
Nieves Giménez, responsable de la red de bibliotecas de Pinto, lleva más de treinta años trabajando como bibliotecaria en Pinto.
Nieves Giménez nació en Madrid y, además de bibliotecaria, es la persona que más ha trabajado en Pinto por la promoción de la lectura y el poder de los libros como herramienta para inventar todo tipo de mundos. “Elegí ser bibliotecaria porque desde muy pequeña me encantaba la lectura, aunque a esas edades es difícil pensar en esta profesión. Se descubre poco a poco cuando frecuentas las bibliotecas, disfrutas estando rodeada de libros, te empiezas a preguntar e interesar sobre cómo se organizan y ordenan los documentos...”.
Estudiante de Filología Francesa, siempre tuvo claro que no quería dedicarse a la docencia. Lleva treinta años trabajando en las bibliotecas pinteñas, prácticamente toda su vida profesional. Responsable de la red de bibliotecas municipal —hoy completamente informatizada y accesible desde el teléfono móvil, con el que puedes desde reservar libros hasta acceder a la lectura online con el programa E-biblio—, Nieves vivió los ficheros manuales, los libros de registro de lectores a mano y el archivo de entradas de obras a máquina.
Emblema sociocultural
La democracia abrió las puertas de la primera biblioteca municipal de Pinto, ubicada en la tercera planta del Centro Municipal de Cultura, cerrado en 2009 por fallos estructurales y hoy todavía pendiente de reapertura.
“Era muy buena biblioteca. Pequeña, pero con muchísimo encanto”, recuerda Nieves. Allí dio sus primeros pasitos como bibliotecaria. “Éramos casi como profesoras. Se pedía sobre todo mucho libro informativo. Los usuarios eran mucho más dependientes de nosotros porque las bibliotecas eran fuentes de información. Ahora con su propio móvil entran en Google y tienen todo lo que necesitan”.
En 2004 se decidió que la biblioteca se trasladase a la en ese año inaugurada Casa de la Cadena —el simbólico recorrido del “traspaso” lo protagonizó la denostada Infanta Cristina, que dio nombre al edificio hasta 2016—, donde llegó la revolución informática: ya no había solo libros en sus estanterías, sino que se podía acceder a música, cine y hasta conectarse a internet. Años más tarde, en 2011, se inauguró la segunda biblioteca de Pinto, Javier Lapeña, en el barrio de La Tenería. Actualmente la Red Municipal de Bibliotecas de Pinto cuenta con 10 trabajadores, 11.162 lectores, 50.379 libros y 9.530 películas y discos de música.
“Ya no es necesario ir a la biblioteca para hacer un trabajo del colegio o para ver el boletín de la Comunidad de Madrid porque me han puesto una multa y, sin embargo, hoy las bibliotecas reciben a más gente que nunca buscando una lectura recreativa”, explica Nieves. “Es una pena porque hay veces que en internet la información no está catalogada, sobre todo para los niños, y son corta y pega de artículos o libros. Aquí todo está rigurosamente clasificado”, apunta Gema Jiménez, técnico de bibliotecas de Pinto y compañera de Nieves desde hace 20 años.
Además de un laberinto de libros, las bibliotecas se han convertido en espacios de difusión cultural y social. “Aquí organizamos desde charlas hasta conciertos. En la biblioteca también hay libros de música y cedés, así que, ¿por qué no? Todo siempre, claro, encaminado al fomento de la lectura”, explica Nieves.
“Las bibliotecas siempre han sido un punto de encuentro donde quedar. Los viernes se notaba mucho, ¡aquí incluso se ligaba! Nos hemos llegado a sentir un poco madrinas de muchas parejas que se han formado a lo largo de la historia en Pinto y que empezaron con miradas de mesa a mesa”.
Durante 30 años, Nieves ha estado detrás de la creación de proyectos como los clubs de lectura locales —un éxito que ha llamado la atención de bibliotecas de todos los puntos de la región—, cuentacuentos, talleres o visitas escolares. “Recuerdo cuando montamos el ‘bibliorestaurante’. Nos vestíamos de camareras y hacíamos a los niños menús a base de libros: “Hoy colección de macarrones duros de El Barco de Vapor”. Les explicábamos que, igual que para crecer había que comer muchas verduras y frutas, para que creciera la imaginación había que devorar libros”.
Cuando empezaron con sus proyectos de dinamización de la lectura, Pinto tenía 23.000 habitantes. Hoy tiene más de 52.000. “Cuando el pueblo empezó a crecer no hubo más remedio que empezar a contratar a gente. ¡Nos pasábamos el año vestidas de camareras!”.
La cuarentena de los libros
La pandemia ha sido un punto de inflexión para estos espacios de lectura. Frente a una pared decorada con un cartel de “silencio, por favor”, la quietud de la sala impacta. “En las bibliotecas siempre ha habido mucha relación con el usuario. Vienen, nos piden consejo y orientación… Da muchísima tristeza ver esto vacío y medio desmantelado”.
Por orden de Sanidad, todas las bibliotecas se cerraron a cal y canto el 13 de marzo de 2020. “Cuando recibí la llamada del concejal diciéndome que nos íbamos todos a casa pensaba: bueno, esto van a ser 15 días y volvemos. Pero pasaron las semanas y la cosa se alargaba y se alargaba”, recuerda Nieves. “La época del encierro más duro lo viví con amargura y tristeza. Fue una sensación muy extraña de soledad y desorientación. Se ha parado el mundo, ¿y ahora qué hacemos? Estás acostumbrada a programar actividades, atender editores, estar con tus compañeros…”, reconoce Nieves. Resignado, el equipo de la red de bibliotecas de Pinto aprovechó esos meses para poner al día el papeleo: expurgar libros, gestionar compras y preparar informes.
El 1 de junio la biblioteca volvió a “abrir” sus puertas, aunque el perturbador silencio persevera. Los libros seguían en las estanterías, pero el alma de las bibliotecas son sus lectores, que continúan sin poder tocarlos. Todavía hoy, casi un año después, lo único presencial en el centro son los préstamos y las devoluciones. Mirar desde arriba un carrito lleno de las últimas novedades literarias es lo más cerca que pueden estar ahora de los libros los usuarios de la biblioteca.
“Volver ha sido triste y alegre a la vez. Alegre porque vuelves a verte rodeada de libros; triste porque les falta vida. El sentido de una biblioteca son sus usuarios”, confirma Gema.
“Lo que a todo el mundo nos gusta es pasear y coger libros, ojear las imágenes, tocar los lomos…”. Sin fecha de cuándo volverá la normalidad a las bibliotecas, los pasillos continúan cerrados y los libros siguen teniendo que pasar una cuarentena de tres días —¡que llegó a ser de 14 hasta no hace tanto!—.
Qué puedo hacer en una biblioteca
“¿Cuál es la actividad en una biblioteca? Ahora ninguna. Intentamos hacer lo que podemos”, revela Nieves. Aunque las bibliotecas de Pinto se han intentado mantener conectadas a la cultura municipal durante este año de pandemia —a través de vídeos con cuentacuentos online, relatos, entrevistas de escritores o recomendaciones de lectura publicados en las redes sociales del Ayuntamiento de Pinto y las primeras actividades en la calle durante este Día del Libro—, el centro tiene todavía muy limitada su actividad. Dentro de sus paredes, la única tarea presencial es la entrega y devolución de libros.
“Como ya no pueden mirar ellos mismos qué títulos hay en la biblioteca tienen que venir sabiendo lo que quieren. No todo el mundo tiene la capacidad de ver el catálogo online, así que lo que estamos haciendo es enviar mensualmente un boletín con las novedades que hemos incorporado”.
Las solicitudes de libros pueden hacerse a través del teléfono, por correo electrónico o presencialmente en la primera planta de la biblioteca de la Casa de la Cadena —aunque los responsables lo desaconsejan para evitar posibles aglomeraciones—. “Todo el catálogo está informatizado y se puede buscar no sólo por título o autor, también por materia, palabras claves, fechas… El problema es que los usuarios están acostumbrados a venir y conversar desde el mostrador. ¿Cómo me voy a llevar un libro sin verlo?”.
Desde 2018, además, las bibliotecas de Pinto están integradas en el catálogo único de la Comunidad de Madrid, que ha unificado los inventarios y bases de datos de los 80 municipios y 181 bibliotecas públicas adheridos a esta red regional —que pone al alcance el usuario casi 9 millones de documentos—. “Con un único carnet puedes hacer uso de todas las bibliotecas y pedir un libro que esté, por ejemplo, en Algete. Es un avance muy importante, antes un vecino que estudiara en Madrid tenía que tener el carnet de Pinto, el de la Comunidad de Madrid y el propio del Ayuntamiento de Madrid”.
Salas de estudio
Además de espacios para el intercambio de libros e insignias culturales, las bibliotecas cumplen otra importante función social como lugares de estudio. “Cuando cerramos por la covid-19, muchísimos emails estaban relacionados con las salas de estudio. Su cierre ha sido muy duro para muchos estudiantes: estudiar encerrado en casa y con toda la familia es muy complicado”.
Pese a que a mediados de agosto del año pasado se abrió la sala de Javier Lapeña en respuesta a las innumerables solicitudes de los estudiantes pinteños, en menos de un mes la pandemia obligó a la biblioteca a ceder sus espacios al colegio Las Artes.
Desde el pasado mes de marzo está habilitada la sala de estudio de la Casa de la Cadena. “Está llena. Ahora mismo estaba respondiendo un email de un chico de otro municipio que nos pregunta si puede venir”, asegura Nieves. Su biblioteca está dando servicio a Pinto y a municipios de alrededor, donde estas salas continúan cerradas.
Para acudir a estudiar a uno de los 13 puestos con los que cuenta la biblioteca pinteña, debe realizarse la petición el día de antes y reservar únicamente un turno de mañana o de tarde. Los usuarios firmarán asimismo un documento en el que se comprometen a no compartir material con otras personas, llevar siempre puesta la mascarilla y no moverse del sitio asignado, entre otras normas.
“Las bibliotecas no son salas de estudio, son salas de lectura. La intención es que aquí vengas a leer y usar el material de la biblioteca. Las salas de estudio deberían proporcionarlas los centros educativos —colegios, institutos y universidades— pero es algo que ya tenemos asignado”, explica Nieves.
Volver
A consecuencia de la pandemia, el préstamo de libros en las bibliotecas ha caído drásticamente. “No va a ser fácil recuperarnos”, auguran las bibliotecarias, que esperan ansiosas volver a ver mesas llenas y ojos curiosos en los pasillos de su segunda casa.
Aislados de sus lectores en un edificio inmenso, los trabajadores de la Casa de la Cadena están pasando un segundo confinamiento.
La administración parece haberse olvidado de las bibliotecas, que no reciben nuevas órdenes desde junio de 2020. “Lo cierto que abrir una biblioteca depende mucho de la responsabilidad individual de las personas. Nosotros no tenemos personal suficiente para vigilar que se están cumpliendo a rajatabla las medidas. Si ya nos costaba que no se entrara con comida y bebida a las salas…”
“Echamos de menos hasta poder hacer el sifón. ¡Que vuelvan todos otra vez y que monten bulla!”, dice riendo Nieves sobre el repetido “shhh” al que se enfrentaban las bibliotecarias diariamente.
Con ruido, con silencio o en esta pequeña elipsis que viven desde hace más de un año, Nieves lo tiene claro: “Si volviera a nacer, claro que elegiría volver a ser bibliotecaria”.
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