EL BORREGO MUTANTE
Todos nos quejamos cuando algo nos molesta. Nos quejarnos con los amigos. Nos quejamos con la familia. Algunas veces nos quejamos en el trabajo, pero sobre todo, en Pinto nos quejamos en el bar. El problema aparece cuando tenemos que hacer algo más que quejarnos. En ese momento se nos apagan las luces, y el borrego que llevamos dentro sale a pastar, maravillado por el verde y la variedad de flores plantadas en nuestro municipio.
Pero nuestro borrego no es un cordero común: es un borrego mutante. Para ver este fenómeno paranormal sólo hace falta cruzarnos con alguien que nos quiera hacer pensar, con un librepensador. En ese momento, el borrego muta en lobo, se une al resto de la manada y ataca sin piedad. ¿El pecado? Recordarnos el abandono de la cultura. Mostrarnos el peligro de una sociedad sin educación. Descubrirnos que el “pan y circo” nos convierte en necios al servicio del poder. Advertirnos que somos un pueblo que camina con la cabeza agachada, que no se atreve a levantarse ante el atropello que estamos sufriendo en Pinto.
El borrego quiere flores, fuegos artificiales y luces navideñas, pero ¿qué quiere el lobo? La respuesta es fácil: El lobo quiere la felicidad del borrego, que es la felicidad del que no quiere saber. La “triste” felicidad del ignorante.
Es fácil ser borrego. Es fácil ser lobo. Lo que no es fácil es razonar dentro de una sociedad que sufre anestesia mental. Gentes de Pinto, no es fácil pensar, pero hay que intentarlo. Aunque el borrego que llevamos dentro acabe desencantado.
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