Fue un Golpe de Estado

La confusión sobre lo que sea España es pantagruélica. Nuestra historia política anterior a 1975 no ayuda desde luego a tener una imagen amable del país. Al revés, nos sumerge en un complejo de inferioridad democrática que sólo la Transición -esa que desprecian los progres de la nada y los profetas de la simulación- ha conseguido erradicar. Porque es ese monumento político español, al que hemos dado el nombre de Transición, el que por fin nos ha introducido en Europa por la puerta grande. Y el que ha creado un nuevo orgullo de ser español que supera el carpetovetonismo de cariz franquista, pero que comenzó mucho antes, en el Concilio de Trento.

Ayer la Fiscalía del Estado, es decir, de España, en el juicio contra los 12 cabecillas independentistas del ‘Proces’, presentó un demoledor informe en el que da el nombre de ‘Golpe de Estado’ a lo que intentaron los acusados. Es decir, homologa la calificación del delito de estos independentistas con el de los golpistas del 23F.

Esta contundencia jurídica provoca sarpullidos de alergia en políticos que se mueven entre lo melifluo, el buenismo y la entronización de las virtudes del diálogo. Quizás también sea el canto de cisne de una Justicia por encima de nuestras posibilidades y vendrán tiempos próximos en que todo vuelva a ser confusión y estulticia. Pero al menos nos quedará que una institución del Estado, desde su independencia del poder político, ha calificado las cosas como son o han sido: que los cabecillas del ‘Process’ se constituyeron en mafia y que intentaron dar un golpe mortal a un Estado dormido y pachorrón | Agustín Alfaya.