
Lejos del mito del pintor bohemio, Córdoba hace un balance de su carrera artística, curtida entre la calle y el taller, con motivo de su nueva exposición en Getafe.
El barrio madrileño de Chamberí no solo tuvo la suerte de presenciar el discurrir de los días de Sorolla durante su estancia en Madrid, sino que también vio nacer a uno de los mayores admiradores del pintor valenciano: Ramón Córdoba (1953), afincado en Pinto desde hace casi cincuenta años. Córdoba expone algunas de sus creaciones en Getafe con motivo del Premio Ciudad de Getafe, con el que se alzó en 2020. Bajo el título “Viaje” —elegido “al azar”, según el propio autor— una veintena de pinturas dialogarán entre sí mostrando algunas de las travesías en las que se ha adentrado el pintor estos últimos años.
Uno de los cuadros que captan gran parte de las miradas y del tiempo de los visitantes que acuden a la Sala de Exposiciones Lorenzo Vaquero, ubicada en Getafe, es el de una peluquería china. Tres de las obras que reúne “Viaje” corresponden a su estancia en China, en Luzhi, una pequeña ciudad conocida como “la pequeña Venecia” por su parecido con los canales de la urbe italiana. El pintor viajó al continente asiático como profesor de la Asociación de Pintores y Escultores de España y, durante quince días, pudo trasladar sus conocimientos a los alumnos de la región: “Tenía un concepto de China y cuando llegué allí lo cambié por completo”.
Pese a que tradicionalmente se le ha asociado con la pintura rápida —la técnica al aire libre tan emblemática de los impresionistas— por haber ganado más de 300 certámenes de este tipo, el artista se distancia de esta “etiqueta” al considerarse “un pintor de lo que sea”. Aun así, asegura que prefiere la calle al taller porque le apasiona “luchar” contra la luz natural: “Todo lo que puedo pintar al natural es mucho más emocionante. Y, además, la pintura rápida causa mayor impresión, la gente se sorprende de que acabe un cuadro en cinco horas”, defiende.
Uno de esos certámenes de pintura rápida que el pinteño nunca olvidará es el que ganó por primera vez en el Retiro de Madrid: “Recuerdo que se presentaron 1.600 pintores de España, Francia y Portugal y cuando escuché mi nombre no me lo podía creer. Pinté el monumento de Alfonso XII desde un lateral y gustó mucho al jurado”, recuerda con nostalgia Córdoba, que lleva tres años sin presentarse a un concurso de este tipo.
Además de Joaquín Sorolla, los referentes de Córdoba se pueden encontrar en la pintura española del siglo XIX: “Me tienen impresionado Fortuny, Cecilio Pla o Francisco Pradilla. Cuando eres joven te intentan meter a la fuerza a Velázquez y a Goya, pero poco a poco he ido descubriendo pintores que no son tan conocidos, pero que tienen obras fabulosas. El conocimiento hace que te gusten más cosas”, sentencia Córdoba, apasionado confeso del luminismo español.
Pintor “de lo que sea” durante 60 años
Con una carrera artística de más de sesenta años, el pintor ha tenido tiempo de presenciar la evolución del mercado del arte en España: “Ahora todo se ha convertido en un negocio”, considera. Sin embargo, asegura que él continúa trabajando “igual” que cuando empezó y que ya no pinta “por compromiso” sino “lo que me apetece y cuando me apetece”.
Córdoba desromantiza el oficio del artista, para él algo incompatible con “sacar adelante a una familia”. “Yo no he sido un pintor bohemio de esos que salen en las películas francesas: yo he pagado la luz y el agua”, declara, autodefiniéndose como “trabajador” por encima de “artista”.
Desde 1991, Ramón Córdoba es profesor de Dibujo y Pintura en Pinto, donde reside desde los 25 años, cuando se enamoró del encanto de “pueblo manchego” que encontró en el municipio y especialmente del parque del Egido, escenario en el que sus hijos aprendieron a montar en bici. El 3 de junio, el artista será el encargado de dar el pregón en las Fiestas del Cristo de Pinto.
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