"Contra todo esto", un manifiesto rebelde de Manuel Rivas
Fernando Ferro hace una crítica del libro de la nueva obra del periodista gallego y articulista para El País, Manuel Rivas.
El periodista de El País y polifacético escritor coruñés Manuel Rivas, inspirado poeta y narrador, acaba de publicar en la Editorial Alfaguara, Un manifiesto rebelde contra Todo Esto. Las casi trescientas páginas del libro están divididas en diez capítulos más una introducción, que es el propio manifiesto. El último capítulo lo constituyen unas decenas de aforismos cargados de retranca y saudade. El nuevo género que aborda podría ser denominado como ensayo-reportaje
Aborda “los asuntos molestos” que ha tratado en sus colaboraciones periodísticas y en encuentros con movimientos sociales, ecologistas, feministas y de solidaridad de aquí y del otro lado del océano, Méjico y Argentina principalmente. Una cita de Frank Kafka, sobre las jaulas que se abren prestas a captura las nuevas ideas, abre el libro.
Y otra del joven periodista Karl Marx, en la que destaca que sentir vergüenza ante la injusticia ya es en sí una Revolución, cierra el texto.
El buque en el que se embarca hace puerto en el periodismo ejercido con dignidad y arrojo, que no pocas veces se paga con la propia vida. En la defensa de una enseñanza pública digna y humanista, hasta con filosofía y enseñanzas artísticas, que incluyan teatro y música ¡una locura! En el reconocimiento de los vilipendiados movimientos feministas cuando rebasan lo correcto y defienden a ultranza la vida de las mujeres, de todas las mujeres sobre todo cuando son pobres y conscientes de la necesidad de luchar para cambiar su suerte. En la necesidad de un ecologismo activo y radical, porque la situación del planeta ya no está para paños calientes. También pone el acento en extender con urgencia la idea de la solidaridad entre ciudadanos y pueblos, más allá de la retórica hueca de los gobiernos, para hacer habitable la vida de todos, la de los de arriba y, sobre todo, la de los de abajo. Todos sus temas aparecen ensombrecidos por la luz negra de la distopía, es decir la apabullante normalidad de lo que está “mal visto” y de la utopía asesinada por la indiferencia, y así burla, burlando.
Los textos de Manuel Rivas tienen el compás de los poemas-canciones de Bob Dylan, pero en galego. Ha recogido “la desesperada melancolía de los negros“ según relata William Faulkner, aunque aquí la música de los negros la ponen las mujeres, los estudiantes al borde del fracaso y los trabajadores instalados en el fracaso, más toda suerte de ofendidos y humillados. Sumando el eco de sus voces y susurros, recogidos a pie de barra de bar o en el supermercado al pagar la compra diaria, además de las prolijas y bien aprovechadas lecturas, un abrumador sentimiento poético que nunca abandona y el tan desconcertante como agudo humor galego, al que siempre recurre cuando la cosa se pone fea. “Marcho porque teño que marchar”. Si el poeta de Minnesota te ponía en marcha para la acción con una descarga cerrada de armónica y delicadeza, el poeta de Monte Alto hace lo propio con unos sentidos razonamientos que rezuman alegría libertaria y fundamentado fatalismo.
Precedentes memorables en la reflexión sobre la distopía que padecemos y vertebran el eje central de todas sus preocupaciones, son la novela “Nosotros”, publicada en 1921 por el ingeniero soviético Yevgueni Zamiatin, “1984” de Georges Orwell y “Un mundo feliz” de Aldous Husley .Las agudas reflexiones sobre la inevitable realidad están presididas por el tono de desprecio hacia lo que Antonio Gramsci calificaba de” peso muerto de la Historia”, la indiferencia. Manual para la acción alejado de toda tibieza, tan bello como necesario, porque la utopía aún no ha muerto.
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