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Silvia Añover

La hierba no deja ver las latas

Miércoles, 06 de Mayo de 2020 Tiempo de lectura:

Dicen los historiadores que la naturaleza brotó salvaje en Europa después de la devastación por la Peste Bubónica del siglo XIV. Señalan que la Edad Media se hizo más oscura esos años, y que las leyendas de lobos que atacaban las aldeas se convirtieron en cuentos muy reales. 

 

Mi vecino me comentaba el otro día en el balcón, después de dar palmas, que si tardábamos en salir, pronto veríamos pacer tranquilamente a los conejos, que ya corren salvajes por los alrededores de Ciempozuelos. En alta montaña verán jabalíes y corzos. ¡Los animales recuperan su territorio! Miren las curiosas imágenes de leones tendidos sobre pistas de aterrizaje y carreteras en África. ¡El depredador más voraz está oculto en sus casas, porque un bichito microscópico les tiene aterrorizados! Si lo supieran se reirían en nuestra cara. Quizá eso sea lo que canturrean los miles de pájaros que campan a sus anchas por jardines de la ciudad, y anidan efervescentes guiados por una primavera lluviosa y cálida. Pocas veces hemos echado tanto de menos salir a recorrer los páramos salitrosos de las eras, ahora con hierbas tan altas que puedes perder a tu mascota.

 

Desde la atalaya de mi castillo veo la vega exuberante, y al fondo, el páramo de Titulcia, y más allá el Nuevo Chinchón. Imagino sus gentes, asomadas a las ventanas, como nosotros, agarrando el aroma de las flores con una red invisible. Imaginando el susurro del agua correr de ese río que nos separa, y en el que mi padre se bañaba cuando era pequeño. Al otro lado de mi casa veo los tejados del pueblo. Y saludo a lo lejos a vecinos con los que nunca he hablado. Probablemente tampoco lo haga cuando salgamos de aquí. Es posible que sigamos siendo tan estúpidos y comercialmente adictos como antes del confinamiento. Y corramos a los centros comerciales a saciar nuestras carencias con cosas que en realidad no nos hacen falta. Ahora sabemos lo que necesitamos, pero no nos atrevemos a gritarlo en alto, por si el vecino se entera y nos lo recuerda.

 

Los animales y las plantas, en cambio siempre lo han sabido. Solo quieren vivir tranquilos, comer a gusto y cuidar de su camada. Eso debería ser suficiente. Sin embargo, la hierba ha crecido tanto que cuando paseamos por los caminos no podemos ver las latas, los colchones tirados, la lavadora que alguien destripó como las entrañas de un ñu devorado por los buitres en mitad de la sabana. 

 

Tendremos que esperar a que el verano seque las plantas. Quizá entonces recordaremos a Aurelio y su brigada de limpieza, o a Mamen de Ciempozuelos verde y  limpio. De poco sirven las campañas del Ayuntamiento, los carteles o reforzar el presupuesto del servicio de limpieza, si los propios ciudadanos no hacemos nada por cuidar de nuestro municipio. Hemos tratado el pueblo como si solo fuera nuestro, de los humanos. Y habíamos olvidado que somos un ecosistema, y que en él viven otros seres, que durante el confinamiento pudieron crecer y alimentarse sin nuestra soberbia de especie prepotente. 

 

Quizá después de todo esto hayamos aprendido que existen puntos limpios, zonas de recogida, contenedores y papeleras suficientes para tirar todos nuestros desechos. Tenemos que cuidar de la naturaleza. Durante estos meses ha sido evidente que nuestro castigo ha liberado al resto de los habitantes del planeta. Si no aprendemos la lección, quizá dentro de unas décadas, el día de nuestra extinción, celebrarán una fiesta y pondrán en nuestra fosa común: “Qué llevéis tanta paz como descanso dejáis”. 

 

Sin duda los humanos somos una plaga, peor que las termitas. Sin embargo, como en la película de Keanu Reeves, Ultimátum a la Tierra, seguramente haya personas inteligentes que sean capaces de sacar lo mejor de nosotros como especie y afrontemos de una vez que el planeta es nuestra nave espacial. Y que si la destrozamos nosotros sufriremos las consecuencias más graves. Estar en casa, con agua corriente, calefacción, luz para ver la tele durante horas y la despensa llena, nos parecerá un paraíso.

 

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