Los alumnos de Diversificación del colegio pinteño concertado Calasanz, el “termómetro del colegio” según sus profesores, han vuelto a repetir podio en este certamen organizado por la Universidad Carlos III.Los alumnos de Diversificación del colegio Calasanz de Pinto han conseguido el segundo puesto en el quinto Certamen de Teatro de Secundaria, organizado por la Universidad Carlos III, el mismo certamen en el que el año pasado el centro logró el primer premio.
La obra representada por los alumnos, “Día 7: Planeta Rojo”, está escrita por su profesor Alfredo Castellanos, quien también fue autor de la obra ganadora en el anterior certamen, “La Guerra de Otto Fisher”.
Reconocimiento a una extraordinaria labor
El colegio pinteño competía con otros 32 institutos de la región. Además del 2º premio como mejor obra, tres de los alumnos -Bruno Villar, Verónica Moreno y Ayaub Oualla- consiguieron sendos premios por su interpretación.
Si el 1º premio que recibieron el año pasado supuso un gran éxito para el colegio y un reconocimiento extraordinario a la labor que el centro realiza en sus numerosas actividades extraescolares y en especial en el teatro, este premio lo ratifica.
“El teatro les exige concentrarse”, explica Alfredo Castellanos, consciente de que la obra ha exigido un sobresfuerzo enorme a unos chicos con una baja motivación en los estudios y mínima capacidad de concentración que además deben aprobar sus asignaturas. “Más no se les puede pedir”, declara orgulloso.
Complicados, no conflictivos
Los profesores encargados de la educación de estos jóvenes son Alfredo Castellanos, Francisca (“Paqui”) Gómez Sánchez y Paloma Castaño. Los tres se encargan también del desarrollo de la actividad teatral.
El certamen estuvo “tremendamente reñido”, explica Alfredo. “El jurado nos dijo que no lo tuvieron claro hasta el último momento”. El grupo que ganó “llevaba desde junio de 2012 representado la misma obra” y sus alumnos “cursaban bachillerato de artes escénicas”. En contraste, el Calasanz cuenta con tan sólo tres meses para sacar a delante el proyecto, “¡e incorporamos cosas nuevas la semana de antes!”, comenta Alfredo.
Pero si hay algo verdaderamente significativo es que el grupo del Calasanz es el único en todo el certamen formado por alumnos de Diversificación. Porque en el Calasanz el curso de Diversificación es “el orgullo del colegio”, “nuestro termómetro”, se atreve a decir Alfredo. Son “echados para adelante y fundamentales para el centro”.
Diversificación es sin duda el curso más difícil para la convivencia entre profesores y alumnos, donde se concentra el mayor número de expulsiones de estudiantes y conflictividad. “No son conflictivos -corrige Alfredo al instante- son complicados”.
Alguno de los alumnos son, en palabras de los tres profesores, “incontrolables”. “Son chicos que no han hecho los deberes en toda su vida”, comenta Paloma. Sin embargo, “cuando estamos ensayando no hay nadie riéndose al otro lado o cuchicheando, todos estamos a lo que estamos”, certifica Alfredo. El teatro ha creado en estos jóvenes un compromiso colectivo, por el que todos intentan ayudarse y colaborar, al tiempo que ha generado con el colegio un vínculo muy importante.
“Son chicos con un fracaso escolar muy fuerte”, explica Paqui, “de repente un profesor hace una obra para ellos, pensada en ellos y solamente eso ya les hace sentir importantes. Luego está el escenario, con cientos de personas viéndoles, periodistas interesándose por ellos, la salida de la función, gente esperándoles para darles la enhorabuena, todo eso ayuda su autoestima”, comenta emocionada. Acostumbrados a que se les relacione con el término “fracaso” para estos chavales este premio es un importantísimo salto al sentimiento de éxito.
Sacar lo mejor y evitar lo peorEl objetivo de los tres profesores es que todos los alumnos participen en el proyecto. La entrega del Calasanz con el teatro “no es una actividad, es un proyecto educativo”, aclaran los profesores. Desde que ganaron el concurso el año pasado, los más pequeños, explica Alfredo, “tienen un extra de motivación, son sus héroes del teatro”.
Y en cuanto a los mayores “el primer día ya me decían: Alfredo, este año apúntame para la obra. En la gala de premios del certamen ya preguntaban cuándo comenzaríamos con la siguiente”.
“Hace muchos años vivía esto como una experiencia preciosa”, argumenta el profesor. “ahora -continúa Paloma- no buscamos que sea un momento bonito, sino que les sirva para aprender valores como la igualdad entre los compañeros, el respeto -que no es una de las cualidades que más destaque entre ellos, interrumpe Alfredo sonriendo-, que les sirva para superarse y ver que en realidad, pueden hacer lo que ellos se propongan”.
“La obra no volverá a interpretarse”, asegura el profesor, “sé que sería una buena forma de promocionar el colegio pero no puedo pedírselo a los chicos, tienen que centrarse en sacarse el curso”.
Una vez ha terminado el curso, Alfredo anima a sus alumnos a que sigan con el teatro como actividad extraordinaria. “No queremos que se conviertan en actores, el objetivo principal es ayudarles a que sigan una vía educativa”, expone el profesor. Los profesores cuentan satisfechos como son varios los alumnos que habiendo dejado el colegio y estudiando módulos de formación profesional continúan con la práctica del teatro por las tardes.
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