COVID-19
Desde hace unos cuantos meses estamos en una situación extraordinaria por estar afectados por una pandemia a nivel mundial; el COVID-19.
La Peste Negra, la Gripe Española, el Ebola, el Sida, el COVID-19,…, es verdad que alguna de estas no deben ser consideradas pandemias sino epidemias porque no afectan a toda la humanidad en general, sino a grupos de personas muy concretos. Pero esta, la última, el COVID-19, si es pandemia. Nos va a obligar a cambiar muchos de nuestros hábitos. Debemos hacernos a la idea de que aún nos queda un tiempo, unos cuantos meses, para que algún laboratorio (al que le habrá tocado la lotería) descubra la vacuna, la consigamos y podamos continuar nuestra vida anterior.
Pero no será igual. Los empresarios habrán comprobado que muchas tareas se pueden llevar a cabo desde los domicilios particulares de cada uno mediante el ordenador y alquilarán o construirán oficinas más pequeñas y, obviamente, más baratas. También, y por eso de trabajar desde casa, exigirán más a sus empleados y no pagarán horas extras porque “… como se trabaja desde casa…”. Y todo esto tendrá una lectura positiva porque: el empresario tendrá más beneficios, se reducirá el tráfico, se gastará menos en gasolina y, en general, todo aquello que puedan ustedes considerar positivo en relación con esta nueva situación.
Así mismo, y esto ya no es tan positivo, a lo peor ya nos hemos acostumbrado a saludar desde lejos, a no abrazarnos, a no reunirnos en grupos de más de diez, a dar las clases telemáticamente, sin asistir físicamente a la escuela, a salir a pasear a unas determinadas horas,…
Y, lo que es directamente negativo, es que, determinada parte de la población, mayormente jóvenes, crea que las medidas adoptadas por el Gobierno para combatir esta pandemia y su controlada implementación asimétrica, sean unas medidas políticas, contrarias a la Constitución y así se lo hagan saber de forma vehemente, reivindicando una libertad que garantiza la Carta Magna en su articulado. Claro, no se han leído lo del estado de emergencia; ahí no han llegado.
¿Esconderá esto algún transfondo político? No es probable porque en esta pandemia muere igual el de izquierdas que el de derechas. Seguramente, si el Gobierno, en lugar de ser de izquierdas, hubiese sido de derechas, las cosas, a lo mejor, no habrían sido tan diferentes, ¿o si? A lo mejor no habrían inspeccionado tantas residencias de ancianos, se habrían limitado a las de titularidad municipal. O habrían permitido más personas en los bares y en los comercios para favorecer las ventas. O los partidos de fútbol con gente. O….
No podemos olvidar que el COVID-19 es una epidemia universal; están casi todos los países siguiendo similares normas, de confinamiento, de suspensión de espectáculos multitudinarios, de cancelación de vuelos entre países…¡en fin!, las mismas acciones con duraciones diferentes, en función de los infectados y de los muertos.
Creo que es el momento idóneo para que, de una definitiva vez, cambiemos la filosofía de la humanidad y entremos en otra etapa esperemos que mejor.
Con esta pandemia acabaremos a finales de año o a principios del próximo, pero, mientras, los países sufrirán uno de sus mayores colapsos económicos. Se cambiarán las formas de trabajo, cerraran muchos pequeños comercios y bares por tener que limitar sus aforos (que era lo que les proporcionaba los escaso beneficios que tenían), habrá muchos más parados, las deudas externas se dispararán, …, es el momento oportuno para el cambio.
Todas estas cosas que acabo de mencionar, se considerarán negativas para un gran porcentaje de la población, pero, para la pequeña parte restante, constituirán una buena oportunidad para aumentar la brecha existente entre unos y otros. Los accionistas de las grandes empresas, harán préstamos poniendo el interés que ellos mismos decidan, valorarán los bienes a los precios que estimen oportunos para venderlos por ese dinero y, posiblemente, ejercerán determinadas presiones ante los Gobiernos (tal y como lo vienen haciendo ahora) pero desde una posición mucho más dominante.
Y el cambio que yo propongo es la abolición del dinero tal y como lo conocemos.
Lo que, realmente, tiene cada persona, todas y en todo el mundo, es la dedicación de una parte de su existencia que, en la actualidad, es de ocho horas. Casi todas las cosas que existen en este mundo se componen de materias primas (y la Naturaleza no nos cobra nada por ellas) y las horas de trabajo que comporte su elaboración.
Por ejemplo; si lo detallamos por sectores, el primario tendrá el coste de los elementos de extracción y manejo y las horas de los trabajadores que se dediquen a ello; el secundario, el valor de los elementos de que se disponga, más las horas de trabajo para transformarlos y, finalmente, el sector terciario o de servicios, comporta, sobre todo, el tiempo que los trabajadores de este sector dedican al público más las materias elaboradas que proporcionen.
En consecuencia, el denominador común de los tres sectores es el tiempo que cada trabajador dedica a sus actividades y, refiriéndonos al sector primario, el coste de los elementos de extracción, tendrá también un componente de tiempo (de los que los fabrican).
Conclusión; el valor de todas las cosas con las que se negocia en este mundo, deben ser referidas al tiempo que dedican los trabajadores a ellas más el tiempo de obtención y elaboración de los elementos que se utilizan; solo tiempo.
Por ejemplo, el precio de un coche se confeccionará teniendo en cuenta el tiempo empleado en la obtención del metal, el tiempo dedicado a confeccionar los medios de extracción (que, a su vez, tendrán que considerar el tiempo y elementos de la fundición de hierro); el tiempo de los operarios que realizan el montaje de las piezas (más el tiempo que ha costado construir la cadena de montaje). En definitiva; todo se debe de refrenciar al tiempo. Total; 73.240 minutos, por ejemplo, contando todos los tiempos invertidos en el montaje del automóvil, en la cadena de montaje y en los elementos utilizados. A ese importe, más lo que el Gobierno estime de beneficios para financiarse y financiar los gastos del Estado, se debe de vender el coche. Es decir, todos los tiempos invertidos, directa o indirectamente, más los beneficios del Estado.
Así se acabaría con la especulación, que no hace sino profundizar la brecha existente entre los multimillonarios y los demás. Y cuando todos los países hablen en minutos, el mundo entrará en otra etapa mucho más larga que la última y mucho mejor para el ser humano.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.103