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Agustín Alfaya Rodríguez

Crueldad

Martes, 08 de Febrero de 2022 Tiempo de lectura:

¿Se acuerdan del movimiento de ‘los indignados’? ¿Recuerdan las ‘mareas’ de todos los colores (blancas, verdes, violetas, rojas, naranjas…)? ¿Los ‘Stop desahucios’, las propuestas de erradicación del bipartidismo (PPSOE)​ y la urgencia del primer punto del decálogo del 15M: listas electorales abiertas para dar el poder de elección al pueblo soberano y no a los partidos?

 

Pues todo esto se ha agolpado hoy en mi memoria ilusionada entonces: eran días de rosas y vino al poner en conexión dos noticias contradictorias (lo son para mí). Por un lado, el promotor de la campaña Soy mayor, no idiota, Carlos San Juan, ha presentado 600.000 firmas en el Ministerio de Economía para exigir a los bancos una mejor atención. Por otro, ‘El País’ titula su editorial de hoy: ‘Año [de beneficios] récord para la Banca’.

 

San Juan, un jubilado valenciano de 78 años, completamente anónimo hace tan solo unas semanas, se ha convertido en un símbolo de la batalla por la inclusión financiera de los ciudadanos de más edad. “Tengo casi 80 años y me entristece mucho ver que los bancos, que también tienen una función de servicio público que les obliga, se han olvidado de las personas mayores como yo”, dice. “Pedimos un trato más humano en las sucursales bancarias, muchos mayores se sienten indefensos porque casi todas las gestiones son telemáticas”.

 

Y ciertamente, aprovechando las extraordinarias circunstancias de la pandemia, los bancos han acelerado el cierre de sucursales y horarios de atención al cliente, así como una reducción drástica de personal (han desaparecido más de la mitad de las oficinas en los últimos 15 años y hay 100.000 empleados menos) y han emprendido una expeditiva digitalización de los servicios.

 

El éxito mediático de la campaña de San Juan ha llevado al Gobierno a mover ficha y pedir al sector bancario que tome medidas urgentes (le ha dado de plazo hasta la semana que viene para que concreten las medidas) para evitar esta exclusión financiera.

 

El contrapunto hipócrita  y bestial a los despidos masivos de la banca, al cierre de oficinas y al recorte de horarios son los beneficios récord que, según aplaude ‘El País’ en su editorial de este martes, han tenido los cinco grandes bancos españoles el año pasado. La suma asciende a 19.866 millones de euros de beneficios, cifra que no se conocía desde la crisis de 2008. Pero también en el ejercicio de 2021 los bancos alcanzaron otro récord: el cierre de oficinas y despidos, 4.000 y 16.500, respectivamente, en un solo año.

 

Y aquí es donde se produce mi asombro, mi indignación y mi desolación. Porque como sabe todo el mundo, fueron los bancos quienes durante años y años no solo permitieron el alocado endeudamiento de los ciudadanos, sino que lo alentaron y fomentaron. Y, cuando demasiados individuos y familias no pudieron hacer frente a las hipotecas, se iniciaron los terribles desahucios. Lo más sangrante de todo ello, fue que las circunstancias de las personas no importaron. Los bancos, con el consentimiento de los gobiernos, echaron de sus casas a ancianos, familias con hijos pequeños y todos los que sucumbieron a la crisis.

 

¿Y para qué?, porque estos hijos de la gran puta ni siquiera se lucraron especialmente con esta deshumanización, puesto que la mayoría de los pisos ‘recuperados’ o se abandonaron o se malvendieron a fondos buitres a precios muy inferiores a los que les exigían a sus desventurados medio-dueños. Centenares de millares de esos pisos quedaron abandonados y deteriorados, siendo el botín de okupas o de ladrones que se llevaron hasta los grifos.

 

El daño infligido a las personas desalojadas que tenían voluntad de cumplir, que llevaban tiempo habitándolos, que los cuidaban, que simplemente no podían satisfacer los plazos de pago por haber perdido su empleo, y que habrían continuado con ellos a cambio de un modesto alquiler es desmesurado respecto al beneficio obtenido si lo hay por los bancos.

 

Ha sido, por tanto, un daño gratuito e innecesario, un daño sin resarcimiento. Este tipo de daño tiene un nombre: crueldad.     

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