El vecino de Pinto y técnico de deportes del Ayuntamiento de Pinto, José Juan López Cuchillo, escribe una carta a su hija, Ileana, en el aniversario de su fallecimiento, el 14 de agosto de 2018.
Hola, hija. Un año ha pasado desde que te fuiste al arcoíris. En una de las páginas del libro publicado por Editorial Alfasur, Ileanita en el país del ardiente sol, relaté, imaginariamente y en clave de humor, cómo serías a los quince años. Y no, no fuiste así. Fuiste mucha mejor persona que ninguna de las que conozco.
Como respuesta a tu situación personal, con catorce años, pudiste haber optado por un comportamiento rebelde, transgresivo, perdiendo el control de tus emociones hacia todos nosotros, hacia la sociedad en general… con todas sus consecuencias. Pero preferiste la rebeldía constructiva, la virtud de la sobriedad, el ejemplo de buena conducta ante tu familia y amistades, enseñándoles a mejorar su actitud, su comportamiento, les hablaste de lo insano de fumar, de poner en peligro gratuitamente su vida… esa vida que a ti se te escapaba, siendo consciente como eras de ello.
El mejor resumen de mi vida junto a ti es fácil de explicar: la única persona a la que he podido abrochar un botón de la camisa en el ojal, sin que me temblasen las manos. La única persona que ha conseguido que me relaje, siquiera un momento.
Tengo tantos buenos momentos y anécdotas graciosas de esos dieciocho años y medio que resulta complicado escoger las mejores. Aquella vez que te perdí en el Retiro a tus cuatro añitos. Te quedaste mirando un teatrillo callejero y yo seguí caminando, hasta que me di cuenta de que no estabas a mi lado. El corazón a mil, y tú tan pancha viendo el espectáculo. Cuando terminó me buscaste, y como no me encontrabas, se lo preguntabas a las personas: ¿has visto a mi papi? Afortunadamente te encontré en seguida, pero fueron minutos de Champions, de los que no se acaban cuando vas ganando y te ataca el adversario.
O las veces que me llamadas la atención porque no cruzaba por el paso de cebra, como es obligatorio. Eras tú, educándome a mí y diciendo: ya les digo yo a mis amigas que mi papi no es como los demás.
Ir a la Warner y buscar a alguien que subiera contigo a las atracciones. Tu tan valiente, te querías montar en todas, y de algunas salías llorando y… querías repetir.
O tener que volver andando desde Can Roig al hotel (unos 8 kilómetros según el buscador), porque no había taxis ni autobús en Alcossebre, con el calor que hacía a las cuatro de la tarde. Yo, disimulando e intentando distraerte para que no supieras cuanto quedaba hasta el hotel.
O patearme Ibiza durante tres horas mientras tú estabas con el curso de buceo y yo andando por toda la Isla para no pensar que podía pasarte algo y llegar fatigado y tu decirme: ¿de dónde vienes tan cansado? He ido a ver dónde vamos a comer hoy, cenar mañana y desayunar pasado mañana. Te partías de risa.
Los momentos menos buenos tampoco se me olvidan, pero, los buenos momentos ganan por goleada. Nos quedamos con eso ¿verdad que sí, hija? Te extraño y te quiero, hija.
Arcoíris.
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