
Cristian Sánchez se encontraba recorriendo Eslovaquia con un coche de alquiler cuando se produjeron los primeros bombardeos rusos. Decidió cambiar su destino y viajar a Ucrania y, ahora mismo, se encuentra ayudando a salir del país a una madre y a su hijo.
Son las 12:00 horas. El pinteño Cristian Sánchez (Pinto, 1998) se encuentra al volante del coche que ha alquilado en Eslovaquia, transportando a una madre ucraniana y a su hijo desde un refugio en Leópolis hasta la frontera con Polonia en Krakovets. “Estamos a menos de una hora y media y he decidido acercarlos, porque al llevar un vehículo con una matrícula extranjera tengo prioridad”, explica el joven, que finalmente ha decidido dejarlos en la ciudad polaca de Rzeszów.
Tras haber ahorrado durante unos meses trabajando en España, este joven vecino de Pinto había decidido irse a Eslovaquia y recorrer el país. Fue allí donde le pillaron los primeros ataques del ejército ruso en territorio ucraniano. “Estaba cerca de la frontera y decidí ayudar en lo que pudiese”, comenta. Así pasó Cristian de ser turista a voluntario en uno de los campos de refugiados situados en la línea divisoria entre ambos países.
En el campamento se encontró sobre todo con mujeres, niños y personas mayores —los hombres ucranianos de 18 a 65 años están obligados a quedarse y luchar— que, aunque llegaban llorando, entraban aliviados por sentirse a salvo en un país de la Unión Europea. “Muchos tenían familias en otros países e iban a mover desde allí”, aclara Cristian. “Lo que más pena me ha dado es ver cómo la mayoría no sabe si podrá volver en algún momento a su casa”.
En coche por Ucrania
Tras ver cómo llegaba la gente al campamento, el pinteño tomó la decisión de entrar en la zona oeste del país. “Pregunté si era seguro y me dijeron que sí, y entonces pasé la frontera”, aclara el joven, quien pudo ver al entrar la enorme fila de coches, en el otro sentido, que esperaban para abandonar el país.
Desde ese momento, Cristian no ha parado de recorrer kilómetros por las carreteras ucranianas. Durante sus viajes ha podido ver varios carteles contrarios a Putin con mensajes como “¡Buque de guerra ruso, vete a la mierda!”, una frase que se ha convertido en un símbolo de heroicidad en el país, por ser lo último pronunciado por un soldado ucraniano en el ataque a la isla de la Serpiente.
En su cuenta de Instagram (@lost_cristian) ha documentado su paso por la ciudad fronteriza de Uzhgorod, por Ivano-Frankivsk, donde el ejército ruso ha bombardeado el aeropuerto, y por varios refugios a más de dos metros de profundidad —a salvo de los bombardeos—, en los que ha conocido a familias como a la que se encuentra ayudando en este mismo momento.
Con ellas se comunica en inglés o empleando el traductor del móvil. Sus días en el campamento de refugiados le sirvieron para aprender el alfabeto ucraniano y alguna palabra básica como "gracias", lo que le ha valido también para darles confianza a estas personas e invitarlas a que compartan con él sus historias.
“Ayer estuve con un hombre de Járkov que lo ha perdido todo. Su familia ya está fuera de Ucrania y él se iba hoy a combatir”, comenta Cristian, sorprendido con las historias personales que está descubriendo y con cómo muchos ciudadanos deciden arriesgar su vida por su país. “También he hablado con un chaval que tiene a su madre en Kiev y se niega a abandonar la ciudad por seguir ayudando allí a sus vecinos”.
Lo que más ha sorprendido al vecino de Pinto en estos días en el país europeo ha sido la generosidad de los ucranianos con todos aquellos que se ofrecen a ayudar y su rechazo total a la situación en la que se encuentran. “Condenan totalmente la invasión, pero están dispuestos a darlo todo por su tierra”, concluye el joven, quien tiene que volver en avión a Madrid el día 11 de marzo, pero espera regresar a Ucrania en cuanto pueda para seguir colaborando.
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