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Sandra Aguilar, la plata olímpica de Pinto: "Sigo siendo la misma Sandra"

Texto: Raúl Martos | Fotografía: Álex García Jueves, 23 de Septiembre de 2021 Tiempo de lectura:
Sandra Aguilar, la primera y única medallista olímpica de Pinto, posa en el polideportivo que lleva su nombre.Sandra Aguilar, la primera y única medallista olímpica de Pinto, posa en el polideportivo que lleva su nombre.

Hoy, Sandra mantiene la misma sonrisa y sencillez que el día que tocó el techo soñado por cualquier deportista: una medalla en los Juegos Olímpicos.

Hace cinco años el deporte de Pinto alcanzó su cota más alta hasta la fecha. Aquel 21 de agosto de 2016 los pinteños, repartidos por todo el globo, vivieron a través de sus televisores la consecución del primer metal olímpico de un deportista local. Sandra Aguilar (Pinto, 1992), una de las piezas de aquel ‘Equipaso’ que completaban Lourdes Mohedano, Alejandra Quereda, Elena López y Artemi Gavezou, ganó la medalla de plata en la prueba de gimnasia rítmica por equipos de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

 

Sandra se quitaba así la espinita que tenía clavada el conjunto español desde los Juegos Olímpicos de Londres de 2012, en los que rozaron las medallas con un meritorio cuarto puesto. En Río las españolas firmaron una participación prácticamente perfecta pero los jueces, una vez más, dieron el soñado primer puesto a una Rusia que cometió graves fallos durante la ejecución de sus dos ejercicios.

 

Pero aquella plata supo a oro para toda España y especialmente para el pueblo de Pinto. Casi un millar de vecinos recibieron en la plaza de la Constitución a Sandra Aguilar, que proclamó a los cuatro vientos su agradecimiento al pueblo que la vio crecer. Fue el inicio de un año repleto de premios y reconocimientos y que culminó con su nombramiento como hija predilecta de Pinto.

 

Hoy, Sandra mantiene la misma sonrisa y sencillez que el día que tocó el techo soñado por cualquier deportista. Aunque la competición es cosa del pasado desde 2016, la pinteña no ha parado en estos cinco años: ha finalizado sus estudios de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, tiene dos másteres en Dirección de Actividades Deportivas y Marketing Turístico y ha conseguido el título de nivel 3 de juez nacional de gimnasia rítmica, mientras trabajaba durante tres años y medio como secretaria técnica de la Real Federación Española de Gimnasia. “¡Y he vivido también eh!”, puntualiza divertida.

 

La pinteña es actualmente técnica del Club de Gimnasia Rítmica de Móstoles, el mismo en el que lanzó aros y mazas durante años antes de dar el salto al Centro de Alto Rendimiento de Madrid. “Mi idea ahora mismo es transmitir a las niñas todo lo que he vivido y todo a lo que se puede llegar porque a veces parece imposible, pero con trabajo y constancia diaria se puede conseguir”, explica.

 

En los Juegos Olímpicos de Tokyo de este verano, y por primera vez en unas Olimpiadas, España no ha tenido representación en ninguna categoría de gimnasia rítmica. ¿Qué crees que ha pasado?

 

No he estado ahí metida, pero creo que no se ha hecho bien el relevo. Quizás no se ha trabajado todo lo bien que se podría haber hecho, y la gente no se duerme a nivel internacional. Ya se está trabajando de cara a París, así que yo creo que ahora este nuevo equipo que es muy jovencito puede dar muchas alegrías.


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Una trayectoria de oro

 

Con solo 5 años Sandra Aguilar supo que su vida estaría ligada a la gimnasia rítmica. Tras pasar por los clubes de Pinto y Móstoles, la pinteña ingresó con 12 años en la selección nacional de la que formaría parte hasta su retirada en 2016. En su carrera deportiva Sandra ha conseguido 42 medallas en 25 competiciones internacionales que la han convertido en la gimnasta española con más metales junto con su excompañera Alejandra Quereda.

 

Protagonista en dos ocasiones del anuncio de Navidad de Freixenet, Sandra ha recibido durante este tiempo el reconocimiento del mundo deportivo. La pinteña cuenta con la medalla de bronce (2015) y de plata (2016) de la Real Orden del Mérito Deportivo, la distinción más alta que se otorga al deporte de nuestro país. Además, ganó el Premio As del deporte (2014), la Copa Barón de Güel del CSD como parte del equipo español (2015) y el Premio Siete Estrellas del Deporte de la Comunidad de Madrid (2016), entre otros muchos galardones. Además, fue nombrada hija predilecta de Pinto (2017) y recibió una distinción especial en la Gala del Deporte de ZIGZAG (2016).


 

En agosto se cumplieron cinco años desde que ganaras, junto con el resto de compañeras de la selección española, la medalla de plata en la prueba de conjunto de gimnasia rítmica. ¿Has visto muchas veces desde entonces vuestra actuación en la final?

 

La verdad es que sí, me encanta. Me gusta mucho verlo porque recuerdas momentos muy bonitos de los que no éramos conscientes en ese instante y según pasan los años los valoro más.

 

Ahora que ha pasado el tiempo, ¿piensas, como creemos todos los que vimos aquella final, que España debería de haber ganado la medalla de oro en lugar de Rusia?

 

Quizás esté mal decirlo, pero sí. Nosotras estábamos satisfechas porque hicimos nuestro ejercicio lo mejor que pudimos y según lo habíamos trabajado, pero obviamente cuando escuchamos que éramos plata la felicidad fue máxima. ¡Hasta se nos olvidó que había oro y bronce! Según pasaron los días sí que te das cuenta de lo que podías haber conseguido y que iba a ser imposible repetirlo. Te da rabia y más cuando tienes todo ese reconocimiento de personas cercanas e incluso del ámbito internacional que creían que merecíamos el oro, pero al final con la plata estamos contentas también.

 

¿Cómo recuerdas aquellos días de celebración?

 

Fue una locura porque al acabar la competición nos quedamos unos días en Río de Janeiro con la familia y a la vuelta nos encontramos a todo el mundo volcándose en nosotras. Estoy muy agradecida de ese apoyo que siempre sabes que tienes, pero del que no eres realmente consciente hasta que no pasan cosas así. Fueron días muy bonitos.

 

En 2016, después de las Olimpiadas, las cinco componentes del ‘Equipaso’ decidisteis retiraros como deportistas profesionales. ¿A qué se debió aquella decisión?

 

Llevábamos muchos años compitiendo y habíamos conseguido el último objetivo que nos faltaba, una medalla olímpica, que además es lo máximo a lo que puede aspirar un deportista. Fue una decisión unánime, o nos íbamos todas o seguíamos, porque de continuar unas sí y otras no hubiera retrasado un poco el relevo.

 

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¿Influyó de alguna manera vuestro estado físico?

 

Sí, eso también. Después de tantos años de entrenar al más alto nivel el cuerpo se resiente, teníamos muchas lesiones e incluso algunas compañeras habían tenido que pasar por el quirófano varias veces. Aunque en el que equipo la más mayor tenía solo 24 años ya éramos unas veteranas porque en nuestro deporte la vida de una gimnasta acaba pronto.

 

¿Te ha quedado alguna secuela física tras 12 años como deportista de élite?

 

No. Después de Río me operé del hombro derecho y ahora no tengo problemas para hacer vida normal, aunque es verdad que tengo un poquito menos de movilidad. También tengo dolores en la espalda y en los pies que no sé si son de la edad o de todo el entrenamiento, pero son mínimos.

 

En los Juegos Olímpicos de Tokyo ha salido a la palestra la importancia de la salud mental después de todos los problemas que ha sufrido una atleta de talla mundial como es la estadounidense Simone Biles…

 

Es un tema muy complicado, al final la cabeza de cualquier persona manda mucho más que la parte técnica. Yo no he tenido ninguna situación tan extrema, pero entiendo perfectamente que tomase esa decisión si no se encontraba bien mentalmente. Para mí es la parte más importante porque puedes no ser tan buen deportista técnicamente, pero si tienes la cabeza bien amueblada puedes llegar muy muy lejos.

 

¿Cómo cuidabas tu salud mental?

 

Teníamos un psicólogo para todo aquel que lo necesitase. Yo siempre he sido muy reservada y tampoco he tenido grandes problemas como para acudir a profesionales, pero sí que tengo compañeras que lo han hecho y han recibido el apoyo de todo el mundo. En casa también me han ayudado mucho porque tengo una familia espectacular que siempre me ha apoyado en cada competición. Pueblo al que iba a hacer una exhibición, pueblo en el que estaban mis padres y mi hermana los primeros. Eso ayuda mucho, te motiva y te acerca a conseguir a todos los objetivos que tienes en mente.

 

Hay que tener en cuenta además que en vuestro deporte la disciplina es fundamental. Ahora que eres entrenadora, ¿cómo es tu trato con las gimnastas?

 

Hay que ponerse un poco seria, pero dentro de unos límites. A veces las entrenadoras se vuelven un poco locas, sobre todo a nivel nacional, porque no es que vayan a jugar las niñas, pero van a pasárselo bien y a ir aprendiendo y mejorando cada día. Hay que entender que hay veces que no tienen el día y toca replanificar los objetivos, pero también hay que ser durita porque sino no se consiguen las cosas.

 

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¿Cómo viviste tu retirada de la competición de élite?

 

Es raro, sobre todo los primeros meses hasta que te adaptas porque allí estábamos en una burbuja donde te lo daban todo hecho y tenías una rutina de competiciones. Una vez que sales, aunque quede a lo mejor mal decirlo, vuelves a ser una persona normal que tiene que buscarse la vida, hacerse su comida y terminar la carrera. Se ha evolucionado mucho y por suerte las diferentes instituciones te ayudan incluso antes de terminar para que no sea tan brusco el camino.

 

¿Crees que has cambiado en estos cinco años?

 

Sigo siendo la misma. Obtener logros y medallas gusta a todo el mundo, pero no deja de ser algo material. Al final hay que quedarse con todas las experiencias, el camino hasta llegar y el equipo que pudimos formar todas las gimnastas junto con el equipo técnico. Sigo siendo la misma Sandra, pero con una medalla olímpica y que ahora intenta hacer otros planes de futuro.

 

El trabajo deportivo está claro que ha sido duro, pero también habrá sido compaginarlo con los estudios para poder alcanzar esos planes de futuro de los que hablas.

 

Es durísimo. Nosotras hemos tenido la suerte de que, a pesar de estar entrenando siete horas diarias, teníamos a alguien que nos ha inculcado el estudiar, pero obviamente es mucho sacrificio porque no es nada fácil llegar a las 9 de la noche a cenar y preparar exámenes antes de irte a un campeonato. Aunque no hemos podido ir a año por curso por las condiciones que teníamos pude acabar la carrera en 2018 gracias a que ya había avanzado mientras era deportista.

 

Ahora que te has retirado, ¿en qué empleas tu tiempo libre?

 

Sobre todo, en pasar tiempo con la familia y los amigos. Ahora puedo ir a tomar algo, antes no podía porque ese tiempo era para descansar o estudiar. Me gusta disfrutar cada segundo al máximo, aprovechar como si fuesen eternos todos esos momentos que normalmente son cortitos.

 

¿Tu alimentación también ha cambiado?

 

He tenido mucha suerte porque, aunque todo deportista de alto nivel debe de cuidarse y llevar una alimentación sana, desde pequeña mi cuerpo me ha permitido comer prácticamente de todo incluso cuando estaba entrenando. He perdido músculo, pero no ha habido un cambio abismal porque solo he cambiado las horas de entrenamiento.

 

¿A qué te gustaría dedicarte?

 

Por pedir, me gustaría trabajar en lo que he estudiado y en algo al margen de la competición. Ahora mismo son momentos muy difíciles para todo el mundo, sobre todo por el tema de la pandemia, pero mi objetivo es trabajar en algo relacionado con la gestión deportiva y organización de eventos. Es algo me encanta y me apasiona. Aunque es un campo que ahora está muy limitado hay que tener fe y creer que todo volverá otra a la normalidad, así que mientras tanto sigo trabajando y formándome.

 

Si tuvieras la oportunidad, ¿volverías a ser una gimnasta de primer nivel?

 

Sí, pero si tuviese 15 años menos porque el cuerpo recuerda todas esas horas de esfuerzo y trabajo. Creo que ganan las cosas positivas y he aprendido muchísimo, sobre todo de los momentos malos porque son aprendizajes que te sirven tanto en la vida deportiva como luego profesionalmente. Saber afrontar emociones como acabar en un cuarto puesto o perder una medalla porque has cometido un error es algo que ahora puedo extrapolar a la vida real.

 

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