Los famosos Fondos Europeos han llegado a Pinto. La iniciativa NextGeneration, dotada con más de 7.500.000 millones de euros, busca recuperar al continente de los daños económicos y sociales causados por el coronavirus. El reparto se realizará de forma discrecional por parte de cada país de la Unión Europea a través de subvenciones.
Pinto podría llegar a recibir 8 millones de euros para realizar todo tipo de proyectos relacionados con el desarrollo sostenible, la movilidad y el apoyo al comercio local. Sin embargo, al entrar en detalle en las propuestas, resulta del todo incomprensible saber cuál es el objetivo real. Entre los términos empleados por el Gobierno -y que, no se molesten, no aparecen en ningún diccionario- se encuentran la creación de una “ecopasarela” o una futura “malla verde interna de conexión”. También habrá que acostumbrarse al “Paseo Estancial” de la calle Cataluña, al “Paseo de los Equipamientos” de la calle Asturias y al “Paseo Ecosistémico” de la avenida Juan Pablo II.
Las primeras traducciones al lenguaje del pueblo llano de estas iniciativas no son demasiado halagüeñas. En el Plan de Acción Local de la Agenda Urbana, que costará 242.000 euros, los anunciados “proyectos transversales basados en la formación y la participación ciudadana, siempre desde parámetros de desarrollo sostenible” han resultado ser realmente simples gastos en comunicación, charlas y dietas. “Es difícil que todo esto se vea reflejado en la calle”, han llegado a reconocer desde Unidas Pinto, una de las tres patas del Gobierno de coalición.
Todos estos tecnicismos tienen dos propósitos muy alejados del principal objetivo de las ayudas, que no es otro que superar la tremenda crisis que ha provocado el covid. El más obvio: dar a los proyectos más entidad de la que realmente tienen. Por otro lado, el Gobierno está introduciendo la etiqueta “bio” o “eco” a cualquier iniciativa para intentar tapar su incongruente postura respecto a las continuas ampliaciones del vertedero.
El torpe intento de lavado de cara no ha pasado desapercibido para los vecinos, que han tirado por tierra el también anunciado Plan de Biodiversidad para el barrio de La Rábida. “Plantamos cuatro árboles y ya queda limpia nuestra conciencia”, se ha podido leer entre los cientos de comentarios críticos al respecto.















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