“Se acabó”
"Esto es inaceptable. Se acabó. Contigo compañera @Jennihermoso", este tuit de la dos veces balón de oro del fútbol femenino mundial, Alexia Putellas, lanzado tras escuchar el viernes 25 de agosto el discurso casposo de Luis Rubiales, actualmente suspendido por la FIFA de sus funciones de presidente de la Real Federación Española de Fútbol, fue compartido por todas las campeonas del mundo y por multitud de personas, mujeres y hombres en todo el planeta. La solidaridad y el seguimiento en prensa internacional del tsunami #seacabo ha sido rápido y contundente, poniendo al descubierto miles de episodios machistas de abuso sexual en el deporte, ejercido y mantenido por abuso de poder en muchos países a lo largo y ancho del mundo, cada uno de ellos con su Rubiales correspondiente.
El brillante éxito mundial de la selección femenina por primera vez en su historia fue fruto de la solidez de un equipo en el que destacaron muchas individualidades, pero cuyo triunfo ha sido una tarea colectiva. La gesta señala un cambio histórico, la selección es ya inmortal. Hay, sin embargo, algo que tiene mayor importancia. Algo tan prosaico como el reconocimiento, del que se ha privado de manera sistemática a las mujeres que juegan al fútbol. Hoy pueden decir que existen, que han vencido todas las dificultades. No hay copa que premie esa victoria.
Pero aún hay más. La prepotencia del machismo imperante en el fútbol representado estelarmente por ese troglodita que dirigía la Federación, el tal Rubiales, ha puesto a la luz el machismo recalcitrante de las instituciones futbolísticas españolas (y de otros países). Ante ello, el grito definitivo del fútbol femenino, “se acabó”, secundado por la gran mayoría de la sociedad española y que ha encontrado multitud de aliadas y aliados internacionales, ha levantado un tsunami solidarizándose con el hartazgo de nuestro equipo.
Por suerte, el famoso beso, tocamiento de genitales y otros sórdidos gestos y actitudes se cometieron en un momento y contexto totalmente desafortunado para la caverna, que se muestra más y más lejos y fuera de la sociedad actual. El argumentario rancio y casposo de Rubiales (“no voy a dimitir, no voy a dimitir, no voy a dimitir, no voy a dimitir, no voy a dimitir”), aplaudido por casi todo el staff directivo de la Federación, es una muestra de que estos señores aún no se han dado cuenta que algunas variables se escapan en ocasiones puntuales al juego de poder/dominación al que están acostumbrados.
Pero hay más. Otro partido, aún más importante, todavía está en marcha y no conocemos el final, aunque vamos conociendo mejor las reglas y sabemos que no va de un “falso feminismo” ni de una conspiración de un puñado de políticos. Las campeonas del mundo se han enfrentado a un Goliat gigante jugando duro, pero no puede haber otro final que un rotundo y definitivo triunfo porque la gesta señala un cambio histórico: “Se acabó”.
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