Después de tres meses de aislamiento por la pandemia del coronavirus, esta semana las puertas de las residencias se han abierto para que los usuarios pudieran recibir visitas.
Más de tres meses sin ver a un ser querido, sin abrazarle, sin escuchar su voz o su risa, es toda una eternidad para las personas que viven en los centros de mayores. Los últimos meses han sido complicados para toda la sociedad, pero especialmente para los los usuarios de las residencias, tan golpeadas por el coronavirus.
En la residencia Orpea Pinto 2, el 8 de marzo comunicaron a los residentes que ningún familiar, amigo, vecino, podría venir más a verles hasta nuevo aviso y suspendieeron cualquier actividad que se realizase en las instalaciones del centro. El aislamiento de las personas mayores era necesario y con ello Orpea de Pinto ha conseguido evitar los infiernos que se han vivido en otras residencias de Madrid a consecuencia de la pandemia. Aunque los residentes han podido comunicarse con sus familiares a trvés de llamadas telefónicas y videoconferencias, no todos se tomaron igual de bien la clausura.
Es el caso de Juan Martínez, disgustado por haber estado durante semanas sin recluido en su habitación y sin poder salir a dar los paseos que tanto le gustan al parque cercano a las instalaciones. “Yo no tengo queja d ela residencia pero es que a una persona activa como yo acostumbrada a salir por ahí me han metido en una habitación y me han dicho que no podía salir”, contaba el pinteño a Zigzag. "Mi tío tiene mucho genio y ha tenido sus días malos por no poder salir de la habitación, pero ha sido por su bien", explicaba su sobrina, Capilla.
Para que, igual Juan, los residentes comprendiesen la magnitud del COVID-19, la labor de las y los profesionales del centro ha sido crucial. “Además de ser su apoyo físico, para ayudarles a levantarse, a comer o a ir al baño, en estos meses hemos sido también su apoyo moral y quienes hemos tenido que explicar con mucha pedagogía lo que estaba ocurriendo para que ellos lo entiendiesen”, explica Belén Fernández, directora de Orpea Pinto 2.
Afortunadamente, los peores días ya parecen haber pasado, y con la entrada de la región de Madrid en la fase 2 de la desescalada, por fin los familiares pueden visitar a sus mayores en este tipo de centros, dejando unas emotivas imágenes de recuentro que han hecho saltar las lágrimas de los trabajadores. Con muchas medidas de higiene y seguridad, poco a poco las puertas de residencias como la de Pinto se abren. “Está siendo muy emocionante ver sus reacciones cuando por fin ven de nuevo a su familia”, apunta la directora.
90 días sin ver a su mujer
Francisco Magro llegaba a la residencia nervioso y emocionado por volver a ver a su mujer. Ella lleva tres años viviendo en Orpea y no ha habido un solo día que él no haya ido a verla por lo que estos tres meses de distanciamiento han sido especialmente duros para Franciso. “Vengo a ver a mi esposa. La voy a tener que ver a dos metros y no voy a poder darle un beso ni un abrazo, que es lo que realmente me apetece”, contaba emocionado a los periodistas de ZIGZAGDIGITAL.COM segundos antes de que ella apareciera por la puerta.
Lamentablemente, la fase 2 en la que se encuentra la Comunidad de Madrid el contacto entre famliares con personas de riesgo y familiares ingresados en centros asistenciales no está permitido y los residentes han tenido que conformarse con lanzarse besos al aire y hablar a más de dos metros de distancia y separados por una mampara.
Otros se conforman con verles a través de las verjas del patio donde los familiares pueden salir desde este lunes a recibir las visitas: solo está permitido la entrada de un familiar por encuentro. Es el caso de Paula, que tiene a su abuelo en Orpea Pinto 2 y le mira a través de los barrotes de la valla que separa el patio de la vía pública. “Mi madre ha entrado a verle y yo quería acompañarla para que, aunque sea, me vea desde lejos y se ponga contento”, dice la joven entre lágrimas de emoción por ver de nuevo a su abuelo.
Encuentros emocionantes y seguros
Los tiempos de visita son cortos y han de ser espaciados para que todos los residentes tengan la oportunidad de volver a ver a sus familiares en estos primeros días. “Estamos organizando visitas de media hora por residente. Solo puede venir un familiar para mantener la distancia social y hemos establecido todas las medidas de protección que se exigen desde Sanidad”.
Así, todas las personas que accedan a las instalaciones de Orpea deben en primer lugar lavar las suelas de sus zapatos en agua con lejía, tomarse la temperatura a la entrada y salida de la visita, lavarse las manos con gel hidroalcohólico o ponerse guantes y, por supuesto, llevar mascarilla.
“Tenemos un listado con los datos de todas las personas que entran por su hubiese algún problema poder localizarnos rápidamente”, explica Fernández. Poco a poco, comienzan también a reactivar las actividades que se venían realizando habitualmente en los distintos talleres de la residencia y les permiten salir a las zonas ajardinadas para que hablen unos con otros, siempre manteniendo las distancias.
El COVID-19 en Orpea
“En estos momentos solo nos queda una paciente positiva que sigue aislada a la espera de que le hagan más pruebas para ver si ya da negativo. Ella se encuentra bien dentro de lo que cabe y está deseando poder salir como sus compañeros”, explica la directora de Orpea. En la residencia ha habido un 54% de pacientes que han pasado el virus, el resto, todavía no lo ha cogido. “Tuvimos el primer caso a finales de abril, cuando afortunadamente los servicios estaban algo más liberados y pudieron ir al hospital sin ningún problema. Cuando tuvimos oportunidad de realizarles test de detección a todos, comprobamos el porcentaje real de personas que lo habían pasado y los que no. Muchos fueron asintomáticos”, sostiene Fernández.
Una vez los tuvieron identificados, los residentes positivos en COVID-19 d ela residencia de Pinto fueron clasificados en verdes -aquellos que habían pasado el virus- y blancos -quienes todavía no-. Un método que les ha servido para que personas de un grupo y otro no compartiesen espacios y evitar así cualquier rebrote.
La vida, poco a poco, comienza a volver a la normalidad en la residencia y los trabajadores respiran aliviados después de unos meses muy intensos en los que no han parado de trabajar. “Algunos han seguido trabajando incluso cuando habían perdido un familiar la noche de antes”, revela Belén. Pese a los "buenos datos", la dirección del centro no ha podido permitirse bajar la guardia en ningún momento y todavía son muy cautos en cuanto a las visitas, aunque reconocen que están siendo “un soplo de aire fresco". "Por fin les ves sonreír y estar felices después de estos meses tan duros y al propio personal se nos saltan las lágrimas cuando vemos su reacción al ver de nuevo a sus seres queridos”.
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