Birdlife
Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

José Luis Gutierrez

Devi

Jueves, 24 de Octubre de 2019 Tiempo de lectura:

Hay personas que desde el mismo momento de su nacimiento parecen predestinadas al sufrimiento y la infelicidad, y da la impresión de que nada de lo que hagan en su vida puede mitigar su desdicha ni liberarles de esa especie de condena, que tiene el carácter de una sentencia inapelable que únicamente se puede agravar, jamás reducir ni aliviar. Una de ellas es/era Devi.

[Img #23579]

 

No recuerdo cuándo fue la primera vez que me encontré con Devi en el patio de recreo de Bal Mandir, pero debió de ser hace cerca de diez años. Entre tantos menores, aquella adolescente llamaba la atención por varios aspectos que la hacían singular. En primer lugar, saltaba a la vista que Devi físicamente tenía una estatura muy inferior a la que le correspondía por su edad. Además, llamaba la atención cierta desproporción de sus piernas, más cortas de lo normal, aun dentro de su reducida talla. Otro rasgo físico característico de Devi era la dulzura de su expresión, siempre amable y sonriente, que denotaba una bondad natural, tal vez innata, incongruente con su situación, porque lo que en buena lógica cabría esperar de ella era estar enfadada con el mundo por haber sido abandonada poco después de nacer, y con la naturaleza por haberle asignado un cuerpo que nunca quiso ser cómplice de sus sueños de convertirse en una bailarina y cantante capaz de maravillar a cuantos la escuchasen y contemplasen.

 

Al principio me ponía nervioso el movimiento constante de sus ojos, algo que la hacía parecer siempre en guardia, como si estuviese permanentemente al acecho de algún peligro indefinido, o que sólo ella era capaz de percibir. Posteriormente, cuando me explicó sonriente, pero con su habitual tono de resignación fatalista, que desde muy pequeña los médicos se habían atrevido a pronosticar que no tardaría mucho en quedarse ciega, empecé a considerar que ese baile constante de sus ojos podía ser un indicio de esa terrible predicción.

 

Cuando Devi se acercaba al lugar en el que desarrollábamos nuestras actividades con los niños, ella generalmente prefería permanecer junto a mi silla de ruedas, charlando conmigo. Aquellas conversaciones me permitieron descubrir en esa joven una imaginación literaria portentosa, aunque generalmente se recreaba en desgracias ficticias que yo siempre sospechaba que podían ser el reflejo de hechos reales que ella misma hubiese vivido antes de ingresar en el orfanato, o que tal vez permanecían semiocultos en su subconsciente. En cualquier caso, yo siempre elogiaba su talento narrativo y le pedía que aprovechase el tiempo libre que le dejaba ese periodo vacacional para poner por escrito todas aquellas fantasías que me contaba.

 

Generalmente, cuando a la mañana siguiente llegaba al orfanato, Devi ya me estaba esperando con un cuaderno en el que había puesto por escrito todo lo que me había contado el día anterior, pero adornado con más detalles, la mayoría de las veces truculentos. Ahora lamento no haber conservado ese cuaderno que cada mañana le devolvía después de haber leído con detenimiento lo que ella había escrito la tarde anterior.

 

Empecé a considerar que esa muchacha tenía la autoestima muy baja y yo podía hacer algo por mejorarla. Además de ponderar su talento literario, descubrí que Devi tenía una voz aguda muy dulce, y me parecía que entonaba las canciones transmitiendo mucho sentimiento, a pesar de que yo no entendía sus letras en nepalí. Tanto me esforcé en alabar sus cualidades para el canto que eso me obligó a darle ocasión de cantar en público cada vez que nuestro trabajo creativo con los niños implicaba una representación final. En esas ocasiones Devi se vestía con un bonito sari que la hacía parecer mayor, y a la vez que cantaba nos obsequiaba un baile para el que, aunque no le acompañaba el físico, estaba dotada de un indiscutible talento natural.

 

[Img #23580]

 

El último año que yo viajé a Katmandú para trabajar con los niños de Bal Mandir, en 2017, Devi, aunque todavía seguía viviendo como interna en Siphal, se había quedado embarazada de un hombre del que se había enamorado. Nos lo presentó a Aurora y a mí pensando que nos alegraríamos de saber que había encontrado un hombre con el que fundar una familia, pero lo cierto es que nos sentimos muy preocupados por ese embarazo irreflexivo, pero también porque aquel hombre aparentaba ser mucho mayor que ella y no nos pareció que el entusiasmo que ella mostraba por él tuviese recíproca correspondencia.

 

Poco después, Devi abandonó el orfanato para irse a vivir a una habitación que había alquilado su novio. Tras el parto, el hombre se enamoró de otra mujer y abandonó a Devi dejando previamente al bebé al cuidado de sus propios padres, porque Devi no tenía medios para pagar el alquiler de esa habitación, ni para cuidar del bebé.

 

En 2018 Aurora se encontró con Devi, nuevamente viviendo en el hospicio denominado Siphal, donde, aunque ya no le correspondía por la edad, había sido readmitida por caridad. Me contó Aurora que había visto a Devi bastante desmejorada físicamente y sumida en una depresión profunda. Llegó a confesar que en ese momento lo único que la mantenía con vida era la ilusión de lograr algún día recuperar a su hija.

 

Recientemente hemos recibido la noticia de que Devi ha fallecido porque su corazón, agotado por los muchos disgustos que ha sufrido en su corta existencia, ha dejado de latir.

 

[Img #23581]

Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.152

Todavía no hay comentarios

Quizás también te interese...

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.