
La muestra, compuesta por unas 45 obras al óleo, se podrá visitar gratis del 3 al 26 de diciembre en la Casa de Vacas.
Son las diez de la mañana e Irene Cuadrado (Madrid,1979) ya lleva unas horas encerrada en su taller de Ciempozuelos, trabajando en finiquitar las obras que expondrá el mes de diciembre en la Casa de Vacas del Retiro. “Ocupar ese lugar me parece un regalo, porque la considero la mejor sala pública en Madrid”, comenta.
La oportunidad, que se hará realidad con la inauguración de “Proceso y exceso” el próximo 2 de diciembre, le ha llegado tras recibir la llamada de la encargada de la sala, que se quedó con su contacto cuando impartió un curso hace cuatro años allí, junto a otros compañeros. “Buscan a gente que tiene buen trabajo y, a lo mejor, no ha tenido la suerte de exhibirlo en otros espacios”, explica la pintora.
La exposición está compuesta por unas 45 obras al óleo —considerada por Irene como la “madre de todas las pinturas”— sobre tabla o lienzo. Todas comparten la premisa de ser una representación del exceso de velocidad, de consumo, de tenencia, de color. Un grupo de ellas presenta el resultado final, están terminadas; otras muestran un proceso de creación, para hacer ver a los asistentes que “la pintura es una batalla en la que hay una evolución y no todo es acierto”.
La muestra es gratuita y estará abierta al público, del 3 al 26 de diciembre, en horario de 10:00 a 21:00 horas. Irene realizará varias visitas guiadas los fines de semana —para las que aún no hay un horario fijado—, aportando detalles sobre la exposición y respondiendo a preguntas de los asistentes.
El equilibrio perfecto
Desde hace unos años, Irene ha encontrado el equilibrio perfecto en su faceta como pintora, gracias a los cursos que imparte puntualmente. Estos la han ayudado a cubrir sus necesidades económicas, al tiempo que la han hecho más libre en la construcción de su obra. “Ahora soy mucho más sincera a la hora de pintar, gracias a no tener que estar pendiente de la venta”, aclara. La vecina de Ciempozuelos ha tenido alumnos de todo el mundo a los que, más allá de enseñarles cómo mejorar su técnica, ha aportado nociones para mirar los cuadros de otra manera.
Ella misma no ha dejado de formarse desde que se graduase en Bellas Artes por la Universidad Complutense en 2006. Los pintores que admira, y en los que se ha inspirado para sacar adelante su obra, han tenido una evolución en el relato y en la técnica. “No voy a ser ni Velázquez ni Tiziano, pero sí seguiré su ejemplo de que la pintura no es algo estanco que tenga que cumplir con una fórmula”, explica.
Los cuadros de Irene se han visto influenciados por todos los talleres y cursos en los que ha participado y, sobre todo, por lo que le ha ido pasando en su vida personal. Su mirada ha cambiado desde que es madre de dos niñas. “Ahora analizo el mundo, viéndolo como el lugar al que he traído a mis hijas Gala y Vera”, afirma. “Al final he acabado pintando para ellas”.
Una profesión muy mitificada
Irene organiza su rutina diaria en base a sus tres papeles: pintora, madre y ama de casa. En las mañanas se suele acercar al taller después de dejar a su hija pequeña en el colegio. Las tardes las reserva para lo cotidiano, siempre que su carga de trabajo se lo permita. “Ahora mismo estoy muy apurada por la exposición, pero hay otros momentos del año en los que no tengo tanta presión”, explica.
La artista insiste en la idea de que es una persona normal que, como cualquiera, tiene que hacer las labores del hogar y cumplir con sus compromisos. “Creo que muchas veces se mitifica la figura del pintor”, señala. “No es más que una profesión”.
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