
La reina de copas dice adiós a una exitosa carrera futbolística en la que solo pasó por dos equipos, Navalcarnero y Móstoles, pero con los que consiguió más de una veintena de trofeos.
Otra de las estrellas del firmamento deportivo de Pinto ha colgado las botas. Siguiendo los pasos de Alberto Contador, Sandra Aguilar o Sergio Rodríguez, la jugadora de fútbol sala, Patricia Chamorro (Salamanca, 1986), ha anunciado su retirada tras 23 temporadas en activo. La reina de copas dice adiós a una exitosa carrera futbolística en la que solo pasó por dos equipos, Navalcarnero y Móstoles, pero con los que consiguió más de una veintena de trofeos.
Su vitrina de éxitos no ha pasado nunca desapercibida en Pinto, que en 2014 puso su nombre a uno de sus complejos deportivos. Ahora, Chamorro, que temporalmente ha dejado a un lado su puesto como profesora de Educación Física para trabajar como coordinadora de Deportes en el Ayuntamiento de Móstoles, quiere tomarse un descanso del deporte que tanto ama.
Y tras 23 temporadas, finalmente, llegó el día. ¿Qué motivos te han llevado a retirarte?
Un poco por todo. Ha habido motivos deportivos, físicos, laborales y que la cabeza me lleva tiempo diciendo que es el momento. Me propuse que solo continuaría si jugaba la fase final de la Copa de España, así que cuando nos eliminamos tomé la decisión en el mismo autobús de vuelta. Es la pena que me queda, llevar tantos años sin jugar la que era mi competición porque ese ambiente tan chulo no lo vives en otro momento y lo he echado mucho de menos.
En toda tu carrera has pasado únicamente por dos equipos, Navalcarnero y Móstoles, ¿eres capaz de elegir a uno?
A quién quieres más, ¿a mamá o a papá? No puedo contestar porque cada uno me ha dado una cosa distinta. En Navalcarnero empecé, apostaron por mí desde canija y gané mis primeros títulos. Pasamos de ser un equipo recién ascendido a ser de los más importantes, mientras que en Móstoles ha sido al revés.
Es verdad que me fui de Navalcarnero regular por una serie de circunstancias, si no me hubiera quedado porque yo, si estoy en un sitio, no me voy. Móstoles me devolvió la ilusión que había perdido y me ha permitido disfrutar como una enana.
¿Alguna vez llegaste a soñar con todo lo que has conseguido en estos años?
No, de hecho acabé en el fútbol sala de rebote. Dos semanas antes de fichar estuve viendo la final del Torneo de la Comunidad entre, precisamente, Navalcarnero y Móstoles. No tenía ni idea de que existía el fútbol sala a ese nivel y cuando vi el partido pensé ‘ostras, quiero esto’, y a las dos semanas estaba entrenando. Es esa cosa de saber lo que quieres desde pequeña, pero no lo conoces porque no le dan difusión y no tienes esos referentes femeninos.
Una vez llegué quería ser la mejor. Es muy difícil, uno año por reconocimientos lo conseguí, pero me da igual: sé que he dado un nivel altísimo y he tenido mi recompensa con títulos y las convocatorias con la selección española. Pero cuando de verdad sientes que has recogido tus frutos es cuando anuncio mi retirada y me escribe tanta gente porque piensas que algo has hecho bien.
¿Esas carencias que sufría el fútbol sala femenino cuando entraste siguen presentes?
Evidentemente algo ha mejorado y los recursos de los clubes han cambiado, pero ni mucho menos en consonancia con el tiempo que ha pasado. Antes estábamos a la par o incluso mejor que el fútbol femenino, y ahora nosotras seguimos igual y el de ellas se ha disparado.
Es cierto que hemos mejorado con las redes sociales porque es más fácil tener visibilidad y que cada vez más equipos pueden ser profesionales, que son cuatro o cinco como mucho. Los demás seguimos igual, Móstoles por ejemplo tiene casi la mitad del presupuesto que cuando llegué hace 12 años, porque las ayudas siguen siendo las mismas y sigue costando encontrar patrocinadores y dinero.
¿Qué ha ocurrido para que un deporte despegue y el otro no?
Hay dos factores. Uno es que al fútbol sala le consideran un derivado del fútbol 11, su hermano pequeño, pero somos un deporte completamente diferente. Y a otra gran diferencia es que no contamos con un patrocinador muy potente que nos respalde. Además, cuando se ha pedido ayuda al fútbol femenino siempre hemos encontrado buenas palabras, pero al final va a su bola.
¿Afecta también al número de jóvenes que se interesan por vuestro deporte?
Sí, ahora toda niña buena que hay se va al futbol porque es el ‘boom’, es lo que ven en la televisión y, a lo mejor, no saben ni que existimos. Mucha culpa la tiene que el Barcelona gane tantos títulos y que ahora se haya metido el Real Madrid. Pero lo entiendo, porque muchas veces he fantaseado con haber jugado en el Madrid si el mundo del fútbol hubiese estado así cuando era joven.
¿Es la espina más importante que se te queda clavada tras estos años?
Puede ser una de ellas, sí. Nosotras lo hablamos muchas veces, que salvo algunas jugadoras concretas el resto recibimos una remuneración mínima. La Federación se inventó una palabra, ‘liga profesionalizada’, que significa lo mismo que antes, que el fútbol sala es un deporte amateur con dedicación profesional en todos los sentidos.
¿Seguirás ligada al fútbol?
Quiero dedicarme un poquito más a la escuela que lleva mi nombre en Pinto porque les dedico mucho menos tiempo del que me gustaría. También estoy haciendo el curso de nivel B de entrenador, aunque necesitaría el de nivel A y luego el FIFA para entrenar en Primera División. Pero de momento no me ha picado el gusanillo de ser entrenadora, todavía estoy con el chip de jugadora.
¿Qué es lo que más vas a echar de menos?
El día a día, estar desde el lunes metiendo caña. Me flipa jugar, pero entrenar me encanta y siempre he ido a darle todo. Ha habido jugadoras a lo largo de la historia que, de manera innata, han sido muy buenas, pero yo he sido una jugadora que me he tenido que hacer y muchas de las cosas que he conseguido han sido a base de currar mucho. Entendía esa cultura de trabajo desde bien pequeñita y hoy en día sigo haciéndolo igual.
¿Es esa una de las lecciones más importantes que te ha regalado el fútbol?
Sí, me ha obligado a ser más ordenada en mi vida porque sino no podía hacerlo todo. También me ha enseñado a ser competitiva y, a la vez, controlar ese afán de competición para que no se me fuera de las manos. En esta vida tienes que ser humilde porque luego, en cuanto subes un poquito, te meten el hachazo y te vas abajo.
Tuve la suerte de tener muy veteranas desde el principio y eso me enseñó a serlo yo también. El deporte es muy rico en valores y tienes que ser inteligente de saber cogerlos.
¿Con qué momentos te quedas de tu trayectoria?
Con tres, el primero mi debut con la selección. El seleccionador me llamó por teléfono a las 3 de la mañana porque se había lesionado una compañera y quería que fuese a Brasil, pero yo no me lo creía y tuvo que hablar conmigo mi presidente para convencerme. Luego, en el partido, salí en el minuto 8 de la primera parte justo para colocarme en la barrera de un tiro libre, pero tuve la mala suerte de que tocó en mi pierna y fue gol. El entrenador pensaba que me vendría abajo, pero animé al resto a levantar el resultado y al final ganamos.
También me quedo con mi segunda Copa de España con Navalcarnero que ganamos en Pinto y con el día en el que logramos la permanencia con el Móstoles, que venía de unos años muy malos en los que el club se había quedado sin ayudas y podía desaparecer si bajaba a Segunda División.
















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