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José Luis Gutierrez

Malos olores

Lunes, 11 de Mayo de 2015 Tiempo de lectura:

La tercera noche a la intemperie tras el terremoto no ha sido mucho mejor que las anteriores. Aunque no ha llovido, Aurora me dice que ha hecho mucho frío, lo que tal vez se ha visto agudizado por la humedad de las mantas con las que se arropaban.

Por la mañana Jodish ha cogido su cámara fotográfica (regalo de nuestra amiga Tania) y se ha ido a explorar la ciudad para poder mostrarnos algunas imágenes, algunas de las cuales reproduzco en este artículo. Pero, según me dicen nuestros jóvenes ex Bal Mandir, hay algo que ni esas instantáneas, ni todas las imágenes que están emitiendo los medios de comunicación pueden mostrar: el olor a cadáver, que empieza a ser intenso, unido al de las basuras que se arrojan directamente a la calle y los excrementos de toda esa gente que se ha visto obligada a vivir al raso.

Aurora, Kalpana, Ram y Laxman se fueron andando por la mañana hasta Bal Mandir. Aunque usaron mascarillas que cubrían su boca y su nariz, para tratar de evitar no sólo los malos olores sino también cualquier contagio, la fetidez del ambiente traspasaba la protección. Según me dicen, el edificio de Bal Mandir está tan dañado que creen que no podrá volver a ser habitado por los niños. Mientras tanto, las aproximadamente cien criaturas que allí vivían, permanecen en la calle, alejadas del edificio, protegidas por unos plásticos. Les ha sorprendido no ver allí a ni un solo directivo (en ese orfanato hay muchos), oficinista o empleado del hospicio, aparte de las cuidadoras que habitualmente viven allí.

Los menores parecen todavía excitados por la insólita experiencia pero, ¿qué ocurrirá cuando pasen los días, o las semanas, y los responsables del orfanato, que actualmente parecen más preocupados por la suerte que haya podido correr su propia familia que por la de los huérfanos que tienen a su cargo, no sean capaces de encontrar acomodo digno para ellos? Sin duda, esas condiciones no se deben mantener durante mucho tiempo más para ningún niño, pero urge especialmente encontrar albergue para los bebés y para las niñas con discapacidades severas. Aurora me dice que se ha esforzado en explicar amablemente a la responsable de las cuidadoras que en estas condiciones deben extremar la higiene, y deben mantener alejados de los niños basuras y todo tipo de residuos. Supongo que las ratas, que ya campaban a sus anchas por Bal Mandir, ahora proliferarán.

Desde Bal Mandir, Aurora, Kalpana, Ram y Laxman se han dirigido a Siphal, el albergue que hasta ahora ha acogido a hijos de los presos. El edificio de ese hospicio, íntimamente ligado al orfanato en el que trabajamos, porque cuando sus niñas alcanzan la pubertad son trasladadas a Bal Mandir, parece que ha sufrido menos con los temblores. No obstante, también allí todos los internos se han instalado en la calle, bajo unas improvisadas tiendas de campaña construidas con plásticos. Allí se han encontrado con Netra, quien está bien, aunque un poco resfriado, probablemente por la intensa lluvia de la noche anterior.

Si todos los menores de Siphal o Bal Mandir han de permanecer más tiempo viviendo en la calle, sería necesario entregarles tiendas de campaña adecuadas y asegurarse de que no les falta agua, comida y los medicamentos que precisen. Aurora me dice que escasean el agua y las verduras, por no hablar de las frutas que siempre estuvieron al alcance de muy pocos; pero además, los precios de los alimentos en los comercios que siguen abiertos se han incrementado notablemente.

Caminaron hasta el New Shrine para visitar a los veintitrés niños y niñas de Bal Mandir que tenemos escolarizados en esa escuela en régimen interno. Este edificio ha sufrido mucho menos que Bal Mandir, pese a lo cual, por prudencia, todos los niños permanecen en la calle, protegidos con plásticos como la mayor parte de la población de Katmandú. Algunos manifestaron su deseo de regresar a Bal Mandir hasta que se reinicien las clases, pero Kalpana les ha enseñado algunas imágenes que ella misma ha grabado esta mañana en Bal Mandir. Parece que eso les ha hecho conscientes de la precaria situación de sus hermanos, y no han vuelto a pedir su traslado a su desvencijado albergue.

Ayer algunos amigos me pidieron que trasmitiese a Aurora su opinión favorable a que se sumase al grupo de españoles que están siendo repatriados por nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores. Por supuesto, he trasladado esta opinión a mi mujer, al tiempo que le facilitaba contactos e indicaciones para que, si lo deseaba, pudiese unirse a esa expedición, pero también he comunicado telefónicamente con su compañía aérea y me han indicado que, aunque en estas circunstancias no pueden garantizar nada, lo cierto es que hasta ahora no han tenido que cancelar ni uno solo de los vuelos diarios que conectan la capital de Nepal con la de Qatar. Aurora lo tiene claro, no desea adelantar su regreso previsto para el próximo jueves por la noche.

 

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