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Indignada

Viernes, 17 de Junio de 2011 Tiempo de lectura:

Con relación a los acampados, indignados, 15M, o como quiera designarse al movimiento de ciudadanos que comenzó en la Puerta del Sol y se ha extendido por tod a Espña y por el mundo y cuyo objetivo utópico es "cambiar el mundo", la autora dice sentirse "indignada con muchos de los progresistas de toda la vida. De los progresistas que parecen tener una ficha donde apuntan actos 'progres' y cuando llegan al cupo de 10, ya tienen justificación para varios años. De los progresistas que hablan mucho y hacen poco".

No, no voy a hablar de los últimos sucesos, ni de mi solidaridad, ni de mi comprensión, ni siquiera voy a explicar por qué me siento parte de este movimiento ni por qué soy una más. Hay cosas que si tuviera que explicar, dejarían de tener sentido.

Hoy estoy particularmente indignada con muchos de los progresistas de toda la vida. De los progresistas que parecen tener una ficha donde apuntan actos “progres” y cuando llegan al cupo de 10, ya tienen justificación para varios años. De los progresistas que hablan mucho y hacen poco, de los que nunca verías aguantar el tipo levantando las manos o una flor, si supieran con certeza que pueden terminar con puntos de sutura en alguna parte de su sagrada anatomía.

Me parece que no estamos para pedir explicaciones, sino para dar ideas. No estamos para sonreír con un deje de tristeza calculada y, utilizando un odioso paternalismo, comentar en nuestro entorno cómodo junto a un café que esto se terminará, que se cansarán y no se habrá conseguido nada. Con ese derrotismo tan hermoso y tan intelectual que tan bien se da en ciertos contextos ideológicos y que tanto daño hace cuando hay que dar la cara de verdad.

No me da la gana pensar así ni admitir que otros lo hagan. ¿Cómo podemos nosotros ni siquiera juzgar el más ínfimo pelo de los jóvenes -y no tan jóvenes- que forman parte de esta “revolución”? ¿Cómo, si nosotros no hemos conseguido ni prevenir, ni detener la oleada de neoconservadurismo extremo que se nos ha venido encima? ¿Desde qué altura moral se permiten algunos poner en duda la legitimación ética, la oportunidad o el buen desenlace de esa impresionante manifestación popular?

¿Cómo se puede pretender que en unos días, personas de diferentes ideologías redacten un programa que ni los partidos más “curtidos” han sido capaces de mostrarnos en años? ¿Por qué, personas autodenominadas de izquierdas, que se suman de forma cómoda a las protestas para guardar las apariencias, muestran una superioridad mal disimulada, dando por hecho que este fenómeno se disolverá sin mayores consecuencias? “Qué gracioso es mi niño cuando coge la rabieta, menos mal que después se le pasa, se va a la cama y nosotros nos quedamos arreglando el mundo…” Una vez más, la prepotencia y la soberbia de los que no se enteran de nada.

Parece que algunos individuos no han aprendido tanto como creen o han perdido una capacidad de ver más allá, que tal vez nunca tuvieron. Nos están dando una lección desde muchas plazas y es el momento de aplicarse y aprovechar las enseñanzas. Los maestros también tienen mucho que aprender y los buenos maestros lo saben.

Por supuesto que no será hoy ni mañana, pero una semilla no se convierte en árbol en unos días. Y esa semilla está ahí, y se verá en forma de nuevas manifestaciones espontáneas, concentraciones, y una progresiva participación real de la ciudadanía en la vida política a través de todos los cauces posibles, que son muchos. Que nadie se engañe, que no piensen que si un día las plazas se quedan vacías y se retorna a la vida “normal”, será síntoma de cansancio o prueba de la debilidad de un “movimiento juvenil transitorio”. No, el movimiento, que además es de todos, sin edad ni color, se ha iniciado y no se detendrá. Estaremos ante un mar de fondo en el que los teóricamente expertos verán sólo olas lentas, suaves y regulares… sin percatarse de la marejada que tarde o temprano les vendrá encima.

Podéis llamarme ilusa, pero he observado ilusión y esperanza en ojos que han visto muchas más cosas que los míos, y eso duplica la mía.

Nuestros abuelos se dejaron la vida en los paredones, las celdas y las cunetas. Nuestros padres vivieron la represión, muchos se dejaron la piel o los mejores años de su vida. Hemos disfrutado de innumerables cosas que otros consiguieron y que estamos perdiendo día a día ¿Cómo podemos permitirnos el lujo de ni siquiera dudar de la posibilidad, de la capacidad de cambio que entraña este movimiento? Yo me niego a hacerlo.

*Mayte de Pedro es militante del MIA-Pinto.

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