Una noche de mayo de 1983 dos jóvenes le asestaron una veintena de puñaladas por defender a unas amigas a las que estaban insultando. El pueblo de Pinto quedó conmocionado ante la noticia y decidió volcarse con la familia.
“Un día cualquiera no sabes qué hora es, te acuestas a mi lado sin saber por qué…” La canción de la ‘Chica de ayer’ suena a todo volumen en un Seat 850 amarillo. Es el día 5 de enero de 1983 y Rafael Mendoza lleva a su hermana pequeña Vicky, “el juguete de la casa”, a ver la Cabalgata de Reyes de Madrid. Vicky sonríe ilusionada y fantasea sobre el regalo que su hermano le comprará más tarde en la Plaza Mayor.
Unos meses antes, en la calle Costa Rica de Pinto, Maite disfruta de la compañía de su hermano Rafa y de sus amigos en el patio de su casa. Sonríe al que será su marido, Martín, a sus primos José Enrique y Chari y a sus respectivas parejas; sonríe a todos, disfrutando mientras escuchan la canción de ‘El año del gato’ de Al Stewart. Momentos cotidianos que acabarían grabados en sus retinas por el trágico suceso que tendría lugar pocos meses después.
Rafael Mendoza era un ‘hijo del pueblo de Pinto’, como dice su hermana Vicky. Nacido en 1961, era, a ojos de su familia, una persona excepcional. Alegre, lleno de vida, siempre liado con la música, cantando, bailando… “Era muy buena persona, con un corazón grandísimo –relata su primo José Enrique, quien recuerda a su primo libre de egoísmos-. Lo que él tenía, te lo daba”.
Su madre, Enriqueta Jiménez, reconoce que, si bien era “muy cariñoso y simpático”, también era un “trasto”. De pequeño, Rafael se divertía haciendo trasquilones en el pelo a su hermana Maite, que sonríe al recordarlo. “Prefería irme con él y con sus amigos que con mis amigas”, cuenta.
Rafael decidió no estudiar y convertirse en electricista. “Era un trabajador excelente. Su jefe decía que tenía más confianza en Rafael que en sus propios hijos”, explica Enriqueta.
Asesinato | La vida de Rafael y la de su familia se truncaron cuando él tenía veintidós años. La noche del 22 de mayo de 1983, Rafael y tres amigos, Julio Antonio Alcocer, Pilar Barra y María Cristina Rosello, decidieron ir a un pub de la calle Real de Pinto.
Martín Banderas, su amigo entonces y marido de Maite ahora, fue una de las últimas personas que lo vieron con vida. Martín le dijo que no se fuese tarde a casa, dado que, al día siguiente, el 23 de mayo, era la comunión de su hermana Vicky. “Me dijo que se iba a ir pronto. De ahí al rato, sonó el teléfono de casa con la noticia”.
Luis Miguel Valiente, “el Vali” y Ángel Giménez, “el Jeta”, no eran amigos de Rafael, pero como explica su primo José Enrique, “se habían tratado desde pequeños”. “Pinto era muy pequeño y nos conocíamos todos”, cuenta. Para él, el asesinato de Rafael fue resultado de “una envidia de años”.
Volvían ya a casa. Rafael iba acompañado de sus dos amigas, Pilar y María, ellas fueron el primer objetivo. Comenzaron a meterse con ellas, a molestarlas. Rafael salió a defenderlas. Pronto, los insultos comenzaron a dirigirse a Rafael. “¡Eh, burgués cabrón!”, le espetaron. Él se giró para enfrentarlos, nadie esperaba que “el Vali” llevara una navaja. Aquella noche, “el Vali” y “el Jeta” “fueron a propósito a buscarlo”.
Rafael recibió al menos 21 puñaladas en el cuello, corazón y otras partes del cuerpo. Pilar, María y Julio también fueron heridos: una de las chicas en el muslo y en el brazo, otra, en el pecho y el chico cayó inconsciente tras recibir una patada. Nada pudieron hacer para ayudar a su amigo, “el Jeta” se lo impedía. “Dejadle, es cosa suya”, les decía el coautor del crimen.
Los dos, autor y coautor, fueron condenados por homicidio. “El abogado de mi tío Rafa decía que era clarísimamente un asesinato. La diferencia entre un asesinato y un homicidio es un agravante -explica José Enrique-. La pena por asesinato era de treinta años. Al final, consiguieron una sentencia de homicidio y les pusieron quince años, de los cuales cumplieron doce”.
Después de aquello, tanto “el Vali” como su familia no volvieron a pisar Pinto. “El Jeta” sí volvió, aunque no se sabe mucho sobre cómo fue su regreso. Ambos fallecieron hace años.
La vida sin Rafael | Después de aquello, la familia se quedó en “trance”. “Pasamos de ir de comunión a ir de entierro”, explica con tristeza su madre.
“Fueron unos años muy duros, nos marcaron muchísimo a todos”, cuenta José Enrique. Otra de las primas de Rafael, Chari Jiménez, aún recuerda el trauma que le sobrevino tras la muerte de su primo Rafael, que actuó de celestino entre ella y su marido. “Fue algo que nos impactó. Habíamos perdido a una persona tan maravillosa y de una forma… Pasó mucho tiempo hasta que se nos fue pasando un poquito… Aunque nunca se te ha pasado del todo, porque siempre está presente”, narra. Sólo gracias a la unión de su familia, pudieron salir adelante.
Vicky, la hermana más pequeña, reconoce que toda su vida ha vivido con una “psicosis”. “El año pasado, mi hijo hizo la comunión. Llamé a mis sobrinos el día de antes y les pedí que esa noche no salieran. Ambos me mandaron una foto cuando ya estaban en la cama”.
“En mi casa, todos los días están las figuras de él y de mi padre”, dice Vicky, aludiendo a su padre ya fallecido. Su madre explica que Rafael es quien le ha dado “la fuerza para vivir”. “Cuando estoy en casa y no puedo hacer algo, hablo a Rafael: ‘Oye, Rafita, hijo mío, échame una mano, que no puedo’. Y me lo hace”, relata Enriqueta.
Reacción de Pinto | “El pueblo se volcó”, rememora Enriqueta. Tanto el Ayuntamiento de Pinto como los ciudadanos, se sumaron al dolor de la familia por la pérdida de Rafael en el entierro, para después reunirse en una multitudinaria protesta por el asesinato del pinteño. Unos 5.000 vecinos se manifestaros por las calles de Pinto y se reunieron en la Plaza del Ayuntamiento para escuchar las palabras de Enriqueta Jiménez, que demostró una gran entereza. “Buenas tardes a todos. Gracias por acompañarme en la gran pena que tengo – dijo Enriqueta -. Lo que nos ha ocurrido a nosotros deseo que no suceda a ningún hijo de Pinto. No quiero más muertes, y al que ha matado a mi hijo, que se lo lleven lo más lejos posible de aquí y sea castigado con arreglo a la ley.”
Vicky, que sólo tenía nueve años cuando ocurrió, recuerda el cariño de la gente de Pinto de manera especial. “Cuando pasó eso, todo el cole se volcó conmigo. Siempre me ponían a cuidar la clase – recuerda sonriendo-. Todavía no me he encontrado a nadie que me haya podido decir una palabra mala de mi hermano”.
Estadio Municipal Rafael Mendoza | Durante el gobierno del alcalde Antonio Fernández, el Ayuntamiento de Pinto decidió homenajear a diferentes ciudadanos de la localidad poniendo su nombre a instalaciones del municipio. En el pleno de octubre de 1997, se aprobó por unanimidad dar el nombre de Rafael Mendoza Jiménez al estadio de atletismo y campo de fútbol municipal del parque Juan Carlos I. La inauguración del estadio tuvo lugar el 20 de diciembre de 1997 y contó con la presencia de la familia de Rafael.
“Nos hizo ilusión –cuenta Vicky–. Al principio, cuando hicieron el estadio, no estaba tan fomentado el deporte en Pinto, pero según ha ido pasando el tiempo, el deporte ha ido cogiendo cada vez más fuerza. Siempre que escucho que se va a hacer algo en el Rafael Mendoza, me llena y me emociona.”
La noche del 22 de mayo de 1983, a Rafael le arrebataron su vida, sus sueños y su futuro. Sin embargo, Rafael sigue vivo para aquellos que lo quisieron. Su recuerdo permanecerá siempre presente en Pinto.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.86