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Videojuegos, tragaperras… ¿de verdad jugamos más que antes?

Branded content Jueves, 30 de Enero de 2020 Tiempo de lectura:

Desde hace algunos meses, constantemente vemos noticias y publicaciones en las redes que revelan una preocupación popular.

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Desde hace algunos meses, constantemente vemos noticias y publicaciones en las redes que revelan una preocupación popular acerca de la proliferación de casas de apuestas y salones de juego tanto en grandes ciudades como en pequeños pueblos. Se trata de una cuestión que no está del todo perfilada, ya que se mezclan diferentes motivos como la proximidad a entornos escolares o la permisividad para con los menores en cuestiones de acceso. En realidad, sí que es cierto que están apareciendo numerosos establecimientos, presentando una nueva alternativa de ocio pero en todo momento está avisado que van orientados a mayores de edad. El buen o mal uso de esto es la verdadera cuestión, no su existencia.

 

Tal vez todo parta de conocer qué es exactamente una sala de juego. Si no hemos accedido, no tendremos claro lo que pueda ofrecer. Se diferencia de los casinos porque sólo podremos encontrar juegos electrónicos (ni mesas de póker con barajas, ni ruletas con bolas y fichas de verdad, sólo encontraremos las máquinas tragaperras y diferentes juegos de ruleta o videopóker entre otros. Además, efectivamente, las famosas apuestas deportivas, y la posibilidad de ver eventos deportivos en directo en grandes pantallas en salones perfectamente acondicionados para ello. Algo más cómo que un bar de barrio, y con servicio de bar y restauración.

 

No es un casino al uso pero tampoco es exactamente la sala recreativa que recordamos de los años 80-90. Aún así, no dista demasiado de aquellas,  al menos de las que tenían un apartado sólo para adultos. Recordemos cuando pasábamos horas en estos salones en la adolescencia jugando a títulos arcade que hoy en día se siguen remasterizando, y veíamos que también los mayores pasaban a su reservado. También estas décadas fueron la época dorada de los bingos que, si bien siguen existiendo, han visto reducida considerablemente su afluencia de público nuevo. Ahora bien, si sumamos las salas recreativas y bingos de hace unas décadas y lo comparamos con el volumen de salas de juego del momento presente, ¿hay tanta diferencia? Habría que analizar exhaustivamente la situación. Los locales ahora son más pequeños, la población ha aumentado sensiblemente desde entonces. Es difícil saberlo.

 

El ser humano es jugador por naturaleza desde la prehistoria, y siempre ha encontrado la manera de dar un toque lúdico a todas sus acciones. Así se crearon las primeras barajas, los juegos de tablero o las competiciones deportivas. Llegados a las últimas décadas, lo que tenemos ahora es una evolución de lo que existía hace treinta años. La era de internet y el smartphone sustituye a la GameBoy o a la PSP aparte de democratizar el acceso al juego, tanto por la reducción del precio de los mismos (hasta la gratuidad en la mayoría de los casos) como por la facilidad de uso gracias a pantallas táctiles que anulan el hándicap de destreza manual. En cuanto a los juegos para adultos, las tragaperras en línea son una de las categorías más visitadas en las salas de juego online. Hay más de 100 donde elegir y sus temáticas las han vuelto interesantes para cualquier rango de edad (partiendo de la mayoría de edad).

 

Entonces, ¿jugamos más o menos que antes? De entrada, parece que juguemos más. Cada vez que vemos alguien esperando a ser atendido en una consulta médica, en un banco o el cualquier otra circunstancia, es  muy probable que lo que esté haciendo con su smartphone sea jugar. Suelen ser jugadas esporádicas durante todo el día, que si las sumamos, posiblemente lleguen a las horas totales que pasábamos en salas recreativas. Una de las diferencias principales radican en que antes echábamos una moneda de mínimo 25 pesetas para poder jugar, y si perdíamos echábamos otra, y otra más. Había quienes gastaban más de 500 pesetas diarias en juegos, fuesen tipo Tetris o una máquina tragaperras, con la diferencia de que en el segundo de los casos a lo mejor regresaban a casa con el monedero más lleno que salió. En el momento presente, quienes juegan en salas también gastan dinero, también con el objetivo de recuperarlo, pero en los juegos online muchos juegan sólo por diversión, y quienes juegan dinero, pueden partir de 10 céntimos de euro, una cantidad no muy elevada.

 

Lo que ha sucedido es que el perfil de jugador se ha diversificado mucho. Jugadores con y sin dinero, jóvenes o adultos, hombres o mujeres, con poder adquisitivo y sin él, recurrentes, ocasionales, estrategas, arriesgados… el acceso al juego es tan sencillo que hay para todos los gustos. Parece que se juega más, pero tal vez sólo se juega diferente.

 

Ante la cuestión de si está aumentando el número de jugadores a este tipo de juegos, la respuesta es obvia: sí. Pero conlleva que está descendiendo el número de jugadores de otro tipo de juegos. En realidad más que un crecimiento se trata de una evolución, como cuando el ordenador sustituyó la máquina de escribir: cada vez más gente usaba ordenador, cada vez menos gente usaba máquinas de escribir. El mismo ejemplo podemos llevarlo a soportes físicos o digitales para el almacenamiento y reproducción de contenidos multimedia. Cada vez se venden menos DVD, pero a la par, cada vez más personas utilizan servicios como Netflix o Spotify. Y, efectivamente, cada vez más gente juega en salas físicas o a través de internet, como cada vez menos gente va al bingo o las máquinas como Street Fighter que cobran una moneda por partida están desapareciendo del panorama del ocio.

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