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José Luis Gutiérrez

Lunes, 14 de Febrero de 2011 Tiempo de lectura:

El profesor pinteño, José Luis Gutiérrez, junto con un grupo de sus alumnos de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense regresan a Nepal e India para continuar con su labor solidaria en los orfanatos de Bal Mandir (Kathmandu, Nepal) y Matruchhaya (Nadiad, India). Este año no contarán con la financiación del Ayuntamiento de Pinto, que ha financiado la totalidad o parte de estos proyectos desde 2005. Este año, y también debido a la crisis, no podrán continuar con el programa en Sinincay (Ecuador), proyecto que retomarán el año próximo si las circunstancias lo permiten.
 A India le acompañará este año su hija Rosnhi (junto a él en la foto), adoptada en el orfanato de Matruchhaya, ya que debido al avance de su enfermedad, ya no puede viajar sin ayuda.
 Hablamos con José Luis Gutiérrez, días antes de viajar a Nepal, para conocer más detalles de sus proyectos.

El orfanato Bal Mandir tiene muchas carencias, si lo comparamos con  Mattrucchaya…
Efectivamente, Bal Mandir es muy grande, hay pocas cuidadoras y los niños están muy desatendidos. Por eso, paralelo al proyecto creativo, se están desarrollando otros programas. Uno de los cooperantes que participó en el proyecto del año anterior, el especialista en educación especial Pablo Menéndez, ha creado la ONG “Dididai”, que financia a un profesional y fisioterapeuta nepalí que trabaja todo el año con los niños con discapacidad en el orfanato. También se ha creado la Asociación Amigos de Cabezón de la Sal en la que cada familia aporta 10 euros mensuales para financiar los estudios de niños y niñas del orfanato, y que en total está ayudando a 21 niños. También hemos recaudado dinero para comprar ropa, este año 7.500 euros, con el que podremos ayudar a unos 450 niños, los del orfanato Bal Mandir que vamos a visitar y a otros de la misma red de orfanatos.

¿Cuándo y qué proyectos vais a llevar a cabo en Matruchhaya? 
Estaremos del 31 de octubre al 27 de noviembre, coincidiendo con la festividad del Diwali. En Matrucchaya todo es más fácil, son menos niños, alrededor de 50, y están muy bien atendidos. Viajaremos a Nadiad cinco personas, tres estudiantes, mi hija Rosnhi (que vendrá conmigo porque cada vez necesito más ayuda) y yo. Rosnhi nos vendrá también muy bien como intérprete del gujarati, el dialecto que se habla en la región de Nadiad. En cuanto a los proyectos, haremos una pintura mural, talleres de abalorios y pulseras, animales con papel maché y globos de papel. Este proyecto lo ha financiado íntegramente el Consejo Social de la UCM.

Después de siete años en Matruchhaya y cinco en Bal Mandir, ¿qué crees que habéis aportado?
Sobre todo la ilusión de pasar unas vacaciones divertidas, llenas de alegría y color. También hemos transformado el aspecto de los orfanatos, en Matruchhaya, por ejemplo, ya llevamos siete murales. En Bal Mandir, aparte de lo mencionado, indirectamente han surgido muchas ayudas que les han beneficiado en el terreno asistencial.

¿Qué os ha aportado a vosotros, profesores y alumnos?
Los estudiantes dicen que ha sido la experiencia más importante de su vida. Acceden a una realidad que no hubieran podido conocer de otra manera, además de entrar en contacto con personas que están deseando comunicación y afecto.

¿Habrá ‘tortas’ entre los estudiantes para formar parte de los proyectos?
Cada año se presentan un centenar de solicitudes, de chicos y chicas muy preparados, por lo que es frustrante dejarlos fuera.

¿Cuál es el perfil del alumno que participa?
Que hablen bien inglés y que tengan experiencia en voluntariado con niños o con personas discapacitadas. Luego también cuenta la opinión de otros profesores que los han tenido como alumnos.

¿Acertáis siempre en la selección del alumno?
A veces nos hemos equivocado, pero es algo que no se puede evitar, sobre todo porque es muy difícil valorar ciertos aspectos que no se ven en un curriculum. Por ejemplo, el tema de los escrúpulos, tanto con la comida como con el trato con los niños con alguna discapacidad. Normalmente los alumnos reaccionan bien ante todo esto, e incluso algunas veces te das cuentas de que algún alumno es excepcional porque consiguen un acercamiento muy especial con los niños.

Este año el proyecto en el “pueblo huérfano” de Ecuador ha quedado aparcado. ¿Cómo os sentís después de tres años trabajando en Sinincay?
A los niños les ha dado mucha pena, y a nosotros nos ha quedado muy mal sabor de boca no poder ir. Para el próximo año creo que vamos a contar con la colaboración de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (este año al final no pudo ser por los plazos en la convocatoria de la ayuda). Aunque en Ecuador no trabajamos en un orfanato, aunque lo denominemos “pueblo huérfano”, la situación de estos niños es también muy delicada, porque los padres han emigrado, y no tienen ese referente, por lo que son muy vulnerables, sobre todo en la adolescencia.

Desde 2005 el Ayuntamiento de Pinto ha colaborado en vuestro proyecto. Este es el primer año que no colabora y, además, os deben casi 40.000 euros, parte de la ayuda concedida en 2008 y la totalidad del 2009…
El que no nos paguen pone en peligro los propios proyectos. Este año hemos pensado durante mucho tiempo que no podríamos ir ni a India ni a Nepal. Todavía se deben billetes de avión de 2008 y otros gastos los ha asumido la Fundación General de la Universidad Complutense de Madrid. Yo intento comprender sus razones, pero el Ayuntamiento de Pinto debería intentar pagar su deuda. Lo cierto, por otro lado, es que hasta la fecha y con todos los Gobierno, han  apoyado con entusiasmo los proyectos, y estoy muy agradecido.

La enfermedad que padeces, lejos de poner freno a tus proyectos, parece más un revulsivo…
Si no hubiese sido por esta enfermedad, no me hubiese adentrado en estos proyectos. Tuve que dejar mi taller de escultura y llenar mi tiempo con otras actividades creativas que sí pudiera realizar. Desde que puse en marcha estos proyectos he ido empeorando, pero no por ello he perdido la ilusión, ir allí me hace sentir útil y activo. Para mí es la mejor terapia.

 

 

 
 José Luis Gutiérrez es profesor titular de Escultura y Jefe de Departamento de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense. Su pasión siempre ha sido la escultura pero, a raíz de diagnosticarle su enfermedad (esclerosis múltiple), cerró su taller de escultura y canalizó su energía creativa en realizar programas solidarios en orfanatos de la India, Nepal y Ecuador. 
 La labor solidaria de José Luis Gutiérrez ha sido valorada tanto en Pinto como fuera del municipio. En 2007 Zigzag reconoció esta labor con la concesión del Premio Zigzag a la Labor Social y desde que comenzó su labor solidaria en 2005 Zigzag ha seguido con interés estos proyectos solidarios.
José Luis Gutiérrez informa casi diariamente, mediante cartas, de su labor en Nepal e India.  Pueden verse estas cartas en nuestra 
sección de opinión.
En la foto puede verse a José Luis Gutiérrez con la pequeña Aria en el patio central del orfanato Bal Mandir (Nepal) el pasado 4 de octubre.
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