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Valentín Coronel

Contra la violencia sin distinción, lectura

Martes, 14 de Junio de 2022 Tiempo de lectura:

Es una lástima que no me leas.

 

Alguna vez intentamos dialogar contigo amistosamente, pero siempre vences. Tus convicciones son tan profundas que no dejan espacio a las razones.

 

Caíste en los miles de “clickbait” de un partido político con nombre en latín y Pantone ecologista. No es una casualidad retorcida: el fascismo siempre fue puro marketing, al igual que el marketing cada vez esté más cargado de mentiras. Pero esto te lo cuento otro día, aunque no quieras escucharme. He descubierto -y esto te alegrará- que yo también soy muy español: llevo en los genes lo de hablar sin que me presten atención.

 

Entiendo que no me leas. Soy “demasiado buenista” y peligrosamente escorado a la izquierda, lo que me convierte en alguien que, en vez de salvarse de un terremoto, intentaría llegar a un acuerdo con las ondas sísmicas (Sí, los de izquierdas somos tan guays que creemos en un consenso: el nuestro).

 

En fin, entiendo lo que te ocurre: quisiste una revolución y te encontraste la marca blanca de la libertad. El IBEX te pasó por encima y la burbuja inmobiliaria te estalló en la jeta. Un día te viste como “La chica de ayer”, mayor y fuera de sitio. De repente, apareció un tipo con pecho hercúleo y discurso pausado, mascando cada palabra como si fueran verdades. Suficiente; para ti lo fueron. Sabes lo que pienso: nada une más que el odio y en el partido de las tres letras tienen bilis para todos. Aquel señor de brazos tan fuertes como cortos, hijo estético de los Peaky Blinders y un hípster de Malasaña, puso nombres a su credo con pocas palabras y menos ideas (Progresía, Inmigración, Feminazis, Lobby gay, Provida, FAMILIA-DE-VERDAD). El señor de los ojos de hielo te prometió el regreso de un imperio y quizá la juventud perdida. Te pusiste una bandera en la muñeca y te sentiste en la época del instituto, cuando el tupé era más grande que el ego.

 

Te sientes bien porque tienes compañía. Como tú hay mucha gente que se siente identificada con el enfado asilvestrado. La culpa de sus males no es “el ladrillazo”, la pandemia, o la pura dejadez vital, sino el africano que salta la valla o la mujer hasta los ovarios de ser ninguneada. Es curioso, y hasta incomprensible: la gente cercana que conozco y vota al partido de las tres letras no suele tener mal fondo. Quieren “un cambio”, el que sea, aunque suponga gritar “Viva España” cuando ve su nevera vacía. Supongo que eso mismo debieron pensar los que votaron a un tal Adolf tras El Crac del 29.

 

Te escribo, aunque no me leas, porque estoy triste. Me siguen llegando noticias de colegios en los cuales hay niños que llaman abiertamente “maricones” a sus compañeros de clase, y los padres los exculpan “porque somos del partido de las tres letras”. Redacto este artículo porque he visto a Pinto en las noticias por culpa de un malnacido que ha acuchillado a su pareja y el partido al que votas sigue hablando de “violencia sin distinción de género”. Por cada hombre muerto a manos de sus parejas (en su mayoría, a manos de otros hombres), se asesina en este país a una docena mujeres.

 

Por eso te pido, aunque no me leas, que al menos sí eches un vistazo al programa del partido al que apoyas, que busques datos y compruebes cómo la ideología basada en odio y mentiras puede hacer más daño del que piensas.

 

Como sé que, a pesar de tu enfado con el mundo, tienes buen fondo, al menos votarás sabiendo lo qué estás haciendo.

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