A finales de 2010 comenzó en Ciempozuelos su andadura la huerta La Madre Vieja, una idea que siempre rondó la cabeza de uno de sus impulsores, Pablo Martínez (30 años) y que empezó a desarrollar cuando se encontró "en el paro y sin otra alternativa", relata. Este proyecto rondaba ya la mente de un grupo de estudiantes de la Escuela de Agrónomos y Agrícolas, concienciados con la sostenibilidad ecológica que decidieron cultivar unos terrenos familiares en la Vega del Jarama
El inicio no fue fácil, según explica Pablo. "Eramos cuatro socios y ninguno teníamos experiencia previa, aunque contamos con la ayuda de algunos agricultores del municipio que se acercaron hasta el terreno". Cada uno de los impulsores de la huerta aportó una pequeña cantidad de dinero para lanzar el proyecto, aunque tras unos meses Pablo quedó solo al frente del cultivo. "El resto se retiró al comprobar que de la huerta sólo se podían sacar dos sueldos -y malamente- y al ver el sacrificio y duro trabajo que ésta exige", explica Pablo. En verano de 2013, Rubén Iglesias (29 años) entró a colaborar y a finales de 2014 fue contratado como trabajador. Hablamos con los dos en esta entrevista que trata de explicar el funcionamiento del proyecto, que está abierto a los vecinos en el paraje Madre Vieja y los jueves que restan del mes de marzo en la Sala Mayor 32, a partir de las 18.30.
¿Cuál es el objetivo de la huerta La madre vieja?
Basamos nuestro funcionamiento en dos pilares: en garantizar el derecho a una alimentación sana, ecológica y local. El otro objetivo es que las personas que se dedican a la agricultura puedan vivir dignamente de su trabajo. Trabajamos para que nuestros productos lleguen a más personas, con unos precios justos para los consumidores y para nosotros los trabajadores.
La filosofía que hay detrás del proyecto es sacar fondos para vivir, no buscamos obtener beneficios. Conforme avanzamos aprendemos a optimizar nuestro trabajo y, de momento, estamos obteniendo dos sueldos. Si sobra dinero se reinvierte en el proyecto o repartimos el trabajo, pero no tenemos ánimo de lucro, el objetivo es que nos dé para vivir dignamente con nuestros sueldos. Tratamos de abrir una grieta y que más personas se animen y se conciencien.
¿Cuáles son los beneficios que aporta el proyecto al municipio?
Los principales beneficios de la huerta son todos aquellos que implica el comer sano. Aparte, apoyar este proyecto es apostar por el trabajo justo y colaborar con una alternativa que pretende crear trabajo y formar parte del cambio. Otra ventaja importante es que el consumidor sabe dónde va a parar su dinero y tiene contacto directo con las personas que le proveen los alimentos, porque buscamos establecer una relación de confianza en la que los tratamos de disipar las dudas que nos planteen, aceptando las críticas y las felicitaciones. Hay que destacar que en Ciempozuelos, históricamente, se ha cultivado mucha verdura, y a muchos vecinos les parece coherente que volvamos sobre esta tradición.
¿Cómo distribuís los alimentos entre los vecinos?
En Ciempozuelos distribuimos a través de un grupo de consumo. Actualmente repartimos unas 40 cestas al mes, unas 100 personas están comiendo los alimentos de la huerta en el pueblo. El único requisito para formar parte de este grupo de consumo es comprometerse a estar un mínimo de tiempo. Siempre se paga el mismo precio por cesta, independientemente de los alimentos que esta contenga, y hay cestas de tres, cuatro y cinco kilos. Antes efectuábamos el reparto los jueves a partir de las 18.30 en la Sala Mayor 32 y ahí seguiremos durante el mes de marzo, abril es aún un poco incierto tras el cierre del espacio, unlugar donde poco a poco habíamos creado un vínculo que había ido creciendo.
¿Tenéis relación con los comerciantes locales?
La relación con los comercios locales es buena, algunos bares y restaurantes ya nos encargan pedidos y vamos avanzando a medida que nos vamos conociendo personalmente.
Ciempozuelos ha sido, tradicionalmente, un pueblo agrícola, ¿pensáis que el futuro de la agricultura pasa por proyectos como este?
Estamos convencidos de que el futuro de la agricultura tendría que ir por esta línea, aunque en la universidad no se hable de ello. La comida de todos se encuentra concentrada actualmente en muy pocas manos y no solemos dar la importancia que merece a esta. Hay que ver lo que hay detrás de la comida. El problema es que la agricultura tiene que ser rentable en base al precio final del producto y no depender de subvenciones públicas. Actualmente se paga una miseria a los agricultores, son las plataformas de distribución las que se acaban quedadan la mayor parte del pastel
¿Cómo es el terreno donde se encuentra la huerta y qué cultiváis?
Tiene una extensión total de 4,7 hectáreas, repartidas en tres parcelas. Durante años en esta tierra se plantó cereal, pero ahora vamos rotando. Tenemos dos parcelas en producción y una tercera que usamos para las verduras y que tiene una parte arrendada. Tenemos intención de plantar árboles frutales próximamente. La dedicación es exclusiva. Hay seis meses de huerta intensa y el invierno es más relajado, pero no sabes nunca cuánto tiempo le tendrás que dedicar a la tierra.
¿Cuáles son las mayores dificultades a las que os habéis tenido que enfrentar?
Este invierno ha llovido poco y ha hecho mucho frío. Ha sido un invierno duro y la producción se ha visto resentida, pero no ha habido plagas. Poco a poco se nota que la tierra va mejorando. Aun así, cuando hemos tenido que afrontar algún problema hemos informado de ello a los consumidores para que conozcan lo que sucede en la huerta.
Sin utilizar pesticidas, ¿cómo se controlan las plagas?
La biodiversidad agrícola sirve para este control y nos permite disfrutar de una variedad amplia de productos a lo largo de todo el año. Sólo usamos técnicas agroecológicas, pero no usamos el sello ecológico de la Comunidad de Madrid. Nos estamos en contra, pero preferimos no tenerlo porque no acabamos de estar completamente de acuerdo con el planteamiento. A veces, el peligro es que nos cambien el modelo para que no cambie nada, que las empresas tradicionales ahora se disfracen de "ecológicas", aunque de ecológicos sus productos no tengan nada, sólo la etiqueta. Nosotros optamos por una total transparencia y por el trato directo con los consumidores, una relación basada en la confianza y en la cercanía.
¿Estáis a favor de las subvenciones públicas?
Nosotros estamos a favor de que se les pague un precio justo a los agricultores por su trabajo, independientemente de que sean ecológicos o convencionales. Creemos que las subvenciones son un parche, necesario, pero un parche al fin y al cabo. Nosotros no hemos recibido subvenciones de ningún tipo, creemos que es importante que los proyectos sean viables por si mismos. Si creemos que debe haber ayudas públicas y formación para una agricultura sostenible, que ponga en el centro a las personas y no los beneficios de unas pocas multinacionales
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