
La familia celebrará una misa en su recuerdo el 4 de febrero a las 19.00 horas en la iglesia Santo Domingo de Silos.
El casi siempre certero refranero popular invita a los españoles a viajar lejos de su tierra natal y da por imposible que una persona sea capaz de ganarse el respeto de sus feligreses porque, como es sabido, ‘nadie es profeta en su tierra’. Pocas personas han sido capaces de desmentir tan decididamente esa máxima como Casimiro García Montesinos (Pinto, 1930), un hombre que vivió por y para por su pueblo.
Casimiro nació en uno de los edificios históricos más importantes del patrimonio local, la Casa de la Cadena, en la que residían sus padres. A lo largo de su vida el pinteño dejó su seña de identidad en varias calles y edificios del municipio a través de placas conmemorativas y otros monumentos como el monolito que señala el centro geográfico de la península ibérica. De su taller de fundición también salieron otras importantes obras como las placas del antiguo parque Juan Carlos I o la Torre de Éboli.
En el plano personal, Casimiro se casó con otra pinteña de pura cepa, Emilia, con la que tuvo dos hijos y dos nietas. “Somos una de las familias más arraigadas en Pinto”, comenta uno de sus hijos, José Lagos, al que le tiembla la voz al recordar a su padre. “Mis tatarabuelos también eran de aquí y eso hacía que mi padre llevase a su pueblo por bandera”.
La lucha por reconocer a Pinto como centro geográfico
“Mi padre era un apasionado de Pinto y tenía la obsesión de lograr que fuese reconocido por su valor histórico”, explica José. Casimiro dedicó muchas horas de su tiempo libre a divulgar información sobre su pueblo y reivindicar su relevancia como centro geográfico de la península ibérica.
Junto con el historiador local Gonzalo Arteaga, luchó durante años para convencer al Ayuntamiento de Pinto de que levantase algún tipo de construcción simbólica en el lugar de las coordenadas exactas, donde hasta ese momento no había nada. “Del argumentario para justificar que se encontraba en ese punto exacto se encargó Arteaga, y de diseñar el modelo y hablar con las autoridades mi padre”, apunta José.
El historiador se apoyó en las abundantes referencias bibliográficas de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX que señalan a la villa de Pinto como centro geográfico de la península ibérica. Sin embargo, por el camino tuvieron que enfrentarse con sus homólogos getafenses que también reivindican al Cerro de los Ángeles como el centro de la península. Entre las muchas anécdotas destaca el día en el que Casimiro llevó a galvanizar el escudo a zona enemiga y la empresa le advirtió de que debía de pasar a recogerlo cuanto antes porque “no sabemos qué pasará si se entera la gente de gente de Getafe.
En 2003, el Ayuntamiento de Pinto sustituyó el monolito por el monumento que aún puede visitarse en el parque del Egido y en el que todavía está presente el escudo que Casimiro diseñó para el 14 de agosto de 1986.
Pensando en Pinto hasta el final
Casimiro murió el pasado 30 de septiembre a los 91 años de edad teniendo a Pinto presente hasta el último momento. “Su deseo era que el himno de la ciudad se cantase en su funeral, y nos aseguramos de que así fuera”, explica su hijo, que recuerda que cuando su padre ya no quería beber conseguía que lo hiciese diciéndole que era “agua de Pinto”.
La familia celebrará una misa en su recuerdo el 4 de febrero a las 19.00 horas en la iglesia Santo Domingo de Silos, a la que invitan a acudir a todos los vecinos que quieran dar su último adiós a este pinteño que dedicó su vida a la localidad que lo vio nacer, crecer y morir.
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