Puede que no reconozcas su cara, pero seguro que sin saberlo has compartido sus pollos, fantasmas, moscas y cientos de dibujos que han trazado sus manos.
El pinteño Juan Monge (Alicante, 1982) es también Mongedraws. Juan es director de operaciones en una importante empresa multinacional donde trabaja desarrollando software para el sector de alimentos y bebidas; Monge es un humorista gráfico al que siguen decenas de miles de personas en redes sociales gracias a sus irreverentes y singulares dibujos que hoy plasman camisetas, mecheros o cuadernos.
Este alicantino de nacimiento, murciano de corazón, llegó a Pinto en 2014 cuando su empresa decidió abrir una oficina en la capital. “Mi padre era guardiacivil, así que de pequeño viví por toda España y siempre fui ‘el chico nuevo’ en el colegio. Hoy viajo por todo el mundo con mi empresa. Creo que el hecho de cambiar tanto de sitio me ha curtido el carácter”, cuenta Juan, hoy informático y humorista, felizmente afincado en la ciudad pinteña.
Nace Mongedraws
“Al que le gusta dibujar, dibuja toda la vida”, cuenta Juan. Él empezó pintando de pequeño con su madre y los lienzos no dejaron de acompañarle durante toda su vida, ya fuera el margen de un cuaderno mientras estudiaba, en la servilleta del restaurante donde comía junto a sus compañeros o en la Tablet que decidió comprarse como capricho, tirado en el sofá.
Pero fue en el hospital de Getafe, mientras esperaba noctámbulo e impaciente el nacimiento de su segunda hija, cuando los garabatos de Juan se convirtieron en la semilla de un prometedor negocio: dibujó una patata muy brava. “Era una patata, hacha en mano, disfrazada de William Wallace en la película Brave Heart. Hoy todavía sigo vendiendo camisetas con ese dibujo”, desvela el de Pinto.
¿El proceso para bocetar una patata brava? “No sé, será alguna especie de tara mía”, dice Juan riendo. “Siempre he disfrutado del humor. Me paso la mitad del día riéndome, pero ¿cómo llego a eso? No lo sé. Te puedo decir que tras patata brava llegó filete empanado y otros 15 dibujos más de alimentos que atravesaban diferentes estados sentimentales”.
Fue así cómo, lo que empezó siendo una válvula de escape para un trabajo tremendamente exigente, se convirtió en Mongedraws, el alter ego de Juan y una exitosa empresa de humor gráfico a través de la que ha trabajado con importantes empresas y con la que sus dibujos han dado la vuelta al mundo. “Sí, aquello en principio era un hobby para descargar el estrés diario. Pero al final, si no eres muy listo, como yo, lo conviertes en un segundo trabajo”.
De hobby a trabajo
Los primeros seguidores de Mongedraws fueron los familiares y amigos de Juan. “Subía mis dibujos a mis redes sociales personales y me reía con mis colegas. Fue mi mujer la que me convenció de que eso gustaba más de lo que yo pensaba y que ahí había negocio. En 2017 cree una cuenta donde ya tenía miles de seguidores y mis dibujos eran compartidos de forma asidua por perfiles de humor como Cabronazi [que aglutina más de 11 millones de seguidores] donde obtenían muy buenas reacciones. Ahí me dije: bien, esto vale dinero ¿cómo puedo sacarle punta?”.
Juan decidió ceder los dibujos de Mongedraws a una compañía que se encargara de venderlos -en www.mongedraws.com puedes conseguir libretas, camisetas, calcetines o mascarillas con sus dibujos- y, también, ofrecer sus servicios de diseñador a diversas empresas. Desde entonces, los dibujos de Mongedraws son un fijo permanente en las campañas publicitarias de multinacionales como los mecheros Clipper -con quienes lleva trabajando seis años-, la famosa Satisfayer o la tienda erótica Platanomelón, pero también para firmas pequeñas como la empresa creada por el oro olímpico de tiro al plato, Alberto Muñoz, que encargó a Juan la creación de diseños para una línea de ropa.
Así, desde 2015, Juan es pluriempleado. “Yo no quiero dejar mi trabajo como informático. Es algo que me apasiona, soy muy bueno en lo que hago y me siendo cómodo haciéndolo. Además, el Juan informático es un tío majo al que tengo mucho cariño y ha ayudado mucho a Momgedraws: sabe de algoritmos, redes, precios, clientes y cómo negociar, algo muy importante en el maltratado mundo de los ilustradores gráficos”.
Juan confiesa que, pese a que cada vez son más las empresas que reconocen el trabajo de artistas y humoristas gráficos, en multitud de ocasiones ha tenido que enfrentarse a empresarios que han menospreciado su trabajo. “‘¿Me vas a cobrar por un dibujo? o ‘Esto házmelo gratis que lo van a ver todos mis clientes’ son frases que he escuchado multitud de veces en estos años”.
Para cada diseño, Juan dedica 20 minutos para bocetarlo y entre una y tres horas para digitalizar el dibujo. “Hago malabares para sacar tiempo. Al final a esto le dedico unas 20 horas semanales, las noches de lunes a viernes y lo que rasque del fin de semana”, explica el diseñador, que asegura que estos años se le han pasado “rapidísimo”.
“Las ideas me han surgido de repente, nunca me he frustrado porque no saliera nada. Intento que todo lo que haga siga siendo divertido, tiene que tener gracia y tiene que apetecerme hacerlo”.
Humor sin barreras
Algunos de los dibujos de Mongedraws están relacionados con el denominado “humor verde”. Dos pianos electrónicos manteniendo relaciones (órganos sexuales), una espinilla masturbándose (grano pajero) o un insecto con prominentes testículos (mosca cojonera), forman parte de su alijo de dibujos controvertidos.
“El contenido sexual a través del humor gráfico está en auge. Sigue existiendo algo de tabú y de vergüenza en el sexo y, al hacerlo desde el punto de vista del humor y con dibujos, siempre es más fácil. En redes sociales no puedes jugar con fotografías en ese sentido, porque te las bloquearían. Ahora sí, puedes dibujar un par de pelotas enormes que no pasa nada, pero no se te ocurra compartir un pezón femenino”, opina Juaññn acerca de la doble moral de internet.
Sobre los polémicos límites del humor -en diciembre el cómico David Suárez fue finalmente absuelto por su chiste verde donde citaba a personas con síndrome down-, Juan lo tiene claro. “El humor negro siempre ha existido y reírse de las cosas malas nos ayuda a superarlas. El problema es cuando dejas de hacer humor para hacer gracia y lo haces con intención de rebasar los límites. Todo es cuestión de tu intención. Hay humoristas que se centran en buscar el chiste que saben que va a causar malestar a los demás y eso no es humor, ese es ser la mosca cojonera”.
A excepción de algún cibernauta cabreado, Juan confiesa que él no ha tenido que enfrentarse a grandes críticas sobre su trabajo ni a histriónicos comentarios en redes sociales. “Las redes sociales son una herramienta maravillosa con un doble filo. Aunque pueda sonar impopular, hace años había un tonto en el pueblo y allí se quedaba: ahora a ese tonto le hemos dado un altavoz con el que puede llegar a todo el mundo”.
Ladrones de ratón blanco
“El mero hecho de reclamar a alguien que deje de robarte cuesta dinero”. Durante todos estos años de éxito personal Juan ha tenido que lidiar con el principal problema de los diseñadores gráficos en internet: el atraco a la propiedad intelectual. Sus dibujos han sido plagiados y reproducidos en cientos de páginas web, donde se lucran vendiendo posters o camisetas de sus diseños sin siquiera citarle.
“Al principio no ganaba para burofaxes -cuenta Juan-. Luego pasé a pedirles educadamente que dejaran de hacerlo a través de mis perfiles en redes sociales, donde lo veían miles de personas”. El pinteño confiesa que ha pasado de “afilar el cuchillo por las noches mientras dormía” a convivir el robo y el plagio. “Al final no puedes acabar con ello porque es internet, es imposible luchar y ganar. Para mí, saber que saco una sonrisa a la gente de vez en cuando es el mejor de los regalos”.
Juan es, además, una inspiración para muchos jóvenes que sueñan con vivir de la ilustración. El pinteño tuvo la oportunidad este mes de febrero de compartir un rato con los alumnos de 5º y 6º de Primaria del colegio Mirasur. “Hablamos sobre el mito de que las artes y la ilustración no tienen proyección profesional, de talento versus dedicación, de creatividad y de inspiración”, cuenta Juan. “Acabé sorprendido por la implicación de los alumnos en la charla y por el mar de manos levantadas en la ronda de preguntas. Ha sido una experiencia maravillosa que espero poder repetir”.
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