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En 1854 Jaime Méric fundó en Madrid la primera fábrica de chocolate que ha existido en España netamente industrial y mecanizada movida a vapor, tomando el título de COMPAÑÍA COLONIAL por la procedencia de los productos que se iban a explotar. En 1855 se abrió al público un nuevo establecimiento situado en la calle de la Montera para el depósito y venta de los productos.
La mecanización aplicada produjo tan buen resultado que a los pocos años la bien organizada fábrica del Tívoli, en el Paseo del Prado, trabajaba con una máquina de vapor de 25 caballos y arrojaba una producción diaria de 3.000 libras de chocolate, siendo insuficientes para satisfacer las exigencias de los consumidores.
El traslado a Pinto
Méric maduró un plan para trasladar sus talleres a un punto que no se hallase dentro del recinto de Madrid, que tantos inconvenientes presentaba para la industria, y que a la par no se encontrase a gran distancia de la capital. Para tal fin, Méric adquirió en Pinto un vasto y adecuado terreno cercano a la estación del ferrocarril, de manera que las facilidades para el transporte resaltaban en primer término. Pronto surgieron las construcciones y se destacaron varios edificios, donde fueron instalándose máquinas y albergándose obreros inteligentes para secundar las miras del fundador de la Compañía.
En 1864, considerando excesivamente onerosas las trabas que el Ayuntamiento de Madrid le imponía, se precisó el traslado al inmediato pueblo de Pinto, donde se había edificado una fábrica mucho más importante. Pinto, además de ser el centro peninsular, tenía desde 1858 excelentes comunicaciones con la capital y Alicante gracias al ferrocarril. Este hecho facilitaba la adquisición de materia prima y la salida de los productos.
Finalmente, el día 1 de Agosto de 1866 comenzó a funcionar la nueva fábrica dotada de una máquina de vapor de 40 caballos, al tiempo que, por disposición del Ayuntamiento de Madrid y para cumplir el plan de embellecimiento, se ordenó el derribo de la antigua. Ese mismo año, Pinto contaba con una población de 2.050 habitantes.
Después del traslado a Pinto y para corresponder a las exigencias de tan considerable desarrollo, crearon en Madrid otro establecimiento. En este nuevo local situado en la calle Mayor se encontraban la administración de la Compañía, el almacén para venta al por mayor de sus productos, y un elegante despacho para el por menor, siguiendo además, en clase de sucursal, el depósito central de la calle de la Montera.
La Fábrica Modelo de Pinto
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La fábrica de Pinto fue creciendo, ampliando locales, creando nuevos talleres y aumentando la fuerza motriz de las maquinas de vapor, llegando a superar en su conjunto los 150 caballos, para hacer frente a las grandes necesidades de fabricación. De esta manera, en 1866 la producción de la nueva fábrica alcanzaba las 3.500 libras diarias de chocolate, que fueron aumentando progresivamente hasta alcanzar las 15.000 libras diarias de 1880.
La fábrica estaba formada por un numeroso grupo de edificios que ocupaban una superficie edificada de más de 10.000 metros cuadrados, rodeados de frondosos jardines.
Eran varios los carriles de hierro que relacionaban y aproximaban los diversos edificios, facilitando el servicio de las diferentes dependencias. Así, los almacenes de cacao y demás primeras sustancias, los talleres de limpieza y torrefacción, los de fabricación y modelaje y otros muchos que constituían aquella industria se hallaban en contacto y transportaban fácilmente los elementos, elaborados o no, que en último término venían a confeccionar los nutritivos y aromáticos chocolates de la Compañía Colonial. Interesantes también eran los ingeniosos aparatos que se empleaban para bajar a los inmensos sótanos las pastas que sufrían el indispensable enfriamiento, y una vez enfriadas y elevadas a los talleres, con gran agilidad más de 80 operarias envolvían aquellas y con facilidad colocaban las libras de chocolate en un nuevo compartimento para ser embaladas, encajonadas y remesadas a innumerables puntos.
Los almacenes, situados a lo largo del parque, constituían diez amplias naves, contando con anchos muelles y una completa instalación de vías férreas para el servicio de transporte de las mercancías a la estación del ferrocarril, que se verificaba por medio de vagonetas.
La inmensa cantidad y variedad de libras de chocolate que en esta importante fábrica se producían diariamente comprendían desde las más ricas, exquisitas y de distintos aromas, hasta las más modestas y económicas, todas ellas producto de esmerada fabricación y excelentes condiciones higiénicas, propiedades que siempre, desde sus inicios, constituyeron la base que sirvió de fundamento al gran crédito que merecidamente disfrutaba esta fábrica.
Además de la excelente calidad de sus chocolates, los tés que expendía y los riquísimos cafés, preparados con el mayor esmero, también contribuyeron al aumento de la fama que dignamente ostentaba.
El personal que sostenía la fábrica de Pinto en 1882 estaba compuesto por 150 hombres, 80 mujeres y 15 empleados, entre éstos, maestros de taller, depósito y administración, que sumaban en total 245 trabajadores.
La Compañía Colonial era merecedora de los elogios de los habitantes de Pinto, porque además del bienestar que proporcionó durante décadas a sus numerosos empleados con el trabajo constante que tenían asegurado en la fábrica, contribuía eficazmente a la realización de algunas mejoras notables en nuestra villa, a la que dotó a sus expensas de un servicio completo de alumbrado público, que generosamente sostenía, además de contribuir con importantes sumas para otros servicios e importantes obras benéficas, como veremos en próximos números.
El dato más elocuente eran las cifras que la gran fábrica pagaba en 1882 de contribución:
En Pinto: 16.870,96 pesetas
En Madrid: 4.216,00 pesetas
José Lagos | Martes, 25 de Septiembre de 2012 a las 17:22:28 horas
Esta es una carta que he enviado a Miriam Rabaneda, por si le interesa. Gracias. https://www.facebook.com/notes/jose-lagos/de-jose-manuel-lagos-aguilar-a-miriam-rabaneda/515995668427088?notif_t=like
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