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Con cierto asombro | La víctima

Miércoles, 17 de Octubre de 2018 Tiempo de lectura:

[Img #20463]Primero dijo: yo a ese hombre no le conozco. Al día siguiente: le conozco, pero  poquito. Y al fin: que yo le conozca no quiere decir que sea su amiga. La dicente es la aún ministra Dolores Delgado y el “desconocido” es el preso Villarejo, un siniestro policía. Hoy toda España conoce que en 2009 la dicente, entonces fiscal de la Audiencia Nacional, cenó con el pérfido comisario y que, presuntamente, este gravó lo que se dijo durante el festín.

En el convite -pagado por Villarejo- la hoy ministra llamó “maricón” al entonces juez y hoy compañero de Gobierno, Marlasca. Se regodeó y rio las gracias por el puticlub que montó el turbio comisario, al que le dijo que ese negocio sería “un éxito asegurado”. Ninguneó y despreció a sus colegas femeninas al afirmar que no quería un jurado de “tías”, ella lo prefería de “tíos porque son transparentes”...

Por ello impresiona la impostura y desparpajo con que la aún ministra se presentó en el Parlamento (10 octubre) para explicar este affaire. Tuvo el cinismo de empezar recordando el número de víctimas de la “violencia machista” en España. A continuación se erigió como víctima del chantaje de la cloaca y de la “derecha, la extrema derecha y la extrema extrema derecha” que pretende impedir que el “gobierno decente” prosiga su “regeneración”. Y en el colmo de la desfachatez, dijo que se la pretendía “desacreditar” por “ser mujer”.

Le preguntaron cuándo se dio cuenta de que Villarejo era un policía corrupto si ya en esa cena de 2009 el comisario contó a la entonces fiscal Delgado y demás comensales algunas de sus tropelías. “Yo no he trabajado con el señor Villarejo. Ni soy su amiga”, fue su respuesta.

Sólo la sucesión de dimisiones récord en el breve gobierno de Pedro Sánchez pospone en el tiempo la de Delgado, doblemente reprobada en el Congreso y en el Senado. Pero ni la altanería y escapismo de la ministra ni su negativa a asumir la realidad de que faltó a la verdad pueden enmascarar que es un cadáver político en funciones.

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