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Agustín Alfaya Rodríguez

Incomprensible

Jueves, 25 de Abril de 2019 Tiempo de lectura:

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La sorprendente decisión de Ángel Garrido, expresidente de la Comunidad de Madrid y cargo público del Partido Popular desde 1995, ha dejado descolocados a propios y extraños. Sobre todo por las circunstancias y el momento electoral que ha escogido para anunciar que se pasa con armas y bagaje al bando de Ciudadanos.

 

Conozco a Garrido desde 1995, cuando empezó su carrera política como concejal en el Ayuntamiento de Pinto. Aquí demostró que era un hombre culto, preparado y brillante, un político con mucho futuro. Tan fue así que en la siguiente legislatura ya era concejal de Madrid y acabó siendo presidente de nuestra Comunidad.

 

Hasta ayer, Garrido había sido siempre un político elegante, educado, fiable. Un funcionario eficaz de su partido. Cierto que siempre se declaró centrista y militante del liberalismo social, tan cierto como que nunca jamás en sus 30 años de militancia en el Partido Popular dijo sentirse incómodo con esta formación política.   

 

Hace sólo tres meses, cuando fue preterido de la candidatura del PP a la Comunidad de Madrid en beneficio de una cuasi desconocida Díaz Ayuso, su elegante reacción fue la que solía. “En política se conocen las reglas del juego y, aunque me hubiera gustado seguir siendo presidente, honestamente creo que han acertado al elegir a las personas que en cada momento son las que mejor pueden presentarse y ganar las elecciones", declaró en el acto de presentación de candidatos del PP para Madrid. Tras ello, Garrido recibió una ovación de más de dos minutos por parte de sus compañeros de partido.  

 

Antes de hacer pública que la elegida para encabezar la lista electoral del PP a la Comunidad era Díaz Ayuso, Pablo Casado se lo comunicó personalmente a Ángel Garrido. Éste agradeció públicamente “las formas porque estas cosas a veces son difíciles tanto para el que las escucha como para el que las dice, por ello el que el presidente me haya comunicado la decisión personalmente, le honra”.

 

Sin embargo, Casado -y todos los demás dirigentes del PP- se han enterado ayer por la prensa de la deserción de Garrido. Una deserción alevosa al ser ejecutada a cuatro días de las elecciones generales. Con el agravante de haber esperado a que se publicasen las candidaturas electorales en el BOE, en las que Garrido había aceptado y firmado ir de nº 4 por el PP a las europeas. Y con el navajazo trapero de aceptar ir de nº 13 en la candidatura regional de Ciudadanos.  

 

Por todo ello, las ‘explicaciones’ que ha dado Garrido son un completo despropósito y una sucesión de incongruencias. Si lo que pretende es enviar el mensaje de que hay dirigentes del PP que no confían en el proyecto de Casado, no debería haber aceptado ir en la candidatura europea del PP. Si después de 30 años cambia de partido “por convicciones”, como ha dicho, podría haber esperado a que se celebrasen las elecciones generales, autonómicas y municipales. Si es cierto, como ha afirmado ayer, que no ha “tomado la decisión en caliente”, fue hipócrita aceptar ir en la lista del PP. Si fuese cierto que quiere estar en política “en un sitio donde me sienta cómodo”, cómo puede explicar los ‘piropos’ que en los últimos dos años dedicó a Ciudadanos a quienes calificó de “oportunistas”, “sectarios”, “populistas pop”, “incoherentes”… Incluso manifestó sus dudas sobre la financiación de este partido y hasta definió al portavoz de Ciudadanos, Ignacio Aguado, con el que ayer compareció en amorosa rueda de prensa, de “tonto útil de la izquierda”.

 

Demasiadas contradicciones, excesivos contrasentidos, sobrados desatinos. Tras cambiar la dirección del PP el pasado año y haberlo apartado de  la política madrileña, Garrido podría haber dado un paso atrás y después de los procesos electorales en marcha elegir el grupo político que represente mejor sus ideas liberales. Sin embargo, el momento y las formas que ha elegido para cambiar de partido le dejan en una posición muy difícil y extinguen su credibilidad. De paso, Ciudadanos da un ejemplo poco ejemplar de contradicción entre la regeneración que predica y el oportunismo que practica. La biografía política de Garrido no merecía un final como este.

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