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Joaquín Abad

Los lujos del príncipe Rouco Varela

Martes, 03 de Marzo de 2015 Tiempo de lectura:

Cuando en el país del príncipe de la iglesia católica, Antonio María Rouco Varela, millones de familias lo pasan mal, cuando tenemos millones de niños mal alimentados porque sus padres no tienen para darles de comer adecuadamente, nos enteramos que la Conferencia Episcopal se gasta medio millón de euros, sí, 85 millones de las antiguas pesetas, en hacer reformas en el ático destinado a ser su vivienda.

Porque el príncipe vivirá, a partir de ahora, junto con su secretario y asistenta, en la calle Bailén, número 12, octavo piso (ático). Se trata de una vivienda de unos 370 metros cuadrados, con seis habitaciones y cuatro cuartos de baño, junto a la catedral de la Almudena.

Porque el antiguo cardenal arzobispo de Madrid no tiene las costumbres de su sucesor, Carlos Osorio, que habitaba en una Residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Y es que Rouco es de los de la antigua iglesia, que sólo daban cultura a los hijos de los ricos, si les dejaban, claro. Y de los que disponían de lujosos coches oficiales, con chóferes, mientras los parroquianos se las daban tan felices acudiendo al tajo en su modesta bicicleta. Me da en la nariz que era de los que pasaban bajo palio al dictador Franco, muy devoto el, claro.

Soy de los que piensan que la actual iglesia católica está haciendo una buena labor ayudando con sus comedores de Cáritas, por ejemplo. Pero esa iglesia se da de tortas con los lujos de sus príncipes que se retiran, se jubilan, gastándose una millonada en reformas y viviendo en áticos de lujo. La iglesia que se ve en las películas presume de pobreza, que no de lujos. Y el ejemplo de estos príncipes que han confundido su vocación en poder, lujo y gloria no es de recibo en pleno siglo XXI. Y menos en una España desangrada en una crisis económica que se ha dejado millones de ciudadanos que comen de la beneficencia poco menos.

Me da en la nariz que estos lujos, estas rayadas, no van a sentar nada bien al Papa argentino, antiguo jesuita que ha vivido la pobreza en su país y parece más sensible ante el sufrimiento de los humildes. Dudo que él hubiera firmado de buen agrado los cheques para reformar el ático destinado a su príncipe Antonio María. Lo dudo mucho.

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