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Educar en pandemia: Así han mantenido el coronavirus a raya en los centros educativos de Valdemoro

Celia Márquez Coello Miércoles, 23 de Junio de 2021 Tiempo de lectura:
Pasillos del instituto público Neil Amstrong de Valdemoro.Pasillos del instituto público Neil Amstrong de Valdemoro.

Junio llega a su fin y, con él, un año escolar excepcional. En Valdemoro, los profesores echan la vista atrás. Hacen balance de un año muy complicado, en el que se han dejado la piel para que todo siguiera en funcionamiento. También es el año en que se ha demostrado la importancia de las ratios bajas y la necesidad, mayor que nunca, de una educación pública de calidad.

En el IES Neil Amstrong de Valdemoro el ambiente es de final de curso. Después de escuchar la sirena, los alumnos salen al patio en desbandada. Ya en el pasillo, algunos esperan en fila para entrar al cuarto de baño, no sin antes apuntar en una tabla sus datos completos y la hora a la que han entrado. En este instituto todas las medidas son pocas: se toma la temperatura al entrar y al salir, se vigila que todos se hayan aplicado el gel hidroalcohólico y se manda a los alumnos a casa al menor síntoma.

 

Llega a su fin un año escolar extraordinario. En este instituto de Valdemoro, la conclusión es la misma que en el resto de centros del país: las aulas son seguras. Así lo demuestran estudios como el SEROCOL (Estudio de Seroprevalencia de Covid-19) presentado por la Comunidad de Madrid. Según este informe, solo el 8,3 % de los alumnos y el 9,4% de los profesores se han contagiado en las aulas, lo mismo que en el resto de la sociedad.

 

También es el año en que los docentes se han dejado la piel para que todo siguiera en funcionamiento. Ha sido, afirman, “una labor en equipo”. Junto a los padres y los alumnos –estos últimos, tachados injustamente de irresponsables en muchas ocasiones– ellos han formado la otra trinchera contra la pandemia. Ahora, echando la vista atrás, ellos mismos se sorprenden de todo lo que han logrado. Sueñan con una vuelta en septiembre más tranquila, con ratios más bajas.

 

Un trabajo impagable

 

Ana Maldonado abre el ordenador y en la pantalla comienza a aparecer una retahíla interminable de nombres. “640 niños”, afirma, mientras navega por el documento Excel. Son todos los alumnos que Ana, coordinadora Covid del IES Neil Amstrong de Valdemoro, ha entrevistado como posibles casos de coronavirus en lo que va de año. Como es lógico, la gran mayoría de ellos no eran positivos. En este instituto bilingüe tan solo se ha puesto en cuarentena un aula a lo largo de todo el curso, y la mayoría de los contagios que se han producido han sido en el ámbito familiar.

 

Ana es una de las principales responsables de este balance tan positivo. Ya en marzo de 2020, cuando las clases se suspendieron por la llegada de la pandemia, esta profesora de lengua y literatura y jefa de secretaría se ofreció para gestionar los pedidos de material sanitario, en aquel momento muy difíciles de conseguir. Su compromiso con el centro en los peores momentos de la crisis hizo que, tras la vuelta al curso, se acordase por unanimidad que fuera ella quien desempeñara la labor de Coordinadora Covid. Desde entonces, relata, ha sido un no parar.

 

Cada mañana, Ana manda a la DAT toda la información relacionada con el coronavirus: alumnos que han presentado síntomas, pruebas que se han hecho, casos positivos... Es la encargada de evaluar a los alumnos y determinar si se deben confinar, un proceso que sucede en las llamadas “Aulas Covid” especialmente habilitadas para ello. “No dudo: con un vómito o un poco de fiebre ya pongo al alumno en cuarentena”. Después, mantendrá un contacto constante con las familias, para seguir el caso. “También me mantengo al día de cada nueva ordenanza y directiva que se publica”, explica mientras muestra un armario lleno hasta los topes de documentos.

 

En todos los centros educativos de la Comunidad de Madrid, los coordinadores Covid han asumido la enorme responsabilidad de estas tareas imprescindibles. Un sobreesfuerzo por el que no reciben más que un pequeño suplemento económico de un poco más de 200 euros mensuales, equivalente al de la labor en bibliotecas. “Esto no lo haces por dinero”, asegura Ana, quien a principios del curso recibía a los posibles casos covid vestida con un traje de protección EPI. Si fuera necesario, el año que viene volverá a proponerse para el puesto.

 

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Generación Covid

 

“Estaba desganada a la hora de ponerme a estudiar porque ya había estado toda la mañana en mi cuarto frente al ordenador” recuerda Elena, alumna de 3º de ESO en el Neil Amstrong. Su clase ha adoptado este año un régimen semipresencial: la mitad de los alumnos acudía algunos días mientras la otra mitad seguía las clases de manera online.

 

A pesar de que haberse adaptado, para esta adolescente el nuevo sistema nunca podrá suplantar al presencial. “En casa te puedes distraer con mucha facilidad, y no te enteras igual”, afirma. Además, este año han tenido que estudiar parte del temario por su cuenta, o incluso no llegar a verlo, lo que ha perjudicado a nivel educativo. Su profesora Mónica Fuentes, aunque concuerda en que la semipresencialidad no ha sido la mejor opción para los alumnos de 3º, no cree que vaya a haber una “generación Covid” con un gran desfase educativo. “Han aprendido a autogestionarse, a usar las nuevas tecnologías. Nos hemos apañado y hemos sobrevivido”, afirma orgullosa.

 

No ha sido fácil. Son muchos los profesores que han notado a los alumnos más tristes o irascibles. Sin duda ha sido el distanciamiento social, mucho más que las mascarillas o cualquier otra medida sanitaria, lo que más les ha perjudicado a los alumnos tanto de secundaria como de primaria. Así lo asegura Carmen Martínez, directora del colegio bilingüe Doña Leonor del Álamo, también en Valdemoro. “Ahora te dicen cosas como ‘mi mejor amigo está en el corralito de al lado y no le puedo ver’”, explica.

 

Aunque en primaria sí han permanecido las clases presenciales, los grupos burbuja han mantenido a los alumnos separados entre sí. Carla, alumna de 4º del colegio Helicón, coincide en que lo que más echa de menos de antes de la pandemia es no poder reunirse con otros niños y niñas. “Antes en mi colegio se hacían proyectos todos los jueves y nos juntábamos con otros cursos, pero ahora no”.

 

La distancia social no solo ha afectado a los alumnos: en mayor o menor medida, los profesores también han dejado de verse y de juntarse tras las clases, teniendo que renunciar a esos pequeños momentos de descarga de tensiones. Pero en este caso son ellos los que han dirigido la vista hacia los más pequeños, cuya capacidad de adaptación ha asombrado al mundo. Aseguran haber recibido una “lección” por parte de los alumnos, quienes “se han acostumbrado a todo mucho antes y mejor que los adultos”.

 

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Nuevos retos digitales

 

La pandemia ha supuesto un enorme reto a nivel digital para el que muchos centros no estaban preparados. Mónica Fuentes, profesora de geografía e historia del Neil Amstrong, rememora esos primeros momentos como muy complicados. “Sobre todo el arranque fue muy duro, tanto para ellos como para nosotros, que tuvimos que aprender la nueva metodología, aprender a hacer videoconferencia y perder el miedo a exponernos en redes sociales”, recuerda.

 

Aunque al principio había una falta generalizada de dispositivos tecnológicos, el centro fue poco a poco comprando todo lo necesario: desde micrófonos y cámaras webs para las clases online hasta tablets con tarjeta de datos incorporada para los alumnos que no disponían de acceso a internet.  Por otro lado, a lo largo del curso la Consejería de Educación ha puesto disposición de los docentes varios cursos on line sobre plataformas como Free Classroom o Google Classroom.

 

Pero también hay quien no ha querido adaptarse. Según relata Elena, algunos de sus profesores han mostrado una gran falta de interés para adaptarse a los nuevos formatos. “Básicamente no sabían qué tenían que hacer”, sentencia.  

 

La precipitada transición hacia lo digital también ha supuesto un reto para los padres, quienes en muchos casos han tenido que realizar un esfuerzo extra. Para Silvia, madre de Carla y de un niño más pequeño, los momentos más duros fueron los del confinamiento. Entonces debía hacerse cargo de su propio teletrabajo y, al mismo tiempo, preocuparse de que sus hijos estuvieran siguiendo las clases de forma adecuada. “Fueron momentos muy complicados”, recuerda.

 

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Ratios, clave para una educación de calidad

 

“Ha supuesto mucho trabajo, pero lo hemos llevado adelante gracias todos los docentes y el personal implicado” concluye Carmen Martínez, al frente del Doña Leonor del Álamo desde hace 14 años. “Sin el apoyo de todos y cada uno de ellos esto no se podría llevar a cabo”.

 

El Doña Leonor es un centro Ordinario de Atención Educativa Preferente (COAEP), preparado para atender al alumnado con necesidades especiales, por lo que ya contaba con una enfermera que pudo encargarse de la coordinación Covid. A lo largo del año escolar, el centro ha tenido tan solo siete u ocho aulas confinadas de las 33 totales.

 

Ante la falta de espacio, al principio del curso los alumnos del Doña Leonor tuvieron que impartir algunas lecciones en instalaciones municipales cedidas por el ayuntamiento de Valdemoro. Posteriormente, fueron levantados en la parte trasera del colegio una serie de módulos prefabricados, en los que las clases continuaron impartiéndose con normalidad.

 

Si tuviera que quedarse con algo de este año, Carmen lo tiene claro: las ratios. “Ahora la clase más numerosa tiene 21 alumnos”. En total, el colegio ha incorporado nueve clases adicionales de primaria, lo que supone un total de diez nuevos profesores. Si bien estos docentes han sido contratados de modo excepcional por la crisis, la realidad ha puesto de manifiesto que, con pandemia o sin ella, eran necesarios.

 

No es una excepción. En los centros educativos de Valdemoro todos, tanto docentes como alumnos y padres, coinciden en señalar el aumento de plazas de profesorado y el descenso de los alumnos por aula como lo más positivo de este curso de pandemia, en el que se han agotado todas las listas de educación. Desde Elena, quien afirma que “ha sido genial ser tan pocos alumnos” hasta Mónica, que explica cómo en el Neil Amstrong este número se ha reducido a 20, además de haber contratado a más profesores.

 

“Que se reduzcan las ratios. Es lo que pedimos, aunque no sé si nos harán caso”, sentencia. En su opinión, cuando se discute de educación en las esferas políticas, muchas veces la conversación se enreda en cuestiones superfluas dejando a un lado lo importante: la necesidad de reducir el número de alumnos por aula.  “Esto es lo que más nos gustaría, porque mejora muchísimo la calidad educativa”. Por el momento, sin embargo, no parece que la Comunidad de Madrid vaya a realizar ninguna inversión en ese sentido.

 

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Septiembre

 

Después de todo un año sin salidas escolares, los alumnos de 6º curso del CEIP Doña Leonor del Álamo, quienes todos los años solían viajar al extranjero, van a poder disfrutar de una salida de tres días a la sierra de Madrid. En el centro esperan que el año próximo puedan recuperar algo de la vieja normalidad, mientras se mantienen a la espera de una nueva normativa de la Comunidad de Madrid.

 

En el Neil Amstrong, “incertidumbre” es una palabra recurrente. Los docentes esperan una vuelta en septiembre con un protocolo claro, a ser posible con algo más de antelación que la normativa del curso 2020-2021, enviada tan solo 15 días antes del comienzo del curso. “Que nos den unas normas claras y concisas sobre cómo actuar”, pide Ana Maldonado.  

 

Por el momento, toca disfrutar de unas merecidas vacaciones. Todo el personal docente se marcha a casa con la seguridad y la satisfacción de haber logrado la educación de millones de niños y adolescentes en un año verdaderamente difícil. Y es que en los colegios, como en los hospitales, el virus se ha mantenido a raya gracias al trabajo impagable de quienes no se han permitido bajar la guardia.  

 

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