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Fernando Ferro

Diversión con banderas y lacitos

Martes, 04 de Febrero de 2020 Tiempo de lectura:

Objetivamente, una bandera no es más que un trapo de colores; a veces divertido y con una combinación de masas afortunada, aunque lo más habitual es que sea simple y chillón, y un lacito es una cinta de color, en el mejor de los casos con algún dibujito ingenioso. Para el genial físico autista de la serie televisiva Big Bang Theory, Sheldon Cooper, la cosa va mucho más allá y consigue divertirse , al mismo tiempo que aburrir a todo el mundo, observando la impredecible evolución de los Estados y sus símbolos más reconocibles, la banderas.

 

Aquí hemos llegado al núcleo duro del asunto, los individuos que conforman las comunidades humanas, para paliar su infinito desvalimiento e indefensión, tienden a identificarse con la imagen de algo sólido y antiguo. Cualquier cosa, con tal que simule garantizarle unos derechos políticos, jurídicos, económicos y sociales, con sus consecuentes obligaciones; también los vincula con una lengua, unas costumbres, un paisaje  y una cultura. Del primer bloque de derechos y obligaciones se puede renegar, del segundo no se pude escapar, de la lengua materna, del inconfundible sabor de la comida de casa y de los lugares de la infancia, todas y todos permanecemos siempre cautivos. Esa es la trama legal del moderno Estado nacional, que con la demarcación de su territorio y lo verdaderamente importante, sus ciudadanos, conforman la idea simbólica de Nación. Antes hubo señores feudales, y antes de antes formas tribales que protegían y sometían, igual que ahora. También puedes intentar ampararte en los colores de un club de futbol, de una iglesia o de la peña de un pueblo en fiestas, todo tapa.

 

El uso social de los lacitos que ponen de actualidad temas ocultos o conflictos silenciados y un día en el año reclaman nuestra atención, contiene, al mismo tiempo, un innegable valor y una insultante mentira. Desvelar una acuciante necesidad, como la investigación del cáncer o luchar contra la violencia machista es un bien en sí mismo, pero pasar página al día siguiente es de un cinismo reprobable. Porque después de las hiperbólicas declaraciones institucionales, de la banderas, los  lacitos y las fanfarrias no suele quedar ningún compromiso real y se siguen manteniendo con la misma intensidad los acuciantes problemas del día anterior a su reconocimiento público.

 

Humildemente, creo que sería de mucha mayor utilidad para la inmensa mayoría de la población, reciclar la tela de las banderas para hacer bolsas para la compra, y las que fueran impermeables para anorak o tiendas de campaña, para velas de barca de pesca y para cubrir la mies del rocío en los campos. En fin, utilizarla para algo verdaderamente útil, evitaría muchos enfrentamientos innecesarios y artificialmente promovidos, además no complicaría tanto la existencia de los innumerables empleados de las diversas administraciones atareados en el cambio diario de banderas y la distribución cotidiana de lacitos. En los actuales mástiles se podrían instalar funcionales pararrayos o dejarlos vacíos, para recordar los tiempos en los que las criaturas humanas estaban divididas por colores.

 

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