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Valentín Coronel

Arqueología pinteña para centennials

Sábado, 04 de Septiembre de 2021 Tiempo de lectura:

Centennials, sabed la verdad: nunca fuimos mejores, solo llegamos primero, sin testigos, antes que el chivato global de Internet.

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais.


Correr tras parleños más allá de la estación de Renfe. He visto rayas-C brillar en la oscuridad del Pub Nicols. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como chupitos en el bar La Pascuala.


Es hora de contarlo.
 
Hubo un tiempo en que la anterior gracieta se entendía. Existió una época en la cual la discoteca Cristal era Tinder a ritmo de DJ (“¿Cuándo empiezan las lentas ¿Bailaré con una persona tan sedienta de amor/roce como yo?”).


En esa era mitológica las fronteras de Pinto delimitaban con el universo de Catanga y la terra ignota de Bidones; en el oeste habitaban los seres mágicos de Los Cisnes (para el pueblo llano: elfos con piscina). El este acababa en la tierra yerma de la ermita de San Antón; algo más allá campaba la nada más absoluta, desde donde llegaba la buena gente de Parla a la que recibíamos cada sábado con los brazos abierto y una piedra en cada mano. El amor era recíproco. A los oriundos de Valdemoro les teníamos más de cariño: sólo les reservábamos una piedra.
En aquel momento éramos pocos y Pinto era estrecho, diminuto. En cuanto caminabas más de quince minutos te tropezabas con un campo pelado donde florecían revistas porno amarilleadas por el sol.


Mejor pensar que era el sol.


De ese tiempo salvaje venimos. De ese tiempo extraño llegaron muchos de vuestros padres y madres, aunque algunos lo hayan olvidado. Vosotros/vosotras, creceréis pensando que fuimos limpios, decentes, inmaculados y respetuoso. Os contarán que el Bullying no existía, ni el ciberacoso, ni el abuso, ni “esas cosas que pasan hoy”, pero estarán hablando desde la amnesia selectiva.


El bullying se llamaba colegio, el ciberacoso se pintaba en los muros. Al abuso lo llamábamos “masculinidad”. El respeto, en muchas ocasiones, se imponía con un cinturón.


Los problemas quedaron olvidados, como trazos de tiza entre ladrillos. Crecimos y decidimos que todo tiempo pasado fue excelso. Vimos Blade Runner, lloramos con la muerte de Chanquete y nos reímos de obesos y afeminados.


Centennials, sabed la verdad: nunca fuimos mejores, solo llegamos primero, sin testigos, antes que el chivato global de Internet.

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