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Un refugio convertido en hogar

La nueva familia de César Heredero, el jubilado pinteño que ha acogido en su casa a dos refugiados

Sonia Gómez Mas Ver comentarios 1 Lunes, 30 de Diciembre de 2019 Tiempo de lectura:

César anima a otras personas mayores a que sigan su ejemplo. “Es una situación ideal, tanto para ellos como para mí. No puede haber casas sin gente y gente sin casa”.

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Las navidades este año de César Heredero están siendo distintas. Desde hace un año, comparte su casa y su vida con dos refugiados: un senegalés y un sirio. Rabee y Kim son ya dos miembros más de la familia de este pinteño de 75 años que un día decidió que el mundo podía ser un lugar mejor si todos poníamos algo de nuestra parte. Este año, ambos celebrarán por primera vez la Navidad ya que su religión, la musulmana, no conmemora estas fechas. 


César está divorciado y llevaba un tiempo viviendo solo. Su casa de cuatro habitaciones se le hacía enorme. “Pasaban meses que sin que yo entrara en ninguna de las tres habitaciones que no son mi dormitorio mientras no paraba de ver en la televisión que había gente durmiendo en la calle”. No lo pensó dos veces. “Así se me ocurrió que quizás alguna de esa gente podía venir a mi casa”.  

 

A pesar de sus dificultades para andar, se marchó desde Pinto a Madrid para hablar con Refugees Welcome, una organización sin ánimo de lucro que promueve la inclusión de las personas refugiadas en nuestro país a través de la hospitalidad de los ciudadanos. “A las personas refugiadas, poder formar parte de un hogar compartido puede ayudarles más que cualquier otra medida a superar las vulnerabilidades”, explican desde la ONG.

 

Cuando César llegó allí narró su situación: tenía sitio de sobra en su casa para acoger a quien lo necesitase, ponía su vivienda a disposición de la organización. Solo unos días después, desde Wellcome Refugees le presentaron a Rabee, que con 27 años había escapado de Siria y llegado a Madrid huyendo del conflicto armado que hoy todavía continúa. 

 

[Img #24186]Orientados por la ONG, César y Rabee quedaron para conocerse y para ver “si encajábamos”. “A mí era algo que no me preocupada, tenía por seguro que nos íbamos a llevar bien”, cuenta sonriente el pinteño desde el sofá de su vivienda en la calle Santa Florentina.  El temor del jubilado era el idioma.  “Lo único en lo que pensaba es en que yo no sé hablar sirio y mi inglés es muy justito, así que me daba un poco de miedo que él no supiera hablar nada de español”. Pero Rabee, que en seis meses en España ya ha conseguido obtener el certificado B1 de castellano, pudo comunicarse sin dificultad con César. Unos días más tarde, el sirio ya estaba instalado. 

Poco después llegó Kim. Huía de Senegal y había pasado tres meses durmiendo en la calle. Licenciado en Geografía e Historia, Kim es profesor, sabe hablar cinco idiomas -inglés, francés, español, creole (haitiano) y hassaniyya (dialecto árabe)- y dirigía su propia empresa en Senegal. Pero después de cruzar el Mediterráneo en patera, cuando pisas España nadie te pregunta ni por títulos ni por tus conocimientos. 

 

Dos años después, Kim todavía sigue esperando que se apruebe su solicitud de asilo por el comité contra la tortura. 

 

HUIR 

 

Para Kim llegar a casa de César fue un regalo. “Además de un techo, necesitaba cariño, poder hablar con alguien de confianza”, explica el senegalés mientras mira al anciano, a quien se dirige como “tío”. “Sí, César es como un tío para nosotros”, responde con normalidad cuando le preguntan sobre el apodo. “Nos hemos convertido en familia”. 

 

[Img #24188]Aunque tranquilo y reservado, a primera vista a Kim se le ve feliz aquí. En silencio, Kim, víctima de la persecución y la tortura en su país, continúa sufriendo. “A veces no quiero hablar porque he vivido muchísimas cosas duras. Cosas que no son normales. Cuando las recuerdo prefiero estar solo, sin hablar”. Todavía, Kim sigue reviviendo sus fantasmas y tiene que tomar medicación. “Pero ahora puedo sentarme en un sofá cuando pienso esas cosas, mirar la tele o escuchar las noticias”.

 

Kim vino a España “con prisa”. “No sabía qué había aquí. No esperaba nada, pero nunca pensé que fuera a dormir en la calle”, reconoce con tristeza Kim antes de sentenciar, sin profundizar ni una coma: “No volveré a mi país nunca”. 

 

“He perdido toda mi vida. Es muy difícil salir adelante después de eso. César me ha ayudado mucho. Necesito una persona culta que sepa explicarme las cosas, porque soy curioso y tengo muchísimas preguntas que hacer para entender la cultura española”. Enamorado del conocimiento, Kim asiste a cursos en la Escuela para Adultos de Pinto y en la Escuela Oficial de Idiomas (EOI), mientras aguarda paciente que el Estado le homologue sus estudios de Historia y Geografía. 

 

Pese a ser políglota y universitario, Kim no ha conseguido un contrato laboral, aunque sí ha experimentado la injusta explotación de sus capacidades. “Al principio, a los primeros meses de llegar aquí, una empresa de abogados le contrató para que les tradujera demandas o sentencias de clientes extranjeros. Le pagaban 10 euros al día ¡10 euros! ¿Te lo puedes creer? No le daba ni para pagarse el transporte”, cuenta visiblemente enfadado César, especialmente molesto con las infamias del mercado laboral. 

 

Los ratos de entretenimiento surgen en su rincón del sofá donde Kim, además de con la compañía de César, disfruta de la televisión informándose de la actualidad y, aficionado del Real Madrid, viendo partidos de fútbol y baloncesto. 

 

RABEE

 

Rabee tiene un turno de más de ocho horas la mañana de sábado en la que realizamos la entrevista. Empleado en una empresa de transportes, el joven sirio se gana aquí la vida como transportista. Allí era veterinario y, como Kim, intenta –por ahora sin éxito- convalidad sus estudios mientras continúa estudiando español en la EOI. Salió de Homs (Siria) escapando de la guerra civil y eligió Madrid para poder estar cerca de sus tres hermanos que vinieron en 2010, antes de que estallara el conflicto. 

 

A CUERPO DE REY

 

A César tenerles a ellos también le ha cambiado la vida. “Desde que están en casa no me dejan hacer nada. Hace meses que no hago la comida, ni friego, ni voy a hacer la compra”. Los vecinos ya les conocen y en el supermercado a Kim siempre le mandan recuerdos para César. Son parte del barrio. “Han caído muy bien, todo el mundo sabe que viven conmigo y les tratan como parte de mi familia”, comenta César. Para él no son ni refugiados, ni acogidos. “Son mis invitados, mis amigos, mi familia. Me dan conversación, me ayudan en todo y me hacen la vida más fácil”. 

 

Para César también es muy interesante aprender de la cultura y sociedad de sus dos compañeros pero, sobre todo, de su gastronomía. “Cocinan estupendamente y estoy probando platos que no había comido nunca ¡aunque a veces se pasan con el picante!”. 

 

CASAS SIN GENTE, GENTE SIN CASAS

 

César anima a otras personas mayores a que sigan su ejemplo. “Es una situación ideal, tanto para ellos como para mí. No puede haber casas sin gente y gente sin casa”. Esta idea lleva años rondándole la cabeza al pinteño, empeñado en dar forma a su mayor proyecto, la Fundación Hogar. Una institución con el objetivo de crear residencias gratuitas para ancianos que, a su vez, donen sus casas a personas jóvenes que las necesiten. “Los mayores estarían mejor cuidados en residencias y las personas jóvenes no tendrían que hacer frente a los gastos de una casa, solo pagarían los servicios como el agua, la luz, etc”. 

 

Un proyecto idealista y utópico al que César ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo -el documento de su proyecto contiene más de 30 páginas- y que plasma la ilusionante personalidad de César: un hombre que, aunque terriblemente enfado con las muchas injusticias que se producen, cree en la bondad del ser humano y no desiste de pensar que todos podemos ser más solidarios. Y que persigue, también, un hermoso fin: construir una sociedad en la que nadie tenga que dormir en la calle.  “El telediario está lleno de gente que ha llegado a Madrid y que está viviendo en la calle. No es normal”. 

 

“Son personas igual que tú y que yo, solo que han tenido la mala suerte de tener que escapar de su país”, dice César. El de Pinto asegura que tiene que haber un cambio social respecto a la percepción de la inmigración y pide que no se escuchen los discursos de odio. “La mayoría de esas personas están muy preparadas, con un nivel alto de estudios y, al no regularizar su situación, están abocándolos a que sean manteros ilegales”. 

 

César, el primer pinteño -y el único- en acoger a refugiados en su casa, solo tiene un deseo en su carta para esta Navidad: que más gente haga como él. “Les va a mejorar mucho la vida, se lo garantizo”.

 

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