Quienes me conocen saben que Rafael Nadal Parera es mi ídolo deportivo por lo que hace en la pista y por lo que hace y dice fuera de la pista, tanto en las victorias como en las derrotas. Pero más allá de mi inclinación por Nadal, lo cierto es que cada día –y parece imposible que así sea– este personaje agranda un poco más su leyenda.
Hace cuatro años, en 2014 y en esta misma web, tras conseguir Rafael Nadal su noveno Roland Garros venciendo a Djokovic, comenté que “es probable que no vuelva nadie a ganarlo tantas veces… salvo Nadal, porque el próximo año no sería extraño que estuviésemos comentando otra hazaña ‘imposible’ de este mítico deportista”. Y desde ayer ya no son 9 sino 11 Roland Garros, algo que nunca volveremos a ver, pero que en Rafael Nadal Parera aún no tiene fin, porque en París Nadal juega contra su expectativa. Aquí solo puede ser más grande que él mismo.
Nadal es un deportista irrepetible, el mayor activo deportivo de España en toda su historia y uno de los mejores del mundo de todos los tiempos. Pero Nadal es también la cara amable de España, nuestra mejor carta de presentación en el mundo. ¿Cuánto vale un personaje así? ¿Qué daría cualquier país por tener un Nadal en sus filas?
Cuando la Philippe Chatrier puesta en pie te dedica la mejor ovación que se recuerda y presa de la emoción rompes a llorar como un primerizo tras ganar tu decimoprimer Roland Garros, algo que no ha hecho ni hará nadie, es que siendo un ser terrenal también participas de la divinidad de los héroes del olimpo griego, de los elegidos, los que no se rinden jamás, los que se levantan, los inquebrantables, los que siempre vuelven, los que ya sólo juegan contra sí mismos.
Cuando en enero de 2017, acosado por las lesiones, después de ganar 14 grandes y haber dejado su impronta para la historia, estuvo a punto de salir del top 10 de la ATP, eran muchos los que daban por finiquitado a Nadal. Pero su enorme fuerza de voluntad para volver a subir a lo más alto cuando muchos anunciaban que estaba de bajada, volvió a imponerse, al tiempo que daba una lección de saber perder tan importante y perdurable como la de saber ganar. Se puso de pie, se obligó a ir más allá, a pensar en el siguiente partido y en el siguiente y en el siguiente… Hasta sumar otros tres grandes –París, Nueva York y París nuevamente este domingo–, alcanzar los 17 y volver a ser el ‘número 1’ del mundo.
17 grandes, 32 máster 1000, 11 Roland Garros, 11 Montecarlo, 11 godós, record mundial de set ganados consecutivamente (50) en cualquier superficie… La historia es de Rafael Nadal. Ningún éxito futuro (y habrá muchos más) lo hará mejor de lo que ya es.