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Adiós, Doctor Correa: fallece el histórico dentista de Pinto, Ramón

Esther A. Muñoz Jueves, 18 de Noviembre de 2021 Tiempo de lectura:
Ramón Correa fue uno de los primeros profesionales de la odontología en Pinto.Ramón Correa fue uno de los primeros profesionales de la odontología en Pinto.

Ramón Correa abrió en Pinto una de las primeras clínicas odontológicas del pueblo, junto a su mujer, hace casi medio siglo. Pero a Ramón nunca le hizo falta arreglar la dentadura de nadie para ganarse su sonrisa.

Miles de pinteños de varias generaciones pasaron por la consulta del doctor Correa. Ramón Correa Orellana abrió su clínica en 1976, convirtiéndose en el dentista con más historia de Pinto. Jubilado desde hace tiempo, falleció el pasado 2 de octubre, a los 73 años, a consecuencia de un cáncer.

 

Aunque nació en Órgiva, un pequeño pueblo de la provincia de Granada, toda la vida de Ramón estuvo vinculada a Pinto. Aquí se casó con Ángela, su mujer; aquí continúan viviendo sus dos hijos, Fran y Myriam; aquí ha disfrutado de sus nietos durante sus últimos años y aquí se convirtió en el reputado dentista y extraordinario ser humano que hoy recuerdan su familia, amigos y paisanos.

 

Ramón será despedido por el pueblo de Pinto el viernes 19 de noviembre a las 19.00 h., en un funeral por su eterno descanso que tendrá lugar en la iglesia parroquial de Santo Domingo de Silos.

 

Vida

 

Ramón Correa estudió Medicina en Granada, para posteriormente especializarse en Odontología en Madrid. Llegó a Pinto hace casi medio siglo, donde instaló la primera Clínica Correa en la calle Hospital.

 

“Montó la clínica junto a otro socio y se turnaban los días de trabajo. Al final su compañero tuvo que dejarle: la gente entraba por la puerta y preguntaba “¿Hoy quién está, el de barbas —refiriéndose a Ramón— o el otro?”. Si él estaba, se quedaban; si no, se iban”, cuenta su hijo, Francisco, cabeza hoy del negocio familiar que inició su padre, en la clínica Correa Dental de la calle Buenavista.

 

Cuando Ramón dio el sí quiero a Ángela —“mis padres eran el mejor complemento del uno para el otro, fueran donde fueran siempre estaban juntos”, comenta Fran sobre el matrimonio—, el célebre odontólogo pinteño no tenía entonces ni para la boda.

 

“Siempre nos contaba que el sillón dental de la clínica le costó casi más que el piso que compraron mi madre y él en la calle Doctor Isla, donde han pasado toda su vida”, revela su hijo. Fueron tiempos difíciles, en los que Ángela y Ramón tenían que bajar al bar a ver la televisión y cenar un bocadillo en casa. Pero el impecable trabajo de Ramón le hizo labrarse fama y, en muy poco tiempo, todos los pinteños querían que su dentadura tuviera la marca Correa.

 

Ramón el dentista

 

Nadie va al dentista con gusto, pero Ramón conseguía hacer desaparecer el miedo. “Lo que más me ha gustado siempre de él como profesional era su trato con los pacientes. Al dentista vamos obligados y entramos casi temblando. El cambiar esa sensación de miedo es muy difícil de conseguir y, en eso, mi padre iba sobrado. Te ponía la mano en el hombro y ya te calmaba”, cuenta Fran.

 

“Atendía a todo el mundo. La clínica cerraba a las ocho de la tarde, pero no echaba a nadie que estuviera esperando. Hemos tenido a gente merendando y cenando en la sala de espera y mis padres han llegado a salir de trabajar a las doce de la noche”, revela Fran, que todavía atiende a algunos de aquellos primeros pacientes de su padre. “Muchos ya no son pacientes, son amigos e incluso familia”.

 

Confiado de que dejaba Correa Dental en las mejores manos, cuando se jubiló a los 60 años por una lesión en la espalda que le impedía continuar en su trabajo, Ramón empezó a vivir de otra manera: sin taquicardias, viajero y como aprendiz de arte. “Para cualquier padre, que sus hijos sigan con el negocio familiar, y que vean que va bien, es una tranquilidad”.

 

Ramón, el querido

 

Además de en la odontología, Ramón era un as de las relaciones. “No sé qué don tenía, que hacía amigos allá donde iba”, reconoce su hijo. “Una vez vinieron a hacerle una inspección de Hacienda y acabó él haciéndole unos empastes al inspector. Salió tan encantado que han sido amigos durante toda su vida”.

 

Generoso, la gracia propia de este pinteño hizo que por el sillón de su clínica pasara gente de todos los rincones de España y todo tipo de personalidades: cantantes, actores, humoristas….

 

“Siempre se hacía notar. Le encantaba contar chistes y estar de broma. Si alguna cara nueva llegaba a la familia o le presentaba a algún amigo y se le ocurría llamarle de usted, la multaba y le hacía tomarse una copa con él”. 

 

El éxito de la personalidad de Ramón pudo verse en el velatorio tras su muerte: el tanatorio de Pinto estaba despidiendo a uno de sus vecinos más emblemáticos y cientos de personas se acercaron a acompañar a la familia.

 

“Muchos familiares y amigos se acercaron a decirme lo buena persona que era mi padre y los buenos ratos que habían pasado con él, pero a mí lo que más me emocionaba era saber  que eso también me lo habían dicho cuando vivía”.

 

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De tal palo...

 

“Una de las cosas de las que más orgulloso estoy es de que tantas veces me digan lo que me parezco a él. Ojalá consiga alguna vez ser lo que él ha sido como profesional, pero sobre todo como persona”, confiesa Fran sobre su padre.

 

Desde que nació, Fran tuvo la odontología escrita en la frente. “Mi padre nunca se sentó conmigo a decirme tienes que hacer esto y esto, pero el resto de la familia siempre me decía ‘tú serás dentista como tu padre’. No me paré a pensarlo, es algo que vino rodado, él nunca me empujó”, descubre Fran. “Lo cierto es que mi padre inspiró a muchos de mis amigos en la universidad. El que hoy es padrino de mi hijo, me confesó que fue el día que le conoció cuando le dieron ganas de ser dentista, para hacer lo que hacía él”.

 

Fran compaginó sus estudios universitarios con el trabajo en la empresa familiar. Hoy, Correa Dental no tiene nada que ver con aquella pequeña clínica de la calle Hospital en la que todo empezó para Correa Dental.

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