
Llegó a Valdemoro por casualidad y solo se ha despegado del municipio en contadas ocasiones. Escultor por las mañanas y profesor de inglés por las tardes, el artista expone su “Asmodeo” en la Biblioteca Municipal Ana María Matute de Valdemoro.
Una de las esculturas del artista afincado en Valdemoro desde hace 23 años, Harold Gene-Diab, está expuesta en la biblioteca Ana María Matute. El escultor, nacido en Ohio, no se ha desprendido nunca de ninguna de sus creaciones porque asegura que las llega a adorar y a cuidar como si fuesen “sus propias hijas”. La que está expuesta en la biblioteca se titula “Asmodeo”, nombre que recibe un demonio bíblico que asesina a los amantes de su enamorada, atormentado por los celos. A pesar de su nombre oficial, el escultor siempre se ha referido a ella como “El Monstruo”. Alguien le convenció de que debía bautizar a la estatua y el artista recordó el pasaje bíblico: “No es un homenaje al diablo. La escultura representa el mal que tenemos todos dentro y que es natural”, explica Harold.
La obra la esculpieron unas manos 40 años más jóvenes que las que hoy sujetan una lista con todos los rincones en los que se ha expuesto la escultura tallada en mármol travertino. Las obras de Harold ha posado delante de los visitantes de varias galerías madrileñas incluido el Palacio de Cristal en el Retiro. Por aquel entonces, el Renacimiento marcaba el rumbo de las creaciones artísticas de Harold y el escultor siempre consultaba sus obras con la opinión de clásicos del pasado como Miguel Ángel o Bernini. “No me decía nada el arte de mi época. Yo quería hacer las figuras como los grandes del pasado”, reconoce Harold.
Sin embargo, el artista se aleja de la forma de trabajar de los clásicos: no ha hecho ningún encargo nunca y no ha vendido ninguna de sus figuras. ¿Y qué hace con ellas? “No sabía qué hacer con la figura de 300 kilos, pero nunca pensé en venderla y dejarla de ver para siempre. ¿Qué iba a hacer con el dinero? Prefería la figura al dinero”. Harold conserva la mayoría de sus estatuas en las esquinas de su casa, algunas a la vista y para otras, busca escondites estratégicos.
De Ohio a Valdemoro
De pequeño no dibujaba. Tampoco sentía una predilección especial por el arte. El sueño de aquel Harold era ser escritor: “En el instituto de Ohio, tuve un profesor de literatura impresionante. Todos salimos de allí queriendo ser escritores”, recuerda. Enamorado de las letras, el artista decidió matricularse en la carrera de Humanidades en la Universidad de Ohio. Fue otro profesor el que orientó el camino del por aquel entonces estudiante de Humanidades al animarle a cruzar el Atlántico para aprender español.
Harold siente que la suerte y la casualidad han sido los dos vientos que le han ido conduciendo y los que, probablemente, le hicieron aterrizar en un curso de extranjeros de la Universidad Complutense. “Había escrito a la universidad buscando piso para alquilar. Recuerdo que tenía una lista con diez sitios y solo me respondió una señora de Valdemoro”, cuenta el ohionés. El clima político de la España del momento impactó a Harold: “Había grises y luchas políticas en la universidad. Yo no sentía que los americanos estuviésemos metidos en ideologías”, reflexiona el artista. Fue en tierras madrileñas donde conoció a su mujer, una estudiante suiza. Pero el trimestre se acababa y Harold se tenía que despedir para acabar la carrera en Ohio: “Casi lloré al dejar este país. Cuando acabé la universidad, me fui a Basilea a estudiar para estar con mi mujer. Pero yo solo pensaba en volver en algún momento a España, al Edén”, dice entre risas Harold.
Cuando se enamoró del arte
Su encuentro con las obras del Museo del Prado le abrió las puertas a su pasión por el arte: “Yo me comunicaba con cada artista, nunca había tenido tan cerca las obras de arte, casi podía tocarlas”, recuerda ilusionado Harold. Eso y una visita a Florencia, la ciudad de sus artistas modelo, le bastaron para olvidarse de la literatura del instituto de Ohio y poner los ojos en un nuevo destino: el arte.
Sus comienzos con la escultura se acercaban a una especie de trueque con su maestro: “Él me enseñaba a tallar el mármol y yo le invitaba a mis clases de inglés”, explica. Harold enfatiza la dureza y el trabajo físico que requiere el esculpir la piedra, algo que se complicó con unos problemas de espalda y dolores de cabeza que le alejaron definitivamente de los cinceles y del mármol. A pesar de ello, todavía le quedaba su pasión por los lienzos de papel, y su abandono de la escultura le adentró en una búsqueda por su estilo propio en la pintura: “Por las noches, al salir de mis clases de inglés, iba corriendo al Círculo de Bellas Artes para dibujar los modelos vivos que allí posaban”.
Sin embargo, no encontró en las pinturas el encanto de la piedra, y dejó muchas de sus obras sin terminar y sin firmar.
Harold con la alta sociedad española de los 70
Harold era artista por las mañanas y profesor de inglés por las tardes. Según dice, tuvo la suerte de trabajar en una academia con gente conocida en esa época. Pintores, almirantes y actores de la época tuvieron que hacer los deberes de inglés que les proponía el ohionés. “Mi pueblo de 3000 habitantes no tenía nada que ver con la España de aquel entonces. Me llamaba la atención porque se diferenciaban muy bien las clases sociales. Yo sabía que le daba clases a gente rica y eso me abrió puertas”, cuenta.
Uno de sus alumnos de mayor renombre fue el actor José Luis López Vázquez: “Recuerdo que quería que le persiguiera a todas partes para enseñarle inglés, pero yo solo tenía una cosa en la cabeza: el arte”.
Valdemoro
Valdemoro adoptó al artista hace 23 años y Harold tiene muy claro lo que significa el municipio para él: “la gloria”, dice. Se ha ido enamorando de sus calles a lo largo de este tiempo y ha vivido muchas anécdotas y planes con los amigos que ha ido haciendo. Además, recuerda con mucho cariño a los alumnos de su academia de inglés de la calle Estrella de Elola.
En marzo de 2019, el Ayuntamiento de Valdemoro le concede una exposición de sus obras en el centro de mayores, donde enseña inglés como voluntario. Ahora, es la biblioteca la que acoge a una de sus “hijas”, a la que Harold ha apodado “El Monstruo”.
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