Pinto y su historia: “La llegada del ferrocarril”
El 9 de febrero de 1851 miles de madrileños aguardaban pacientemente en la estación de Atocha y sus alrededores en el que iba a convertirse en uno de los acontecimientos claves de la Modernidad: el primer viaje en tren entre Madrid y Aranjuez.
Previamente, este camino de hierro, primero que partía de la capital, tuvo que superar dificultades de financiación y paralización de obras.
A finales de octubre de 1850 ya estaba concluida la colocación de las vías del ferrocarril entre Madrid y Pinto y el 10 de noviembre se pudo verificar la primera prueba con una locomotora recién llegada a Madrid desde la puerta de Atocha hasta el pueblo de Pinto.
La inauguración del ferrocarril fue una auténtica fiesta de gran pompa y solemnidad. Contó con la presencia de la reina Isabel II, como primera autoridad, el señor José de Salamanca, autor de la empresa, el señor Bravo Murillo, Presidente del Consejo de Ministros, y los más dignos representantes del Estado. Después de la bendición de los raíles y de las siete locomotoras por parte del cardenal Bonel y Orbe, el silbato de la máquina de vapor anunció a las doce en punto el inicio del histórico viaje.
Además de las estaciones de Madrid y Aranjuez, de iguales características constructivas, había otras en Getafe, Pinto, Valdemoro y Ciempozuelos.
En la estación de Pinto aguardaban gozosos los vecinos de Pinto y de los pueblos inmediatos. La estación era sencilla y elegante. Constaba de un vestíbulo capaz para la espera de los viajeros, despacho de billetes y dos pabellones que servían de habitación al jefe y guarda de estación. En la estación había doble vía para el apartadero en que debía cruzarse los convoyes que iban y venían. Contaba con una cochera cubierta y cerrada con foso de limpieza para alojar una máquina, además de depósito de agua.
Después de sesenta minutos de emocionante viaje, la comitiva real llegó a la estación de Aranjuez. Anteriormente se necesitaban seis horas para realizar este mismo trayecto en diligencia.
En el regreso a Madrid, S.M. tuvo el deseo de ver pasar a gran velocidad el convoy que venía detrás del suyo. Colocado el regio convoy en el apartadero de Pinto, donde las demostraciones de júbilo fueron extremadas, la espera fue larga hasta que finalmente pasó delante de ellos el segundo convoy, que con las luces de los vagones “corría iluminando como un relámpago”.
Existían cuatro tipos de carruajes. Los de primera clase disponían de 24 cómodas plazas. Los de segunda tenían un total de 40 plazas. En los de tercera podían caber 50 personas con regular comodidad. Los de cuarta clase eran descubiertos. En ellos se iba de pie, y se podía llevar a la cabeza una carga de no gran volumen. Los precios del viaje de toda la distancia de la línea eran de 20, 14, 8 y 4 reales, respectivamente.
Diariamente se realizaban tres viajes de ida y tres de vuelta. Unos eran directos y otros de escala. Los directos sólo se detenían en Pinto y lo hacían durante tres minutos, mientras que los de escala realizaban un alto de tres minutos en cada una de las estaciones intermedias y de cinco en la de Pinto. El tiempo empleado en viajar desde Madrid a Pinto era de 37 minutos. Durante los primeros años, esta línea férrea transportaba a 690 personas en cada uno de sus tres viajes diarios.
Finalmente, el 25 de mayo de 1858 se inauguró la primera vía férrea que unía Madrid con la costa, culminando así la natural aspiración de unir Madrid con el mar.
Sin duda, el ferrocarril fue toda una revolución para la villa de Pinto, y una inyección de industrial progreso, como veremos en próximos números. En un pasaje de “Crónica de la provincia de Madrid” de 1865, Cayetano Rosell afirmaba:
“La villa de Pinto está situada en una llanura, a la derecha de la antigua carretera de Andalucía, y orilla del ferrocarril del Mediterráneo, donde tiene estación muy concurrida. Esta última circunstancia ha dado vida en poco tiempo a una población que yacía aislada y falta de todo elemento de prosperidad. Hoy se ha aumentado considerablemente con algunas casas de nueva planta y con establecimientos fabriles e industriales, que han comenzado a mejorar su aspecto y la suerte de su vecindario.”
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