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Crónica de un pinteño vacunado en el Wanda

Agustín Alfaya Ver comentarios 2 Sábado, 03 de Abril de 2021 Tiempo de lectura:
Entrada al estadio, minutos antes de recibir la vacuna.Entrada al estadio, minutos antes de recibir la vacuna.

Ocho mil madrileños sexagenarios fuimos convocados por la Consejería de Sanidad para ser vacunados el 30 de marzo en un lugar tan atípico como el Wanda metropolitano, el estadio de fútbol del Atlético de Madrid.

La alegría y entusiasmo generalizados de los futuros inmunizados, ansiosos de que acabe de una vez esta plaga que arruina vidas y haciendas, relegaba a un segundo plano el creciente enfado por la desorganización de la convocatoria.

 

Colas kilométricas

 

A las colas kilométricas que se formaron para recibir la vacuna, se añadió la falta de personal que informase a la gente que iba llegando a la explanada del estadio. Aquello parecía un remedo de la extinta ‘mili’ cuando los reclutas yacían durante horas en un solar a la espera de ser ubicados.

 

La Consejería nos había citado a cada uno a una hora muy concreta, en mi caso las 17.26. Nada más llegar al Wanda, un lugar que desconocía hasta entonces, pude comprobar que la precisión de la citación no tenía nada que ver con la realidad. La media de espera en las colas era de dos horas. Menos mal que la climatología era plácida, pero uno se pregunta si esta va a ser la forma de reunir a la gente cuando el implacable sol de justicia madrileño achicharre nuestras cabezas.

 

[Img #28940]

 

“Estamos desbordados”

 

Como tenía tiempo de sobra, mi rutina periodística me llevó a curiosear y preguntar a mis vecinos de cola cómo veían todo el asunto. Y luego, dos horas después, cuando estuve dentro del estadio, cotejé con dos de los 40 profesionales del SUMMA 112 encargados de la vacunación, asuntos como por qué se citaba a las personas con hora concreta si luego aquello era un póngase usted en la cola infinita y será vacunado cuando logre llegar al final del recorrido, o si cuando la climatología se torne adversa también se van a mantener esas colas a la intemperie durante dos horas.

 

Todos mis vecinos de hilera coincidían en alegrarse de la suerte de poder vacunarse para “tener una vida social que echo de menos” (Jaime). “Lo que más deseo es abrazar a mis nietos e hijos” (Elena). “He visto como este bicho ha matado a mi hermana y a dos vecinos de mi bloque, tengo un miedo muy grande a estar con gente, no lo puedo evitar” (Carmen). “Cuando me citaron me llevé la mayor alegría que me podían dar, no me importa estar en la cola hasta mañana si es necesario, pero yo no me voy de aquí sin que me vacunen” (Abel).

 

Pero también había críticas por no haber organizado mejor los grupos de vacunación. Hubo incluso personas que provocaron pequeños incidentes porque querían adelantarse en la cola, ya que se acercaba su hora de citación y pensaban que si guardaban la fila llegarían muy tarde y no le vacunarían. Incidentes provocados por la falta total de personal de seguridad o voluntarios que informasen de la situación a los que iban llegando a la explanada.   

 

Con los profesionales del SUMMA apenas pude hablar porque no daban abasto. “Estamos desbordados”, me comentó una trabajadora, “esto no está bien organizado”. El otro profesional al que le pude preguntar si las infinitas colas se iban a mantener cuando haya lluvia o apriete el sol, me respondió que “no lo sé, eso tiene que preguntárselo a los que mandan, nosotros estamos muy estresados porque somos insuficientes para atender como se debe las miles de personas que se citan”.

 

La vacuna de la discordia

 

Cuestión distinta era la opinión de muchos de mis congéneres sexagenarios sobre la vacuna concreta que nos iban a poner, la de AstraZeneca. La mayoría albergaba reticencias sobre esta vacuna fruto de fake news y/o del alarmismo que las propias administraciones de los estados europeos han creado al suspender su inoculación a personas de más de 55 años. “Yo preferiría la otra (Pfizer) que dicen que es mejor”, señalaba uno. “Creo que nos la ponen porque no la quieren los funcionarios y ha sobrado”, añadía una mujer. Otra abundaba en que “me preocupa los efectos que me produzca porque dicen que te puede dejar mal”. “Está claro que es menos efectiva que las otras, pero yo me pondría aunque fuese la rusa”, manifestaba un tercero… 

 

La raíz de la desconfianza hacia la vacuna de AstraZéneca nació en Alemania cuando el influyente diario económico ‘Handelsblatt’ aseguró que la vacuna de Oxford tenía una eficacia de apenas un 8% entre los mayores de 65 años, y atribuía esa afirmación a una fuente anónima del Gobierno federal. “Completamente falso”, respondió de inmediato AstraZeneca y el propio Gobierno alemán aseguró que no podía confirmar la información. Pero el periódico sacó a la palestra los pocos ensayos clínicos de esta vacuna entre la población mayor.

 

A Alemania, le siguió en cadena media Europa en su decisión de restringir el uso de la vacuna de AstraZeneca a menores de 65 años e incluso, como en el caso de España, a menores de 55 años. De hecho, que ahora nos estén vacunando masivamente a los sexagenarios madrileños, antes que a los septuagenarios, se debe a que el Gobierno acaba de permitir inocular la vacuna hasta los 65 años, pero no a los mayores de esta edad. 

 

Leyenda negra

 

La paralización de la vacuna de AstraZeneca, tomada en un momento clave en la lucha contra la pandemia, con los suministros recortados por las farmacéuticas, alteró enormemente el orden de vacunación. Hay que tener en cuenta que la mayoría de gobiernos habían basado en AstraZeneca gran parte de su estrategia de vacunación, por su bajo coste y su fácil almacenamiento y transporte.

 

Y como nada se extiende más rápido que el miedo, mucho más en una época dominada por las redes sociales, las reticencias y hasta los rechazos a esta vacuna han sido y son frecuentes en muchos ciudadanos. Si a ello sumamos las disputas por el suministro entre la farmacéutica anglo-sueca AstraZeneca y las autoridades europeas y declaraciones como la del presidente francés, Emmanuel Macron, quien no dudó en calificar de “pseudoeficaz” el fármaco cuando se desató la batalla política entre la compañía y la UE, no es extraño el escepticismo que se ha extendido por Europa contra esta vacuna.

 

Sin embargo, los resultados a gran escala, como recientemente han apuntado los datos de Escocia e Inglaterra, van mostrando que la vacuna de la universidad de Oxford, producida por la farmacéutica AstraZeneca, es, además de la más barata y práctica, la que tiene un mayor grado de eficacia contra el virus en todas las edades. Así, entre los millones de vacunados en Gran Bretaña sin límite de edad se ha comprobado que la efectividad de la vacuna de Pfizer es alta, el 85%, pero más alta aún lo es la de AstraZeneca, 94%.

 

Efectos secundarios

 

Otra afirmación que los estudios epidemiológicos van desterrando es que la vacuna de AstraZeneca produce más y peores efectos secundarios que las otras vacunas. Lo cierto es que la decisión de los gobiernos europeos de utilizar exclusivamente la vacuna de AstraZeneca en población más joven tuvo como consecuencia que los efectos secundarios de esta vacuna fueran, efectivamente, mayores que los de las otras vacunas (Pfizer y Moderna). Pero, como explican los científicos, cuanto más joven es el organismo, más fuerte es su sistema inmunológico y más potente su reacción natural.

 

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Vacunar, vacunar y vacunar

 

Deberíamos alegrarnos por vivir en una época en la que la ciencia ha sido capaz de darnos en tiempo récord la mejor herramienta contra la pandemia. La prioridad de Gobierno y comunidades debe ser la vacunación masiva. No nos podemos permitir retrasos, titubeos, parones y una gestión lenta como la que hemos tenido en el primer trimestre de este año. La vacunación masiva es una misión urgente.

 

Yo, como los primeros ocho mil madrileños sexagenarios a los que nos vacunaron en el Wanda, estamos felices por haber tenido la suerte de llegar a la meta, pero el objetivo no estará cumplido hasta que la inmunización abarque al país entero, al mundo entero.

 

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