De nuevo en Matruchhaya
El sábado 22 de octubre, por la mañana temprano, llegamos a Matruchhaya dispuestos a llevar a cabo nuestra octava edición del proyecto que todos los años nos trae a este orfanato indio, para trabajar con sus internos aprovechando sus vacaciones escolares del Diwali, la festividad hinduista más importante aquí, estrechamente vinculada al Dashain.
En el Dashain, los hinduistas conmemoran la sangrienta victoria de los dioses sobre el ejército de los demonios, el triunfo del bien sobre el mal. En el Diwali, en cambio, se rememora el regreso a casa del ejército vencedor. En aquella legendaria época, los habitantes de la India iluminaron por las noches el camino de sus héroes con millones de lamparillas. La fiesta del Diwali es la fiesta de la luz, en recuerdo de aquel gesto, y simbolizando la victoria de la luz sobre las tinieblas.
Aunque ambas festividades se celebran tanto en India como en Nepal, países de mayoría hinduista, las vacaciones escolares del Dashain en Nepal tienen más importancia que el Diwali, que allí denominan Tihar. En India es en Diwali cuando los niños tienen casi un mes de vacaciones escolares. Afortunadamente entre las vacaciones escolares del Dashain nepalés, y el Diwali indio hay unos cinco días, lo que hasta ahora me ha permitido regresar a España desde Nepal y partir hacia India con un nuevo equipo de trabajo.
Por otro lado, este frenesí, aunque tiene el inconveniente de retardar mi recuperación física, posee la virtud de mitigar la melancolía que siempre acompaña a estas despedidas, porque apenas queda tiempo para pensar en el pasado. Los niños y niñas de Matruchhaya, aunque tienen la fortuna de vivir en un orfanato mucho más limpio y ordenado que Bal Mandir, reclaman nuestra atención y afecto con similar ímpetu que sus homólogos nepaleses. En definitiva, también ellos son huérfanos, y arrastran similares dramáticas historias, de otro modo no estarían aquí.
También en Matruchhaya queremos utilizar el teatro de sombras. Para ello hemos incorporado a nuestro equipo a Sara, la ex alumna de Bellas Artes que desea hacer una tesis doctoral sobre las posibilidades didácticas de esta herramienta.
Hoy mismo hemos empezado a trabajar con los cuarenta niños y niñas de más de tres años de edad que en este momento viven en Matruchhaya. Queremos enseñarles siete barriles distintos, algunos de ellos coincidentes con los que utilizamos en la representación de Bal Mandir. Hemos inventado una nueva historia que tratará de sacar provecho de la excursión que hemos programado hacer con todos ellos a Bombay, la expedición más ambiciosa que hasta ahora hemos realizado con estos menores.
El día 4 de noviembre, a las 10 de la noche, montaremos en un tren que nos llevará desde Nadiad hasta Bombay, a donde esperamos llegar hacia las 5 de la mañana. El primer día iremos con los niños a un parque acuático, que supongo que les hará olvidar al instante el cansancio del viaje. El día siguiente visitaremos los lugares más emblemáticos de la ciudad. El tercer, y último día, les llevaremos a la playa. Estos niños jamás han viajado en tren, nunca han estado en Bombay, no han visto el mar, y por consiguiente, tampoco se han bañado en la playa. Ese mismo día, por la noche, emprenderemos el viaje de vuelta a Nadiad. En total seremos 63 personas: cuarenta niños y niñas, siete monjas y cuidadoras, y nosotros seis.
Hemos intentado mantener en secreto este acontecimiento, pero no sé cómo a los niños ya les han llegado rumores de que viajaremos a la capital del cine indio. Intentaremos no confirmar ni desmentir estos rumores, pero no sé si podré mantener oculta la sorpresa, porque desde que llegué estoy deseando contárselo a todos.
Nadiad, a 24 de octubre de 2011.
















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