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Xosé R. Estrada

Recuperar la autoestima

Lunes, 28 de Noviembre de 2016 Tiempo de lectura:

A todo aquel que por un motivo u otro recorra los campos de Tercera División no le sorprenderán ya las frases, casi como suspiros de añoranza, proferidas por los aficionados o directivos más veteranos de la categoría: “antes aquella grada estaba llena”, “había una peña en un bar que venía con banderas y todo”, “esto se muere”, “a nadie le interesa ya este fútbol”.

Obviamente en esto ha tenido un efecto importante la explosión de las televisiones y los medios de comunicación, que nos han deslumbrado con sus fuegos artificiales, y nos han lanzado el mensaje de que sólo lo más alto, lo más grande, lo más mediático, tiene valor. Lo han lanzado tanto y tan fuerte, que hasta les ha devorado sus propios pies, quitándole valor a las versiones más modestas de su producto.

Pero no sólo el público se ha dejado deslumbrar, también lo han hecho nuestras propias instituciones y lo que es peor, nosotros, los clubes. Hace mucho tiempo que las instituciones futbolísticas se han rendido en lo que al fútbol no profesional se refiere. Desde hace décadas vivimos en un mantra perpetuo que justifica todo lo malo que nos sucede en base al escaso valor que tiene el fruto de nuestro trabajo, pero por otro lado no se hace absolutamente nada por modificar esas dinámicas. Se ha dejado de creer. Si es así, ¿por qué continuamos? Nos hemos acostumbrado a sobrevivir en vez de organizarnos y poner en valor las virtudes de nuestro fútbol, que si bien son más modestas, también están fuera de los límites del fútbol profesional. Ellos son la gran cadena de restauración, nosotros, ese restaurante local un par de calles fuera del centro que siempre recomendamos a los amigos que vienen de fuera.

En nuestra categoría se ven representados pueblos y barrios desde la total cercanía, desde el sentimiento de pertenencia. Hay millones de personas que nunca nos verán aunque nos tengan delante, focalizadas en un equipo que juega a cientos de kilómetros de distancia y conquista títulos internacionales cada año, pero también habrá una inmensa minoría que quiera vincularse con su pueblo, su barrio y sobre todo sus vecinos a través del fútbol. Y otros muchos que disfrutarán ambas cosas, manifiestamente complementarias. Debemos llegar a estas personas, quizá para ello tengamos que cambiar mentalidades, pero el camino está trazado.  Además y no menos importante, porque nuestra labor formativa es indiscutible, habrá quien quiera estar en el campo cuando su sobrino, o el hijo del vecino de puerta, que empezó a vestir la camiseta del equipo local con 6 años, salte al verde con el primer equipo para defender los colores de la villa.

Como decía Jimmy Fontana en la popular canción, el mundo no se ha parado ni un momento. Prueba de ello es que recientemente hemos asistido a la ruptura del status-quo por parte de las instituciones públicas en relación a las obligaciones que la ley nos impone, principalmente con la Tesorería de la Seguridad Social, aunque también con Hacienda. Repentinamente nos encontramos con un grave problema, porque se nos ha animado durante años a hacer caso omiso de las mismas sin base legal alguna para ello. Sólo con la promesa, por no decir esperanza, de que nada iba a suceder. Y cuando ha sucedido, nadie, ni las propias instituciones que originalmente aconsejaron en ese sentido, han podido salir en nuestra defensa, porque obviamente nuestras obligaciones son las mismas que las de cualquier asociación o ciudadano del Estado. Nadie puede defender lo contrario desde un puesto de responsabilidad.

Creo que a la situación actual hemos llegado por conveniencia, alimentada por nuestra propia desunión. Era suculento no tener que repartir un pastel que nosotros cocinamos en gran medida, pero para no tener que repartirlo, tampoco se nos podía estrangular. Eso parece que se acabó, y en esta encrucijada estamos ante dos grandes retos: la lucha por un marco regulador más ajustado a la realidad de nuestros clubes, y el compromiso con un método de trabajo en consonancia con las nuevas circunstancias. Ambos requerirán un esfuerzo que soportaremos mucho mejor en conjunto, como colectivo, que de manera aislada.

En definitiva, para afrontar el futuro que nos aguarda debemos recuperar la autoestima, porque sólo eso nos permitirá contar con la fuerza para reclamar que nuestra labor vertebradora del fútbol nacional, de la base a la cima, sea reconocida en forma de recursos para garantizar no nuestra supervivencia, sino nuestra dignidad. Nos dará la energía para transformarnos y ser entidades modelo de valores y referencia del entorno social con el que interactuamos. Nos hará capaces de sacudirnos los miedos y ocupar nuestro espacio como colectivo con capacidad de decisión en las instituciones futbolísticas. Nos ayudará a defender nuestros intereses para que nunca nadie olvide de nuevo que nosotros, los pequeños clubes que salpicamos este país de punta a punta, somos el fútbol.

Por los clubes, para los clubes, unidos por los mismos valores.

 Xosé F. Estrada es delegado de la CCT (Comisión de Clubes de Tercera División y Segunda B de Fútbol) en Asturias.

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