Keshab
Keshab ingresó en Bal Mandir hacia abril de 2009, pero nosotros le conocimos en septiembre, cuando llegamos al orfanato con intención de llevar a cabo la cuarta edición de nuestro proyecto aquí.
Pocos días después, unos amigos de Cantabria, que ahora están de visita en Bal Mandir, nos indicaron por correo electrónico que desearían hacerse cargo de los gastos de escolarización, con alojamiento interno, del niño o niña del orfanato que nosotros escogiésemos.
No lo dudamos, Keshab llevaba ya varios meses en el hospicio, y todavía no había sido enviado a ninguna escuela, porque Bal Mandir estaba en la ruina. A sus 10 años de edad, cada mañana se quedaba llorando en la guardería del orfanato sin comprender por qué los otros niños salían hacia el colegio, y sin embargo él tenía que permanecer allí con los más pequeños.
Nuestros amigos de Cantabria pronto se encariñaron de él, a pesar de que sólo le conocían a través de las fotografías que nosotros les mostramos y de nuestro propio testimonio. En 2010 enseñamos a Keshab una fotografía del salón de la casa de nuestros amigos, en la que aparecía su retrato junto con los de los tres hijos del matrimonio, como si fuera un hijo más. De hecho, así es como ellos quieren considerarle, a pesar de que son conscientes de que nunca podrán adoptarle.
Creo que fue a principios de este año, o finales del anterior, cuando nuestros amigos nos comunicaron que deseaban viajar a Nepal con sus dos hijos mayores, la hija de 16 años y un hijo de 12, la misma edad que Keshab. Querían conocerle y pasar con él unos días por Kathmandu, incluso hacer un viaje turístico de una semana por Pokhara y Chitwan. Comuniqué la intención de nuestros amigos al director de Bal Mandir para solicitar su consentimiento, e inmediatamente me dijo que no tenía ningún inconveniente, ya que entendía que esto podría reforzar la seguridad y autoestima del niño.
Nuestros amigos hicieron todos los preparativos para el viaje con ilusión y mucha antelación. Implicaron a otra pareja de Cantabria, también amigos nuestros, con dos hijos de edades similares a las de los suyos, e hicieron reservas de billetes de avión y hoteles para 10 personas: los cuatro miembros de cada familia más Keshab y Bishal, un joven guía turístico nepalés que conocimos hace seis años en Bhaktapur, y se ofrecía para acompañarles durante los días que estuviesen en Nepal, y ayudarles en todo lo que fuera preciso.
Ninguno de nosotros contábamos con el cambio en la dirección del orfanato, y tal y como yo temía, cuando Rebeca conoció la intención de nuestros amigos, sin mostrarse tajante, expresó varias objeciones. La primera de ellas, absolutamente comprensible, era que desde el pasado mes de mayo ella era la responsable legal de todos los menores registrados en su orfanato, de modo que, si a Keshab le ocurría algo durante ese viaje, sería ella quien tendría que responder ante la justicia.
Por otro lado, opinaba que, aunque comprendía el beneficio que podía suponer para Keshab el conocer a la familia que le estaba patrocinando, que parecía dispuesta a ofrecerle todo su amor, entendía que algunos de los amigos más cercanos del niño podrían sentirse celosos al pensar que a ellos jamás se le brindaba esa oportunidad.
Rebeca pidió a nuestros amigos que no salieran con Keshab del valle de Kathmandu, lo que significaba que podrían recoger al niño cada mañana, pero deberían devolverle al orfanato por la noche. Además pidió a nuestros amigos que incluyeran en su programa turístico a algún otro niño de Bal Mandir. Keshab no lo dudo, y eligió a Subas, su mejor amigo. Dedicaron cuatro o cinco días a visitar los lugares más emblemáticos del valle de Kathmandu, incluyendo una visita al zoológico de Patan.
Keshab y Subas pidieron a nuestros amigos que les permitieran a ellos intentar convencer a la nueva gobernanta, pero no lo lograron. Keshab estuvo llorando un rato después del intento frustrado de acompañar a su nueva familia en esa expedición, pero afortunadamente no tardó mucho reponerse y volver a participar con entusiasmo en todas nuestras actividades.
Cuando nuestros amigos entendieron que la decisión de Rebeca era ya inapelable, nos comentaron que les apenaba no poder ir con él, y que perderían el dinero de su reserva en los hoteles de Pokhara y Chitwan. Entonces se nos ocurrió que tal vez alguno de los jóvenes ex Bal Mandir que habitualmente nos ayudan, podrían aprovechar la ocasión para viajar a dos lugares de su propio país que probablemente no conocerían.
Kalpana, Basanti y Binda comparten apartamento, y sería difícil elegir a una de ellas sin que las otras dos se sintieran agraviadas. Sarita había viajado a su pueblo para pasar unos días con su madre, y Sunita compartía alojamiento con su hermana, su hermano y su madre. Gajendra y Jagadiswor en cambio estaban viviendo solos durante el Dashain, pues los jóvenes con los que comparten habitación habían salido de viaje para pasar el Dashain con algún familiar o pariente. Jagadiswor me parecía mejor opción para esto que Gajendra, porque éste, por segundo año consecutivo había asumido la labor de ayudante de cámara para el video documental aunque, no obstante, yo estaba dispuesto a alternar las labores si fuera necesario.
Entonces percibí que la hija de 16 años de nuestros amigos se mostraba especialmente ilusionada con la posibilidad de que Jagadiswor, les acompañara en ese viaje de una semana.
Hablamos con Gajendra y con Jagadiswor sobre este ofrecimiento, y el primero afirmó que preferiría seguir trabajando con Alberto, el encargado del video. Jagadiswor, en cambio, decía que, aunque le encantaría viajar con nuestros amigos, entendía que su obligación era seguir trabajando con nosotros. No nos costó mucho trabajo convencerle de que podríamos prescindir de su ayuda durante una semana. Aurora y yo, a quienes desde el año pasado nos llama mamá y papá, le explicamos que deseábamos que aprovecharse la ocasión para disfrutar de un viaje que podría ser inolvidable para él.
Hace ya cuatro días que se fueron, y desde entonces, cada mañana, Jagadiswor me ha llamado a mi móvil nepalés, o le he llamado yo, para preguntarme cómo va todo por Bal Mandir y contarme que está disfrutando muchísimo de este viaje.
Recuerdo que el año pasado, el 22 de octubre le hicimos una fiesta sorpresa de cumpleaños, y se le saltaron las lágrimas de la emoción, porque según nos dijo, aquél, su 19º cumpleaños, en realidad era el primero que celebraba.
Estoy seguro de que éste está siendo el viaje más bonito de su vida. Además, ha congeniado muy bien con la hija de nuestros amigos, que se comunica perfectamente con él en inglés, y además de simpática es guapísima, lo que sin duda añadirá atractivo para el bueno de Jagadiswor.
Kathmandu, a 7 de octubre de 2011.
















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