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PINTO Y SU HISTORIA

El primer accidente mortal de trenes en la historia de España ocurrió en Pinto

Mario Coronas Ver comentarios 1 Miércoles, 02 de Junio de 2021 Tiempo de lectura:

El historiador pinteño, Mario Coronas, relata cómo se produjo el primer choque de trenes de la historia de España con víctimas mortales.

La llegada del ferrocarril a Pinto aparece como un símbolo de progreso y modernidad, esencial para su desarrollo económico gracias a la industria y al turismo.

 

Pero como toda innovación en los transportes también tuvo su lado negativo: los accidentes.

 

El sábado 10 de febrero de 1855, cuatro años después de la inauguración de la línea Madrid – Aranjuez, se produjo el primer choque de trenes de la historia de España con víctimas mortales. Y todo sucedió en Pinto.

 

Eran las 19h30 cuando se produjo la colisión de un convoy de viajeros que procedía de Madrid y otro de trabajadores y material que partía, presuntamente sin la autorización de la estación de Pinto, hacia Madrid. Este tren conducía a trabajadores y materiales de la sección de Albacete a Tembleque, entonces en obras. 
A pesar de que ambas máquinas no llevaban gran velocidad, la colisión fue tan violenta como puede presumirse.

 

La locomotora del tren de viajeros deshizo instantáneamente los tres primeros coches del de trabajadores, y descarriló su primer vagón, llegando a un camino que por fortuna era llano y al estar reblandecido por las aguas no sufrió averías de ninguna clase.

 

El menos favorecido del impacto fue el tren de los trabajadores, cuyo estado era el más espantoso. Un enorme montón de astillas y hierros, bajo el cual estaban sepultados decenas de hombres luchando por salir y otros con la agonía de la muerte o el torcedor de sus heridas y contusiones. Todo ello en una noche oscura. Uno de los trabajadores había sido cogido por el cuello entre dos maderos, y se hallaba suspendido en el aire con las señales evidentes del fin más desgraciado; otros, hasta el número de dos muertos y 17 heridos, fueron sacados entre los escombros y transportados a la estación de Pinto que estaba próxima.

 

En el momento de la catástrofe acudieron, avisados por el telégrafo, muchos empleados del ferrocarril, el médico de Pinto y otras personas, quienes con el máximo interés comenzaron a prestar los auxilios que tan apurado trance requería.

 

El alcalde de Pinto se presentó inmediatamente a informarse de lo ocurrido y a prestar el auxilio debido. Un tren especial salió de Madrid para buscar a los viajeros ilesos del accidente. Entre ellos no hubo más desgracia que el susto y algún ligero golpe del choque. A las diez de la noche llegaron a la estación de Atocha.

 

La autoridad instruyó el correspondiente sumario y el jefe de estación de Pinto, Enrique Torres, de 27 años, fue separado de su destino. La prensa de la época informaba sobre lo acontecido con versiones antagónicas. Una información afirmaba que los operarios de un tren de mercancías se rebelaron contra sus jefes en la estación de Pinto y marcharon en estado de embriaguez a pesar de advertirles de la salida de otro tren de viajeros desde Madrid. Otro diario indicaba que el jefe de estación de Pinto preguntó al de Getafe por telégrafo si había llegado el tren que partía de Madrid. Al contestar que no, el jefe de estación creyó que éste se hallaba en el apartadero de las canteras de Getafe, dejando partir al tren desde Pinto, no sin antes advertir al jefe del tren y al maquinista que fueran con cuidado, y marchasen despacio para evitar un choque.

 

Lo cierto es que 20 años después saldría la sentencia en la causa seguida contra el jefe de estación de Pinto, dos maquinistas y el jefe de los obreros, por imprudencia temeraria.

 


Esta sección es posible gracias al patrocinio de la Fundación Egido. Esta institución sostenida por el Grupo Egido tiene como fin de interés público promover cualquier actividad que fomente la cultura, la educación, la solidaridad y, en general, el bienestar y desarrollo de Pinto y los pinteños. La Fundación Egido tiene su sede en el edificio de la calle Las Monjas, 3.

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