco antes del verano de 2022, los inquilinos de los portales 6 y 8 de la calle Hospital y de los números 12 y 14 de la calle Correo comenzaron a percibir un fuerte y constante olor a gasolina. “Desgraciadamente, en Pinto estamos acostumbrados a olores como el de los lodos o el vertedero, pero este claramente no es ninguno de esos”, cuenta una vecina de la mano de su hijo. El Ayuntamiento de Pinto, a través de Policía Local, reconoció en agosto del año pasado que se estaban produciendo “olores muy fuertes en el sótano procedentes de un pozo freático” y solicitó a una empresa que analizase los vertidos.
La inspección se llevó a cabo en uno de los locales pertenecientes a la comunidad de propietarios de la calle Hospital nº8. Allí se localiza un pozo que recoge el agua del nivel freático, es decir, aquella que mayoritariamente procede de la lluvia y que se filtra a través del suelo. Los análisis de la empresa confirmaron las sospechas de los vecinos: el nivel de aceites y grasas en el agua era de 16.768 mg/l, nada menos que 167 veces por encima del valor máximo permitido.
El propietario del local gastó 1.485 euros en noviembre para limpiar el pozo, donde se trataron tres toneladas de residuos de hidrocarburos. Los diferentes análisis han descartado que los aceites y grasas se viertan directamente desde las arquetas de la calle y han especulado con la posibilidad de que “algún edificio en la parte alta de la calle tenga algún depósito enterrado de gasoil o separador de grasas que esté perforado y sea el que está provocando los vertidos”. En opinión de una de las empresas que ha visitado el lugar, hasta que no se encuentre el origen de la gasolina “el problema seguirá existiendo independientemente de que se limpien las arquetas y se retiren los aceites y grasas”.
Sin solución inminente
En medio de la pasividad de la administración pública, el problema se agravó aún más. El local donde se encuentra el pozo freático instaló en enero un ventilador que concentra todo el olor y lo escupe directamente al patio de los vecinos. El hedor ahora es más fuerte y se cuela en las casas de los afectados: “No podemos abrir la ventana ni tender, me da hasta miedo poner el aire acondicionado”, se queja una mujer cuya casa se encuentra justo encima de la chimenea de ventilación. La comunidad asegura además que la obra es ilegal porque no contó con el permiso del resto de propietarios.
Según el informe realizado por uno de los vecinos, antiguo ingeniero de caminos, el sistema de ventilación está provocando un almacenamiento del gas nocivo para la salud. Remitiéndose a la normativa de referencia, concluye que “es necesario que el sistema se apague de forma inmediata” hasta que se cambie por uno nuevo que se adecue a la legalidad y expulse los olores por encima del edificio. También considera imprescindible la colaboración de la administración competente “para que localice el punto de emisión de dicho material tóxico”.
El Ayuntamiento de Pinto, sin embargo, no ha estado hasta el momento por la labor. El pasado mes de marzo, el Canal de Isabel II comprobó el estado de la red de saneamiento de las inmediaciones, en concreto de las calles Correo, Hospital y Coronados, sin que encontrase vertidos producidos por ajenos a la finca. En base a ello, el Consistorio pinteño decidió desentenderse del problema alegando que “es un tema particular de la comunidad de propietarios”.
El nuevo gobierno saliente de las elecciones municipales del 28 de mayo ha retomado su interés por la problemática de los vecinos. “Estamos estudiando el caso y comprobando las actuaciones realizadas para determinar cómo debemos de actuar”, ha explicado a este medio el primer teniente de alcalde, Francisco Pérez.
“Vamos a acabar mal”
El tiempo, sin embargo, pasa lento para estos vecinos que ya no saben qué más hacer. “Nos sentimos indefensos”, reconocen. Por las noches, el olor a gasolina alcanza su pico más alto y logra penetrar en las viviendas a pesar de que nadie se atreve a abrir una simple ventana. Aunque los servicios de emergencia han descartado en más de una ocasión que el hedor sea tóxico, resulta imposible sacar de la cabeza el runrún de cuáles serán las consecuencias de inhalar diariamente un olor como este.
“Nos vamos a envenenar”, alertan impotentes a la vez que reconocen que “no se puede vivir así”. Varios vecinos han acudido al neumólogo e incluso uno de ellos cuenta que se encuentra de baja desde hace un mes: “Me asfixio y en cuanto ando un poco me ahogo”. Todos concuerdan en que no piensan seguir soportando un olor que “provoca picor en la garganta en los ojos” y aseguran que explorarán todas las opciones para protestar, denunciar y reivindicar ante las instancias correspondientes. “No podemos seguir así porque, al final, vamos a acabar mal”.
La España de los perritos | Miércoles, 01 de Noviembre de 2023 a las 13:19:58 horas
Desde la más absoluta discreción, sólo comentar que en la parte alta de la calle Hospital se encuentra una pequeña industria que pudiera ser el origen no intencionado de este problema. Es sólo una observación por si alguien lo considera.
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